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Crisis, Fuentes y Aníbal, amigo de mi padre

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Crisis, Fuentes y Aníbal, amigo de mi padre

República de las Bananas
carlos-fuentes
Por Eduardo Lliteras.
Vivimos tiempos convulsos. La crisis de la deuda europea, provocada por las políticas neoliberales y la voracidad de bancos y empresas privadas, está degenerando en una crisis social y política de imprevisibles consecuencias en el Viejo Continente.
El engaño, como señala Juan Torres López (catedrático de la Universidad de Sevilla) en el diario español Público, es afirmar que la culpa la tienen los Gobiernos europeos, por haber gastado de más en servicios públicos. Y los ciudadanos comunes y corrientes, por haber vivido todos por encima de sus posibilidades.
Esto es falso. Pero en México, Calderón, como buen sátrapa neoliberal, predica cual fiel siervo que hay que seguir aplicando el hambre al pueblo. Y las ganancias y la riqueza desmedida, para unos cuantos.
La deuda creció en Europa, para empezar por el financiamiento privado impuesto a los Gobiernos, lo que dejó enormes dividendos a los banqueros privados.
“Los economistas franceses Jacques Holbecq y Philippe Derudder han demostrado en su libro La dette publique, une affaire rentable: A qui profite le système? ( Ed. Yves Michel 2009) que Francia ha tenido que pagar 1,1 billones en intereses desde 1980 a 2006 para hacer frente a la deuda de 229.000 millones existente en ese primer año”.
En México sabemos bien lo que es eso. El pago del Fobaproa (o Robaproa, que fue aprobado por Calderón como diputado, con el PRI de entonces), del que salieron millonarios numerosos políticos, algunos de ellos panistas, como Vicente Fox.
Allí están los resultados. El desempleo juvenil en México no ha cesado de crecer, por ejemplo. El último dato de la OCDE dice que se ha incrementado casi dos puntos porcentuales en los últimos cinco años del Gobierno panista.
Y son los jóvenes los que están reaccionando con creciente rabia en las universidades del país. Públicas o privadas. De Guerrero (donde hubo asesinados por las policías) a Michoacán, el DF o Querétaro, por citar las últimas. Y la rabia, sabemos, puede conducir a exabruptos violentos. A maniqueísmos. A estallidos.
Precisamente, Carlos Fuentes en su último artículo publicado en el diario Reforma, antes de morir, narró cómo, acompañado por William Styron, Arthur Miller y García Márquez, asistió a la inauguración del Presidente Mitterrand, en París. Fuentes afirmó que “la cultura literaria de un presidente francés nunca sorprendía”. Esa cultura, tan necesaria, no como adorno, sino para aprender a vivir, a gobernar y a morir.
Fuentes habló, antes de fallecer, de anécdotas, conversaciones, viajes y remató con la elección de Gabriel García Márquez de México para vivir. “Vivir para contar”, dijo Fuentes. Y añadió: “México, en año electoral (2012), va rumbo a una renovación colectiva que supera a partidos y a candidatos. Vivir para contar”, dijo el escritor mexicano. Fuentes vino, vivió y narró. Narró al Tiempo Mexicano, al que vio rebasando a la clase política.
Escribir, leer, para aprender a morir, quizá para aprender a gobernar. Y por cierto, dedico la presente columna a mi padre quien murió siguiendo en sus lecturas a las huestes de Aníbal Barca, desde Cartago a Roma. Aníbal, era el héroe de mi padre, quien veía en él al antepasado legendario de todos los Lliteras, llegados al Levante ibérico desde las costas africanas de Cartago. Y de allí, a México, a muchos puntos del Continente Americano. Aníbal, quien puso en jaque a Roma, atravesando los Pirineos y los Alpes a lomo de elefantes, era el antepasado mítico de mi padre. Así se veía Don Eduardo, luchando contra el más colosal de los poderes. Los de fuera, pero también ese que llevamos dentro y que amenaza con derrotarnos, el miedo a vivir, al que siempre desafió. Luchar, vivir denodadamente, como un guerrero. Como un escritor. Eso me enseñó. Sin miedo a la muerte.
www.infolliteras.com

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