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En 1994

iloveyourtshirt

Por Alejandro Pulido Cayón

Habían pasado 10 años desde que George Orwell vaticinó el advenimiento del Gran Hermano. Muchos adultos de hoy, éramos adolescentes que apenas probaban la delicia de votar por primera vez. La música, el reclamo por más espacios culturales, los ánimos democráticos, y un país que estaba al punto de estallar, nos marcaron. En 1994 vivimos al filo y caminamos sobre cuchillos. Y aquí estamos de vuelta, para ver el desenlace de un momento histórico más.

Esos días, recuerdo, algunos estaban ciertos de que éramos un país del primer mundo; ilusión que se resquebrajó con la irrupción en escena política del EZLN. Qué locos. Tenían al Subcomandante Marcos, que de cariño era el Sup Trucutrú, quien hacía de la protesta un poema. Encandilaba. La atmósfera anunciaba que todo iba a cambiar, que ahora sí, la alternancia era un hecho con el Cuauhtemochas a la cabeza. Otra desilusión.

Quienes vivimos de jóvenes ese año, también recordamos a los Cramberries, los Cardigans,  Blind Melon, Beck, y en Mérida, la primera vez que Fernando Delgadillo pisó suelo yucateco, donde azuzado por la concurrencia a su concierto muy privado, cantó No se olvida, rola que habla del 2 de octubre del 68. Teníamos música, teníamos pasión.

Hasta la fecha, sostengo que desde hace 18 años no hubo momento más crítico para el país. Con el magnicidio de Luis Donaldo Colosio (que por cierto en estos días es recreado en la pantalla grande), México dio tumbos espantosos en la economía mundial. La fuga de capitales se puso al tres por uno, el secuestro de Alfredo Harp fue otra nota importante. En ese momento, el “voto de miedo” funcionó a favor de Ernesto Zedillo.

Aunque ganó las elecciones, Zedillo no la tenía fácil y en la transición presidencial vimos el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu y la acusación a su hermano, Mario, de que había sido un crimen desde el partido. Hoy, Mario Ruiz descansa en el camposanto luego de haber estado preso en los Estados Unidos.

Una guerrilla alzada, dos magnicidios, el secuestro del mayor banquero nacional, la caída en picada del peso y, nadie lo esperaba pero se veía venir, la catastrófica devaluación de nuestra moneda y una crisis nunca antes vista cerró 1994. Hasta ahora, nunca hemos vivido acontecimientos tan tremendos. Y no teníamos tuit ni feis ni blog ni youtube.

Ese 1994, lo que sí teníamos era un ansia por que fuéramos escuchados, por manifestar nuestras ideas y propuestas. Teníamos la juventud, y muchos de mis amigos ya tenían hijos de meses y pocos años. Veníamos, algunos, de escuchar anécdotas de un lejano 1968, nos indignábamos o comprendíamos lo que había ocurrido. México cambió ese año, y el madruguete zedillista del 2000 era inevitable.

Hoy, en términos de evolución cultural, de evocación liberadora, los jóvenes que toman las calles bajo la firma #YoSoy132, estoy cierto que son herederos de una memoria colectiva, de una necesidad primigenia para hacer que desde el pasado vayamos al futuro. Cada quien cosecha lo que siembra.

En 1994 se moldeó una forma distinta de ver el mundo, de estar en México. Y hoy, a 18 años, los hijos de mi generación llevan la batuta en las calles. Ojalá comprendan la tremenda responsabilidad que eligieron. Digo yo nomás digo.

@alexpulidocayon

Mérida, Yucatán, a 10 de junio de 2012

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