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Inversión de fomento alcohólico

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Inversión de fomento alcohólico

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Por Alejandro Pulido Cayón

 

Mérida, Yucatán, a 20 de enero de 2011.- Amparado entre los postulados de a pluralidad, se esconde el enemigo más formidable que impide el desarrollo cultural de la entidad. Indispensables para la tranquilidad de las comunidades, los bailes populares y las noches de “disco” predominan en los municipios como actividades recreativas y culturales por excelencia; en detrimento de lo que podrían ser verdaderas propuestas artísticas.

Aunque al hablar sobre tradiciones vienen primero a la mente las vaquerías, las procesiones de gremios, las típicas instalaciones de altares por el Hanal Pixán e innumerables muestras de la  cultura yucateca, lo cierto es que éstas manifestaciones han sufrido un serio deterioro debido a la influencia de los bailes populares, cuyas estrellas principales son músicos de cumbia con un repertorio pobre.

Aunado a lo anterior, cada día cobra más auge entre las poblaciones del interior del Estado la realización de las llamadas noches de “disco”, en las que un grupo de Djs hacen todo un montaje de luces para ofrecer a los jóvenes la experiencia de la música electrónica y el reggeatón.

En promedio, cada ayuntamiento permite y fomenta la realización de al menos tres bailes populares y tres eventos “disco” a lo largo del año, mientras que las tareas propiamente artísticas y de preservación de las tradiciones carecen de ese impulso, bajo el pretexto de que los pobladores no aprecian el arte que se realiza en la capital del Estado.

Para la realización de un baile popular, el cual también significa un importante ingreso para los organizadores en virtud de las altas ventas de bebidas alcohólicas, se requiere de una inversión en promedio de 216 mil pesos, ya que un grupo como los Socios del Ritmo cobra 180 mil por presentación, además de otros 36 mil pesos para la agrupación de acompañamiento. El gancho que utilizan los promotores para colocar los espectáculos, es que la autoridad recuperará lo invertido mediante el boletaje y la venta de cerveza.

En términos generales, quienes promueven y patrocinan esos bailes logran recuperar sus gastos. Y cuando ello falla, siempre tienen la oportunidad de recuperarse con una noche de “disco”, en la que los “artistas” cobran alrededor de 35 mil pesos por presentación, lo que permite que los organizadores lleguen a cobrar hasta 80 mil pesos por ese evento.

La gran diferencia que existe entre un baile popular y una obra de teatro, es más que evidente. No así el beneficio que una u otra significan para la comunidad.

Ni duda cabe que los bailes populares han de permitirse, pues son uno de los mejores catalizadores para el entretenimiento y propician la distensión social, a pesar de que la indiscriminada venta de bebidas embriagantes conlleva la comisión de hechos delictivos y accidentes de tránsito.

Toda comunidad espera con ansia la realización de los bailes, incluso aquellos que se llevan al cabo en municipios vecinos, y el momento en el que éstos hacen falta, vienen las recriminaciones y reproches hacia la autoridad.

Visto desde fuera, los bailes son claros indicadores del deterioro cultural presente en el Estado, pues el contenido artístico de esas manifestaciones muchas veces se limita a la ejecución de canciones monótonas, cuyas letras a lo sumo son de tres o cuatro frases y éstas tienden a ser de una vulgaridad suprema. Sin embargo, eso es lo que gusta y consumen felices una gran cantidad de yucatecos.

Las autoridades culturales del municipio, en vez de buscar alternativas que permitan un equilibrio entre lo que se oferta en los bailes y lo que derivaría en un sano desarrollo artístico, muchas veces asumen el rol de promotoras de esos eventos, y rechazan las propuestas de largo plazo que podrían marcar una sustancial diferencia.

Las fiestas tradicionales de los municipios, que duran entre siete y 15 días, cuentan con un cartel de grupos tropicales y noches “disco”  para entretener a la población, pero en ninguno de los días se proponen eventos de verdadero corte artístico, como pueden ser serenatas, conciertos, galas de ballet, exposiciones, en fin, agrupaciones que existen dentro de la oferta institucional para compensar lo populoso y tradicional.

Son contados los casos de ayuntamientos que durante las festividades del pueblo buscan otras alternativas, entre las que se cuentan la Orquesta Típica Yukalpetén, la Banda de Música del Estado, el Ballet Folclórico del Estado, y otras propuestas de alto nivel que pueden fijar parámetros de comparación con respecto a los bailes populares.

Lo lamentable del caso, es que los alcaldes ni siquiera respingan para dar anticipos a los grupos de cumbiancheros que se presentarán en sus municipios, pero se quejan ácidamente cuando se trata de invertir en el área de cultura y se olvidan de que una de sus obligaciones es propiciar el desarrollo humano integral de los habitantes, no así fomentar el alcoholismo como hasta la fecha lo hacen.

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