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El Síndrome de la Encuestitis

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El Síndrome de la Encuestitis

El Síndrome de la Encuestitis

elecciones2009

Por Alejandro Pulido Cayón

Constituido por diversos síntomas, el Síndrome de la Encuestitis se presenta -en primera instancia- por una peculiar interpretación de las llamadas “fotografías del momento”.  Encuestas van y vienen, sus resultados se veneran como realidades absolutas. Este raro padecimiento afecta a un amplio sector de la población que, sin otro elemento a mano, cree a pie juntillas en los vicarios del cálculo probabilístico y sus voceros.

Si lo dice una encuesta ha de ser cierto, aseguran los partidarios del confort. Las encuestas no sirven, arremeten los desfavorecidos por la venia del actuario. Y así, hay quienes ponen todos sus huevos en una encuesta. He ahí otro claro indicio de este raro padecimiento: El Síndrome se torna más evidente cuando se deja de cuestionar la metodología y se descarta el cruce de datos.

Pese a que trabaja y se nutre con estadísticas, la encuesta por su naturaleza tiene márgenes de error y su confiabilidad nunca llega al ciento por ciento; además, una de sus finalidades es la exploración de opiniones y percepciones, nada más. Que alguien tenga 35 puntos en la intención del voto, puede ser interesante. Sin embargo, en ese mismo contexto es más revelador que el 40 por ciento de los encuestados se considere indeciso. Es justo en ese espacio donde influyen las variables de una campaña. O por ejemplo, que los adelantados en la política tengan hasta un 58 por ciento de opinión desfavorable, los perfila vulnerables en una eventual contienda. Manejar únicamente un dato del universos de información que puede arrojar uno de esos estudios, devela que cada quien interpreta la encuesta según la feria que ve, o el cuadro que le pintan.

Prolijas son las voces que se avientan a citar tal o cual encuesta. Dentro del Síndrome, una de las pistas incuestionables sobre su padecimiento es la finalidad mediática con la que se difunden este o aquel dato. Hay casos muy interesantes, como el ocurrido en 2007, cuando “todas las encuestas” que se propagaron daban el triunfo a quien finalmente perdió la gubernatura de Yucatán. Tres años después, “todas las encuestas” señalaban que en Mérida habría una paliza casi de dos a uno de la candidata más aventajada sobre la rival más cercana; al final del conteo de actas, en las cifras reales desaparecieron 16 puntos porcentuales de ventaja en menos de una semana. Y es que una diferencia de más-menos cinco por ciento suena normal, pero…

El factor humano, los eventos de último momento y los indecisos, tienen un peso específico que las encuestas con dificultad prevén. Hoy puedes ser un ebrio, y mañana una tuiteriza te convierte en el apóstol del FUA o en Lady de Polanco o te desmayas como Chepina o ya no entras a la Ibero.  A decir verdad, el Síndrome de la Encuestitis afecta a muchos, pero sólo es peligroso para quienes confunden la popularidad del momento con los entresijos del poder.

Si alguien tiene al alcance alguna encuesta de probada metodología sobre cómo están las cosas en este mi querido terruño del papadzul, que se moche y la comparta acá con la plebe. Finalmente, todos somos unos indecisos hasta que nos encuesten lo contrario.

@alexpulidocayon

http://facebook.com/alexpulidocayon

Mérida, Yucatán, a 14 de mayo de 2012.

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