Diapositiva anterior
Diapositiva siguiente

La visita del papa eminentemente política

Diapositiva anterior
Diapositiva siguiente

La visita del papa eminentemente política

Vaticanerías

papa-visita

Por Eduardo Lliteras Sentíes

Los cristianos hicieron política contra el Imperio Romano y lo minaron antes de Constantino, desde las Catacumbas, devorándolo, como las termitas con un edificio, hasta que se colapsó. Después, a través del primer emperador auto declarado cristiano (In hoc signo vinces), el cristianismo se convirtió en la religión de Estado. La religión fundada en la fe de Jesucristo se transformó en mecanismo de dominación y sujeción del pueblo. En poder, statu quo, riqueza e ideología política.

Las dos espadas fueron empuñadas por los papas durante siglos en sus disputas terrenales con las coronas y reyes del viejo Continente. Enrique VIII por ejemplo, en esa lucha, llegó hasta crear su propia Iglesia. La Ilustración trajo la insurrección popular a los antiguos estamentos y arrancó de las manos de los papas la afilada espada del poder terrenal. Por supuesto, los herederos del Trono de Pedro lucharon por aferrarse a ella y la lucha, en los siglos siguientes, no ha cesado, a pesar de la repetida y manida frase: “Al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios”.

En el caso de Italia, por ejemplo, hasta la llamada Breccia di Porta Pía (la apertura de una brecha en el muro romano que protegía al papa y su Estado el 20 de septiembre de 1870) los papas se aferraron al control de las dos espadas. Y después del fin de los Estados Pontificios, el poder de los pontífices y de la Iglesia, ha sido creciendo hasta entremezclarse con la política de la República Italiana y someter a los partidos. Allí está de ejemplo, la famosa Democracia Cristiana, hundida en el descrédito tras décadas de mantenerse en el poder. O el dominio actual de los papas sobre los partidos, los que no se atreven a legislar el matrimonio entre personas del mismo sexo por temor a la condena de las jerarquías vaticanas.

En México, es sabido, la lucha por separar a la Iglesia del Estado destruyó al país y nos hizo perder la mitad del territorio nacional y provocó la invasión francesa. Tuvo lugar el fusilamiento de Maximiliano y las Leyes de Reforma, la desamortización de los bienes del clero.

Y la Iglesia y el Vaticano, por supuesto, siguieron haciendo política. Su objetivo, desde que el papa Pío IX se consideró reo dentro de los muros de los palacios de la Santa Sede, ha sido reconquistar el terreno perdido. El control de las dos espadas y el viejo dominio de las conciencias. Aunque se niegue, en la práctica, es así.

Ahora, bajo el manto de la llamada “libertad religiosa” el Vaticano y la Iglesia Católica pugnan por volver a la educación pública; tener espacios en los medios de comunicación; y, de forma constante, someter a la política y a la ciudadanía, a su moral, hasta el mismísimo lecho. Hasta los mismos cuerpos de las mujeres y los hombres de este país.

Todo esto para aclarar, a quienes dudan o niegan, de los claros objetivos políticos del viaje de Ratzinger a México. La fecha, evidentemente, fue escogida con lupa. En medio de un delicado proceso electoral, en un país sumido en la peor crisis desde la Revolución Mexicana. Todo esto para lograr arrancar, a la clase política, las concesiones que el papa y la jerarquía vaticana y mexicana ambicionan para reconquistar, una parte más, de lo que las Leyes de Reforma les quitaron.

Detrás de los aplausos, los papelitos de color amarillo y blanco, las porras, la movilización masiva de los acarreados de la fe apostólica y romana, la paralización de todo un Estado y la política nacional, se esconde la ambición de mostrar músculo político. Y, efectivamente, los cuatro candidatos presidenciales, caerán mañana rendidos ante el papa en la misa en la que el pontífice exigirá, en nombre de la paz y de la crisis que nos aflige, la apertura a la Iglesia Católica de la educación pública nacional. La gran solución a todos nuestros males: la fe y la religión. Amén.

La Iglesia promete hacer proselitismo, como siempre lo ha hecho, a favor de quienes se comprometan a darle, lo que exige. No es novedad.

Por ejemplo. Los obispos de Estados Unidos, nos comenta el vaticanista y escritor, Francesco Peloso, recibieron la indicación, recientemente en una visita a la Santa Sede, de apoyar al campeón de la derecha católica y evangélica, Rick Santorum.

Es decir, el Vaticano promueve activamente el voto contra Barack Obama, aunque el neo cardenal estadounidense, Timothy Dolan, ha tenido escasos resultados, hasta ahora, para poner en dificultades al presidente estadounidense. Como se sabe, la Iglesia Católica de los Estados Unidos se subió en el ring con la administración estadounidense de Barack Obama, por la defensa de la exención de los entes católicos de la obligación de ofrecer una cobertura en materia de anticoncepción, a la que obligaba una iniciativa de ley.

Ratzinger ha utilizado el mismo Caballo de Troya: la “libertad religiosa”, en el vecino del norte. La que ha dicho que está en riesgo en Estados Unidos. Misma estrategia aplicada en México. El retorno al poder, al control de las dos espadas, pasa por la educación y el control de las conciencias. Como en el Medioevo. Y a eso viene el papa. A aprovechar la fragilidad, la debilidad, de un gobierno en salida en medio del descrédito, para imponer su agenda. A la que también buscan plegar –y lo han conseguido- a los otros partidos, debilitados también por evidente incapacidad intelectual de sus cuadros y por simple cálculo político. Es decir, por pragmatismo puro.

Así las cosas, México, de rodillas, en pecado concebido.

Facebook
Twitter
LinkedIn