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Antes de que nos olviden

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Antes de que nos olviden

Chavorrucos, rucos, chavas y chavos a secas desatados por doquier. Mezcla de generaciones envuelta en sudor y sabor a licores, impregnada con aromas a cáñamo en fuego vivo y adrenalina y testosterona y feromonas y fajes furtivos entre la multitud. La fórmula de la euforia, la esencia del rock y sus rituales de carne viva se manifestaban en cada acorde del megaconcierto Corona Elements. El cartel, ya se sabe, fue de lo mejor: DLD, Kinky, Maldita Vecindad y Caifanes. ¿Qué más se le puede pedir a la vida?

Apenas empezaba la tarde de este último sábado cuando las inmediaciones del Jardín Carta Clara recibieron una progresiva ola de vehículos, una silente marejada humana que, poco a poco, abarrotaba el recinto. En el cielo se desdibujaban nubes de tonos malva. Al fondo de la gigantesca explanada, el escenario ostentaba unas estructuras como de velas al viento. Iniciaba la liturgia musical con la agrupación DLD. La cerveza todavía estaba tibia.

La banda mexiquense, a decir verdad, ofreció una actuación notable. Movieron emociones, prepararon el terreno para lo que venía, al tiempo que lanzaban proclamas para despertarnos la conciencia sobre el daño que nos infringimos como especie al destruir el planeta, a propósito del huracán Patricia que recién se había degradado en la Sierra Madre Occidental. Y bueno, dejaron la escena con parte de la tropa bien enrojecida.

Remachaba el sol el horizonte cuando los regios de Kinky entraron a la palestra. Su oficio alternativo, con esa amalgama de sonidos tecno, guitarras rock y distorsiones acústicas, pronto hizo que las almas de los presentes dieran brincos, que azotaran sus voces al grito de: “¡Vamos queriendo más y más! ¡Vamos queriendo más y más! ¡Más más más y más!”. La masa corpórea se compactaba, se arrejuntaban hombros, piernas y palpitaciones. Cerraba la noche y el tumulto llegaba a casi una decena de miles.
Roco, Pato, Aldo y Sax, abrían el plato fuerte de la maratónica sesión. La Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio, con 30 años de historia a cuestas, enardeció a la tribu. En distintos puntos de la concentración del público, los torbellinos del “slam” dieron rienda suelta al vértigo. Los músicos de Ciudad Neza pasearon al respetable por todas las emociones, desde la indignación cuando mencionaron los asesinatos de Aguas Blancas, Acteal y Ayotzinapa, hasta la cachondez en su rica interpretación de “Kumbala”. Para esas alturas, ya todos se sabían bien pachucos.

IMG_0299Eran cerca de cuatro horas de la tocada en lo más alto. Rayaban las 11 de la noche. La gente seguía entrando al Carta Clara. La multitud rugía. Los que una vez fueron Las insólitas imágenes de Aurora y Jaguares, hoy otra vez Caifanes, se apoderaron del entarimado. Tocaba oficiar a su “front man”, Saúl Hernández. La entrega fue total. “No dejes que…”, “La célula que explota”, “Nubes”, “Afuera”, “Aviéntame”, “Aquí no es así”, “Mátenme porque me muero”, “Antes de que nos olviden”, “Hasta morir” y “Quisiera ser alcohol”, fueron temas que tocaron a los ahí arremolinados y los hicieron corear y hasta bailar con “La negra Tomasa”. Y así, cerraron este concierto de antología. Los rucos nos dimos cuenta que aún somos chavos. ¡Que viva el rock!

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