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El premio desierto

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El premio desierto

Desierto, así fue declarado el premio de literatura “Antonio Mediz Bolio” en su edición 2015. Este galardón se otorga a quienes han logrado una obra destacada en las letras. Desde su institución hace aproximadamente tres décadas, esta es la primera vez que la presea queda sin recipiendario.

La pregunta es obligada: ¿Llegamos al punto en el que ninguno de los creadores literarios yucatecos contemporáneos ha consolidado su trabajo?

metriA decir del titular de la Secretaría de la Cultura y las Artes (Sedeculta), Roger Metri Duarte, ninguna de las propuestas recibidas tuvo méritos suficientes.

El problema, desde la óptica del funcionario, radica en la mecánica para designar a quien sea galardonado y no, como podría pensarse, en que hay un agotamiento en la literatura yucateca o, en el mejor de los casos, vivimos un relevo generacional sin que alguien haya logrado cimentarse.

Analicemos una a una las anteriores explicaciones de lo ocurrido. Primero, si fue como asegura Metri Duarte y los candidatos de este año carecían de lo necesario para obtener el reconocimiento, estamos ante una situación que revela un serio desinterés de la sociedad por involucrarse en la política cultural, ya que la convocatoria habría tenido escasa respuesta.

Lo mismo ocurrió hace un par de años con el premio estatal de periodismo cultural, en el que únicamente hubo dos propuestas y de las dos no hacían una. De ser este el caso, habría que pensarse en otros métodos para la designación de esos galardones.

Entre las personalidades que han obtenido el “Antonio Mediz Bolio”, contamos a Raúl Renán, Rubén Reyes Ramírez, Javier España, Agustín Monsreal, Juan García Ponce, Joaquín Bestard y Sara Poot Herrera, por mencionar algunas.

Esta breve lista, que deja a muchos creadores fuera, es sólo un mínimo referente sobre la calidad que se espera de quienes reciben el galardón. Visto así, a la luz de la decisión del jurado en esta ocasión, nos estamos quedando sin pesos pesados en la literatura.

La tercera opción -a mi juicio la más esperanzadora-, es que nos encontramos en un intersticio, en un momento muy peculiar. Una generación que apenas llega a la madurez, está en vías de ofrecernos sus mejores trabajos mientras que otra, más joven, prepara el terreno para lo que será la literatura yucateca en este siglo.

Porque eso sí, y en esto soy definitivo, los grandes literatos del siglo XX ya nos entregaron su resto. Visto desde esta perspectiva, el problema está en un grupo de creadores forjado desde la década de 1990 que se ha visto incapaz para dejar su huella. No hay de otra.

Ahora bien, estoy cierto que, pese a todo, los jóvenes que resultaron triunfadores en diferentes categorías de los premios literarios de este 2015, son preclaros exponentes de una nueva forma de abordar la condición humana a través de la palabra. Son personas entre sus 20 y 30 y pocos años que nacieron para contarnos el mundo con ímpetu renovado.

En ese sentido, me arriesgo a la afirmación de que, hoy por hoy, la literatura en Yucatán apenas está por darnos lo mejor de lo mejor. Es cuanto les cuento.

En Twitter: @alexpulidocayon

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