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¿El carnaval de Mérida como el de Río de Janeiro?

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¿El carnaval de Mérida como el de Río de Janeiro?

 

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Por Eduardo Lliteras Sentíes

 

¿El carnaval de Mérida como el de Río de Janeiro? Bueno, soñar no cuesta nada, pero podría ser un punto de partida para transformar  a la actual fiesta, convertida en feria de intereses comerciales, en un auténtico carnaval con escuelas dedicadas al arte del disfraz, al baile y a la confección de carros alegóricos, que reflexionaran sobre la universalidad de temas que afectan a la sociedad meridana, mexicana y mundial. Una auténtica expresión popular, no exenta de crítica política y mordaz sátira, debería caracterizar a la fiesta, además de la creatividad fundada en nuestro patrimonio cultural, prehispánico y europeo.

Sin embargo, la amarga realidad es otra, prohijada durante décadas de administraciones que permitieron que el carnaval se convirtiera en un baile de intereses comerciales hacinados. Basta echarle un vistazo a la principal avenida de la ciudad, que sueña también con convertirse en meca del turismo mundial, para comprender que el carnaval necesita cambiar de sede.

Durante los días de carnaval se podían ver restos de comida, tinajas con aceite y platos y ollas enjabonados, en las aceras de Paseo Montejo. Comida descomponiéndose en puestos de alimentos sin alguna higiene. El aceite abandonado después de usarse a la intemperie, para volver a utilizarse, sin control alguno de las autoridades de salud.

Carritos de hot dogs y marquesitas estacionados junto a los baños químicos. Puestos de comida encimados a los baños portátiles. Basura y más basura, a pesar de las brigadas de limpieza del Ayuntamiento de Mérida. Suciedad por doquier, malos olores, mugre untada a las aceras y calles, daños a todo el moblaje urbano.

Pensar que en estas condiciones va a venir más turismo, es por lo menos iluso. Las aceras del centro, con montones de sillas y rejas, obligaban a los turistas y ciudadanos a bajar de las banquetas en los días del carnaval, entre el tráfico que saturaba las calles del centro. Así, Mérida se convierte en una ciudad que no invita a ser caminada, con sus aceras ya de por sí excesivamente estrechas, llenas de obstáculos.

El carnaval podría realizarse en otra sede. Y eventualmente, se podría llevar a cabo un desfile por Paseo Montejo, pero libre de puestos de cervezas y comida, los que deberían ser trasladados a la sede permanente, por ejemplo, en X`Matkuil.

Si Mérida quiere, además de soñar, convertirse efectivamente en destino de millones de turistas, tiene que cambiar, a fondo, su actual carnaval. De otra manera, las comparaciones con Río de Janeiro, sólo nos harán sonrojar.

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