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Políticos al despeñadero

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Políticos al despeñadero

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Por Alejandro Pulido Cayón

Mérida, Yucatán, a 06 de diciembre de 2011.- Vicente Fox inauguró la era del desparpajo en la política nacional. Son tantas y tan memorables sus pifias, que hasta libros enteros se han escrito sobre ello. Subirse al ring de la polaca lleva implícitos numerosos riesgos, entre ellos la exposición al escarnio público. Esta vez les tocó a los aspirantes presidenciales Enrique Peña Nieto y Ernesto Cordero. Queda claro que podrán ser los grillos superdotados, pero en materia literaria están más fríos que las nalgas de un pingüino.

Comprendo que el resbalón del mexiquense sea de risa loca; también se evidencia que el Twitter se ha convertido en la mayor válvula para la despresurización social, y que el mexicano prefiere la carcajada, la burla y la sorna hacia el otro antes que la introspección y el razonamiento sobre la conducta propia. Definitivo: el aspirante priista buscó y ganó su tuiteriza, eso que ni qué; pero, todos los que se lanzaron al linchamiento ¿en verdad destilan cultura y sapiencia literaria por los poros? Estoy cierto que Enrique Peña dista mucho de tener el monopolio de la ignorancia literaria; es más, me atrevo a decir que esa carencia es patrimonio de millones de nuestros paisanos.

No obstante, algo he aprendido en este despeñadero: entre “La silla del águila” y “El vuelo del águila”, sólo hay una telenovela de por medio. El primer título, ya lo saben hasta quienes lo ignoraban, es de Carlos Fuentes; y el segundo, es una telenovela que transmitió Televisa en los años 90, basada en la obra de Enrique Krauze. Sintomática la confusión de Peña. Y el error hubiera tenido otra dimensión en otro contexto. Pero que haya ocurrido, precisamente, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, no tiene precio. Máxime cuando el presidenciable estaba allí para presentar el libro que, bajo su firma, escribieron sus asesores.

Digo que la confusión es sintomática porque se trata de un lapsus revelador. Más allá de que el hombre cite de memoria a Alzheimer, el impacto de la telenovela histórica y la influencia de las televisoras en la formación ciudadana –y hasta de los políticos -, hoy resulta a todas luces evidente. Si tratamos de indagar en realidad qué quiso decir el candidato, deberíamos empezar por el cuestionamiento de su inconsciente: “El vuelo del águila”, qué si acredita a Krauze como fuente histórica, narra la vida del dictador Porfirio Díaz, y se hizo durante el final del sexenio de Carlos Salinas de Gortari, a fin de reivindicar la figura del oaxaqueño que gobernó más de 30 años. ¿Por qué confundió ese título en específico?

Otro dato interesante: ha leído pasajes de la Biblia. Obvio manito, había que congraciarse con potenciales electores que, en su gran mayoría, son católicos y cristianos. Esa parte del discurso de Peña Nieto, al margen del valor literario que pueda o no tener el libro de libros, permite entrever los recovecos del poder, así como el gran peso de la religión dentro de un proceso electoral. Ahí se los dejo de tarea.

Pienso que esta vorágine mediática distrajo la mirada pública en una particular coyuntura de entuertos al interior del PRI, y por ello cometemos un error de soberbia al dejarnos llevar por la idea de que inculto es igual a idiota. He ahí el meollo. Y aclaro: no defiendo lo indefendible.

Mi ex esposa era una trucha en los juzgados, manejaba la ley con destreza increíble, sabía darle la vuelta a un demandante y ganaba y ganaba y ganaba casos, pero nunca leyó algo que no fueran sus libros de texto, jurisprudencias y códigos legales. Dejo así el asunto, porque lo de la niña Peña da más pena que risa, mientras que el caso de Ernesto Cordero resulta triste por ramplón y de segunda. Si tienen libros, ahí los ven.

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