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Clasificación C

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Clasificación C

bacantes-cartel-cholulPor Alejandro Pulido Cayón

Hay obras de teatro para todo público y público para cada obra, o al menos eso es lo deseable, máxime cuando la sociedad meridana presenta profundas diferencias sociales, culturales y económicas que, hasta cierto punto, obstaculizan que la gente se acerque a los espacios teatrales.

Es de reconocerse el esfuerzo que se hace por acercar expresiones artísticas a las comunidades rurales de Mérida; sin embargo, califico de error institucional el que una excelente obra de teatro como Las Bacantes, dirigida por Raquel Araujo, haya sido presentada en la Plaza Principal de Cholul, cuando el contenido y la puesta en escena está dirigida exclusivamente al público adulto.

Me pregunto, las autoridades culturales del municipio: ¿Serían tan audaces de programar esta misma obra en la Plaza Grande de Mérida, con la simple advertencia de que es una función para adultos?

Comenté en Agenda Fórmula, aquí suscribo y reitero mi opinión, que fue un terrible error del director de Cultura del Ayuntamiento, Irving Berlín Villafaña, que se haya llevado a cabo ese evento en un espacio abierto, de libre acceso a todo público, niñas y niños incluidos.

Quede claro, en ningún momento se demeritó el trabajo profesional de quienes integran la compañía teatral La Rendija, y mucho menos se criticó la calidad artística que ha caracterizado a Raquel Araujo. Lamento, eso sí, que se trate de desvirtuar lo que se dijo al aire.

Para abundar en ello, la puesta en escena ha tenido excelentes críticas y cuenta con apoyos federales y municipales, además de haber sido seleccionada por un comité para formar parte de la temporada cultural del Ayuntamiento. Eso no está a discusión, el mérito artístico es evidente, insisto.

Lo que sí deben cuidar los responsables de las políticas culturales, sobre todo en materia de formación de públicos, es el tipo de obras y la clasificación de las mismas cuando éstas son llevadas a comunidades rurales, donde los asistentes pocas veces tienen la oportunidad de acercarse a estas expresiones.

Al respecto, un célebre y recién homenajeado por el Ayuntamiento de Mérida, abogado y escritor, tuvo a bien llamarme al concluir Agenda Fórmula. A su parecer, está bien que en nombre de la libertad artística se lleven obras con desnudos y escenas más fuertes a las plazas públicas de todas las comisarías no sólo de Mérida, sino del Estado entero. Y consideró que mi posición es decimonónica, que promueve la censura y es racista.  Cada quién su avión, ¿verdad, Óscar Sauri Bazán?

Llama mi atención que haya funcionarios a los que se les tiene por sensibles, plurales y de cultura enciclopédica que, a la primera crítica, sientan que se trata de una ofensa directa, cuando en realidad se trata de señalar lo que me parece un desacierto.

La cuestión es que, más allá de los desnudos o no en escena, hay espacios propicios para cada expresión; incluso en el cine hay clasificaciones, o qué: ¿vamos a sustituir la provocación y el morbo por la promoción cultural, eso sí vende?

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