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La enchilada completa

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Por Carlos Hornelas.

No es ningún secreto que desde hace años tanto algunos civiles americanos como la patrulla fronteriza han adoptado como deporte «cazar» literalmente a los connacionales: a aquellos que logran cruzar la frontera, a quienes emboscan y amedrentan;  y más recientemente a paisanos que se encuentran en territorio nacional.

La Secretaría de Relaciones Exteriores ha difundido en un boletín que “los casos de mexicanos muertos o heridos por el uso de la fuerza de las autoridades migratorias se han incrementado, al pasar de cinco en 2008, a 12 en 2009, y a 17 en lo que va del presente año.”  No obstante, apenas hace unos días aconteció la muerte de Sergio Adrián Hernández, adolescente de 14 años, quien habría agredido con piedras a los agentes fronterizos desde el lado mexicano, para posteriormente ser ultimado a balazos por la espalda, en correspondencia a la agresión recibida.

La administración de la fuerza bruta ha sido calificada por Estados Unidos como de “auténtica defensa propia” y que el agente no se habría dado cuenta de que se trataba de un menor de edad. En realidad, el hecho de que el cuerpo haya sido hallado en el lado mexicano y aproximadamente a 20 metros del río, hace pensar necesariamente en una invasión alevosa a territorio mexicano. A esto habrá que sumar los testimonios de amigos del menor y las huellas dejadas (de ida y vuelta) del agente al cruzar el río.

Estados Unidos se ha convertido en un país en el que su presidente, Premio Nobel de la Paz, ha emitido declaraciones tajantes como que quiere saber “qué trasero ir a patear” por el derrame de petróleo en el océano. Es el mismo que ha ordenado la movilización de tropas de la Guardia Nacional para reforzar la frontera con México, enviando a mil doscientos efectivos. Con ello, cede ante las presiones de los conservadores y recupera algo de la popularidad perdida.

Qué contrasentido tan lamentable que a Calderón lo reciban en Estados Unidos disparando 21 salvas de honor y en el Río Grande los patrulleros ultimen a balazos a connacionales. Qué paradójico que el Congreso americano ovacione de pie a Calderón, mientras se construye de muro fronterizo similar al que  una vez hubiera en Berlín o al que existe en Palestina. Es una pena que siendo vecinos, como diría Alan Riding, seamos tan distantes.

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