Por Eduardo Lliteras Sentíes.
Por ahí me dicen que ya circula una camiseta con la leyenda: “Yo no chiflo, ni abucheo, pero tampoco aplaudo; pienso, luego existo como votante”. Hay una camiseta más, con el sonsonete: “El que más fuerte aplauda, abuchee o silbe, tragará más pinole”.
Hay una tercera: “No tendremos para comer, pero nos sobran fuerzas para chiflar, y lonches y acarreados para aplaudir”. Hay una más: Yo también chiflé a Ivonne: Fiuuú, fiuuú”.
Hemos entrado en la guerra de las camisetas mojadas, de las caricaturas (no de Mahoma, afortunadamente), de las rechiflas y aplausos, a los que quieren convertir en auténticos referéndums populares; la iniciativa será turnada al Senado allá en la Capital de la República, para que se incorpore en la discusión de la Reforma Política; Sí al referéndum popular, dicen, pero a silbatazos sin excluir jitomatazos y algún huevo podrido. Los muy inspirados ya ven en los abucheos del pasado sábado en el Polifórum Zamná una auténtica toma de la Bastilla pero en pleno solar yucateco; la toma y daca del ring, le llaman a la gesta heroica.
También empezaron a verse moros con trinchetes travestidos de vendedores de camisetas; fueron preventivamente detenidos por hacer circular camisetas apócrifas, con la leyenda no oficial; ¡mi reino por una camiseta!, grita alguno. Pero hay que recordar que la libertad de prensa es fundamento de toda democracia y derecho humano inalienable.
Creo que más allá de la saludable risa es hora de que el debate aborde las cuestiones que realmente preocupan a la mayoría de la población: el desempleo, la creciente carestía, la incertidumbre nacional y local, los bajos salarios sin olvidar el cambio climático. Tal vez podríamos imprimir camisetas que dijeran: “Quiero trabajo, que me alcance el salario y que no me dejen chiflando en la loma”.