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Elena Bipolar

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Elena Bipolar

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Por Alejandro Pulido Cayón

A continuación, les presento el texto que leí  durante la presentación del libro Bipolar, de la autora sinaloense Elena Méndez, en el marco de la Feria Internacional de la Lectura de Yucatán 2013:

Este cuento inició en octubre. La memoria me traiciona, así que voy a mentirles si digo que fue a principios o finales de mes; lo cierto es que la víspera del Día de Muertos, Bipolar se convirtió en promesa: emprendería un viaje desde Sinaloa, allende el Pacífico, para manifestarse en la frontera del Mar Caribe. Hoy somos testigos del arribo a buen puerto de esta obra, y por gracia del destino, también de su autora: Elena Méndez.

Hace apenas unos días, el escritor yucateco Raúl Renán grafiteó un mural, creado para eso –aclaro-. Estampó de puño y letra: “Ir en contra eleva el alma”. Viene a colación debido a que en su brevedad –y gracias a un lenguaje preciso-, Bipolar retrata un espíritu indomeñable, auténtico, espontáneo por consigna, al que poco o nada le importa vivir a contracorriente; ergo: es el retrato de un alma puesta en pie.

En las 21 narraciones de Elene Méndez asistimos a una fiesta de altibajos, de voces que se materializan en múltiples formas. De pronto el homenaje, el guiño al gran cronopio; antes, la carnalidad desatada en los confines de un autobús; luego la transgresión en paradisíaco hotel; y a río revuelto las alusiones literarias al estilo del Sombrerero Loco disertando sobre Madame Bovary; claro, tampoco falta la narración que ocurre en el ambiente actual de México: mostaza, antros, narcoviejas y batos que imaginamos así: con cinchos piteados, sus siete leguas y camisas a cuadros. También, se presenta el ímpetu sexual por las dos vías en cibersexo y consideraciones sobre heteroflexibilidades, que dan paso a la melancolía.

Dividido en dos apartados -El cuerpo del delito y Tal vez morir en soledad-, Bipolar escapa a las etiquetas de los géneros literarios; en todo caso, estamos ante un híbrido con cuentos, relatos y esbozos poéticos, que en forma y fondo honran su título. Sin embargo, en mi opinión su contenido dista mucho de ser una representación del trastorno afectivo al que hace referencia. Pienso que los personajes «elenamendecianos» tienen un severo padecimiento, se llama humanidad.

Elena hace de su pluma el famoso escalpelo para la disección de un aspecto medular en las sociedades actuales: la expresión del género y la sexualidad. En sus relatos con perspectiva masculina, es fiel en su representación: sin espejismos y mucho menos imposturas, se aproxima a lo que los hombres hacen y les da significación. En contraste, sus personajes femeninos aparecen empoderados, mas no amachinados; sus mujeres son bien mujeres, me atrevo a decir, con todo y los estigmas sociales que –malamente- reproducimos muy mexicanamente.

A continuación, seré impropio a riesgo personal. Una regla no escrita para las presentaciones de libros reza que los presentadores habrán de ceñirse a la obra. Las reglas se hicieron para romperse, ya qué. Quiero hablarles sobre eso que no está en el libro, pero que tiene que ver con Bipolar, porque representa el esfuerzo de la autora por darle luz a la obra en la que deja 10 años de su vida, y algunos reveses con las editoriales.

Mi reflexión es esta: hay quienes escriben porque necesitan hacerse visibles, la literatura –para ellos- es un medio, rara vez un fin. Letra a letra construyen una leyenda personal, se convierten en ídolos de papel que demandan público reconocimiento. Otros, los menos, están condenados por la palabra, son extraña especie entre la tropa, son tribu aparte, la literatura los ha elegido, y entonces -sin remedio- escriben desde el corazón, desde la entraña, su estigma es la autenticidad: seres bipolares que gozan el privilegio de una cordura que enloquece, pero como valor añadido, poseen el coraje, entereza y arrojo de plasmarlo en blanco y negro, de manera rotunda, y Elena Méndez pertenece a este segundo grupo. A ella, la literatura la eligió.

Mérida, en la FILEY, a 15 de marzo de 2013

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