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Terrorismo y redes sociales

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Terrorismo y redes sociales

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Por Carlos M. Hornelas Pineda

Si Orson Welles hubiera nacido en estos tiempos en Veracruz o Tabasco, seguramente habría sido procesado por terrorismo equiparado sin mayores miramientos. Imagine usted que en lugar de narrar “La guerra de los mundos” de H.G. Welles, el otro Welles, Orson, a través de su cuenta de twitter hubiese escrito en 140 caracteres cada cuando los sucesos narrados en la novela, como si se tratara del profesor Pierson guarecido desde un punto remoto con acceso a internet desde su iPad o Black Berry, guiándonos paso a paso a través de lo que significaría esa “invasión marciana”… seguramente habría sido rettwiteado tantas veces que habría causado un caos descomunal en la población

El trending topic #los marcianos llegaron ya, sería el mejor barómetro para pulsar el sentir de las redes sociales, y por supuesto, de los internautas que representan a la sociedad en su conjunto. ¡Qué decir ya de aquella campaña de la librería Gandhi (http://www.tweetlibros.com/) en la cual los personajes de algunas obras clásicas twitteaban de cuando en cuando revelando así la trama de la obra, en un esfuerzo por promover la lectura! Espero que nadie se haya llevado la impresión de que “el Principito” era un ser de carne y hueso.

China ha sido mundialmente criticada y señalada por su política autoritaria con respecto a internet y más particularmente con relación a las redes sociales. Bajo el argumento del mayor interés del Estado sobre las garantías individuales de las personas y consecuentemente de su libertad de expresión, el Estado Chino se ha reservado el criterio para juzgar qué informaciones son atentatorias de la estabilidad social y cuáles no. Se ha convertido de jure y de facto en un nuevo índice que selecciona y filtra tanto las informaciones como las fuentes a fin de que aquello a lo que tienen acceso sus ciudadanos no sea otra cosa que la versión oficial y monolítica del Estado.

Inglaterra, tras los sucesos de Tottenham, detonados por la muerte de Mark Duggan a manos de la policía local, ha dado a conocer que los líderes de las protestas, así como aquellos simpatizantes con estas causas o terceros que se manifestaban indignados ante estos hechos, lograron articular muchas de sus actividades a través de redes sociales como Twitter, Facebook o el servicio de mensajería instantánea de Black Berry.

De hecho, algunos altos funcionarios ingleses como David Lammy, parlamentario por Tottenham, han sugerido obtener los datos de los mensajes enviados en ese período a través de la empresa canadiense Research In Motion (RIM), que produce los Black Berry para llegar hasta los primeros responsables de difundir mensajes individuales o sociales que podrían haber causado las revueltas sociales y fincarles cargos por los disturbios y los daños materiales.

Algunos otros funcionarios ingleses han propuesto abiertamente, como en China, suspender las redes sociales en ese país. El argumento esgrimido es que dichas redes sociales juntas o por separado, en manos de ciudadanos o de delincuentes, han sobrepasado la capacidad de organización y respuesta de la fuerza policial impidiéndole su trabajo y obstaculizando la posibilidad de restaurar el orden. En consecuencia, son un peligro latente para la seguridad del Estado quien se ve imposibilitado de controlarlas y acotarlas como podía hacer en antaño con los medios masivos tradicionales.

No tan lejos de tales posiciones, la China caracterizada por su sistemático desprecio por los derechos humanos; y la inglesa, más cercana al Big Brother de George Orwell en “1984”, en Veracruz, el profesor Gilberto Martínez Vera y la locutora María de Jesús Bravo Pagol han sido consignados ante las autoridades por el cargo de “terrorismo” en su forma “equiparada”, pudiendo hacerse acreedores a una pena de hasta 30 años de prisión por escribir y difundir mensajes que supuestamente causaron problemas de tránsito, choques, crisis nerviosas y pusieron en peligro a “miles de niños” en las escuelas … Me imagino a los niños vulnerables con sus Black Berry en las manos mientras toman clase, o mientras juegan en el coche con el PSP… como cualquier infante veracruzano.

La actitud del Ejecutivo en Veracruz, Estado que se caracteriza por los altos índices de agresividad de ciertos grupos, el alto número de ejecutados y otras manifestaciones violentas, es conveniente creer que por unos mensajes de tweets se propague el terror, y no por las narcomantas ni el ambiente que vive cotidianamente.

El hecho demuestra que de manera subrepticia el Ejecutivo acepta que carece en sus cuadros tanto de la técnica como de la formación profesional para gestionar su comunicación social. Ante el rumor se responde oportunamente con una declaración o campañas informativas que diluyan las preocupaciones de la sociedad, asumiendo de manera efectiva su papel de estabilizador, o como diría Charles Wright Mills, de evitar esa disfunción social.

No obstante, si se ha dado crédito a lo que dos ciudadanos escriben –sea o no verdad- en una red social, entonces se debe reconocer que hasta la autoridad los ubica más cercanos a la sociedad y con mayor autoridad moral para decir lo qué sea que el mismo Ejecutivo. La obligación de calmar a la población a través de todos los medios posibles es de quienes están en funciones en la administración pública, quienes por cierto tienen blogs y twitter para “llegar más rápido a la gente”.

Luego entonces, en este caso nos encontramos que el llamado derecho a la comunicación se viola por partida doble. Este derecho consiste en la decisión del ciudadano de estar comunicado a través de todos los medios de su elección de manera libre y, en segundo lugar, de comunicar todo cuanto sea su voluntad sin mayor cortapisa que el orden social.

En cuanto a lo primero, las redes sociales son un medio más de comunicación, independientemente de su contenido que, a diferencia de una empresa de comunicación profesional, difunde los mensajes de ciudadanos o personas que no necesariamente son reportes fiables del acontecer. Sus usuarios no son voceros fiables o investigadores certificados. Por lo tanto si acaso la información que dan a conocer es inexacta, errónea o hasta falsa, el crédito de ella se traslada a quien la acepta como válida porque “conoce” o es “amiga” de quien la difunde.

En cuanto a lo segundo, si sólo podemos usar estas redes para comunicar aquello verdadero y confirmado, y el gobierno se erigirá como el árbitro que calcula hasta dónde se verán las consecuencias de lo difundido, entonces tenemos ya un régimen totalitario que a través de esta represión muestra sin comunicar sino con la mano azotando la mesa hasta dónde está dispuesto a imponer y dominar en lugar de escuchar y comunicar. Esto en otras partes del mundo se llama terror.

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