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El Efecto Tequila y secuaces

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El Efecto Tequila y secuaces

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Por Alejandro Pulido Cayón

 

Mérida, Yucatán, a 30 de junio de 2011.- México tiene el grande honor de haber globalizado el “Efecto Tequila”, con el que puso a bailar el Jarabe Tapatío a las economías del mundo allende el año de Nuestro Señor 1995. Más reciente es la estrepitosa caída de los bancos industriales norteamericanos, que dejaron colgadas de una hebra las finanzas internacionales, con su debida crisis en 2008. Ahora, Grecia es la amenaza. Cuestiones sistémicas, dicen los iniciados en la espiritualidad fractal de los dineros.

Árido de por sí, el tema financiero ofrece vertientes argumentales para melodramones onda los ricos también lloran. Ejemplo de ello son películas como “Un trabajo interno” (Inside job) y “Demasiado grandes para fallar” (Too big to fail), las cuales abordan desde perspectivas y géneros opuestos los orígenes, causas y efectos de la crisis económica del 2008. A ellas, añadiría la producción mexicana “El Efecto Tequila”, que usa de disparador dramático el afamado “error de diciembre”, y con ello sufrir un fugaz paso por la cartelera nacional.

 Ya en 1987, en plena quiebra bursátil, Oliver Stone obsequió su punto de vista sobre el mundillo del dinero con la irremplazable “El poder y la avaricia” (Wall Street); filme que, fuera de su condescendencia moralina, hace de las finanzas mundiales la arena donde se discuten pasiones y perversidades humanas. Este es el antecedente inmediato.

Premiada con el Oscar como Mejor  Documental, “Un trabajo interno” escarba en el génesis de la crisis económica de 2008. Con una narrativa más didáctica que experimental, la película sienta al banquillo de los acusados a cada uno de los presuntos responsables de la debacle mundial que se originó en una “burbuja hipotecaria”.

Matt Damon presta su voz para narrar las consecuencias e impacto de esa crisis, cuyos efectos aún persisten. Con diagramas y una acertada elección de material de archivo, esta cinta dirigida por Charles Ferguson deja claro a quiénes consideran responsables y beneficiarios del monumental descalabro que llevó a la creación de los 10 bancos más grandes del mundo, sin que a la fecha haya poder humano que los regule. Por cierto, destaca la opinión de la recién electa directora del FMI, Christine Lagarde.

“Demasiado grandes para fallar” constituye la otra cara de la moneda. Este docudrama –producido para televisión por HBO Films- pinta casi como héroes globales a los dirigentes de la economía estadounidense que vivieron las perturbaciones telúricas de lo que pudo ser la mayor catástrofe mundial generada por el propio hombre y que, finalmente, reventó con menor intensidad.

Mientras que “Un trabajo interno” cuestiona con cierta objetividad la desregulación bancaria y el papel que jugaron en ese episodio de la historia reciente personajes como el banquero Richard Flud,  y los “ingenieros de la economía” gabacha Henry Paulson, Ben Bernanke, Timothy Geithner, entre otros; en “Demasiado grandes para fallar” topamos con una sentida defensa de tan insignes ciudadanos del mundo.

 Actores de primera línea entre los que se cuentan James Woods (Flud), William Hurt (Paulson), y Paul Giamatti (Bernanke) encarnan a los funcionarios y banqueros norteamericanos que, gracias a su ambición pantagruélica –y hay que reconocerlo: hábil manejo de la situación-, llevaron las riendas y el destino del mundo ese funesto 2008.

Esta segunda cinta que se comenta, fue dirigida por el laureado Curtis Hanson con base a un guión adaptado del libro homónimo de Andrew Ross Sorkin. A diferencia de anteriores trabajos del cineasta (L.A. Confidencial; 8 Mile; Wonder Boys), ahora muestra un cobre chauvinista que tal vez por ello mismo inyecta dinamismo a una historia de suyo desértica.

El común de los mortales, algo así como seis mil millones 956 mil 377 habitantes del planeta, tenemos por cierto que los banqueros y su horda de economistas, matemáticos y sacerdotes del metálico llegan tejer laberintos inescrutables; sin embargo, la película de Hanson deja las profundidades numéricas para acentuar la intensidad emocional de los personajes y, obviamente, convencer al espectador de un discurso subjetivo y, hasta cierto punto, apologista de los funcionarios de la administración Bush. Claro, el índice admonitorio recae en los principales beneficiarios de la debacle: los banqueros.

Original del mexicano León Serment, “El Efecto Tequila” opta por acercarse a “la más mexicana de las crisis” desde el común dramático de la particularización, de centrar la catástrofe mundial en personajes de carne y hueso. De hecho, el slogan promocional aclara que se trata de una historia de amor… al dinero.

Estrenada el pasado 17 de junio en una cadena nacional de cines, el filme fue víctima de una velada censura, ya que bajo el argumento de aportar pocos ingresos el primer fin de semana fue retirada de la cartelera. Lo cierto es que subsisten pruritos políticos, a pesar de los 16 años de distancia de tan terribles hechos, que arrasaron la vida de millones de mexicanos y aun hoy pagamos sus estragos.

Estoy casi cierto que “El Efecto Tequila”, en honor a la mexicanidad, será un éxito en los circuitos marca Tepito Productions. De algo se tiene que vivir en la economía informal, ¿o no?

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