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¡Toma tu SOPA!

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¡Toma tu SOPA!

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Por Alejandro Pulido Cayón

“Entre todas las vidas, escojo la del pirata cojo”.

Joaquín Sabina

Mérida, Yucatán, a 25 de febrero de 2012.- Acabamos de rebasar un punto histórico más. El retiro del proyecto SOPA (Stop Online Piracy Act), deja sobre la mesa diferentes perspectivas para considerar intereses particulares versus derechos universales. Aunque no es la primer ni la última vez que legisladores estadounidenses meten sus moches con alcances transfronterizos, en este asalto las leyes de gabacholandia, dicho a lo pelón, se la pellizcaron a los hacktivistas. Sin embargo, la guerra por la libertad de conocimiento en el ciberespacio apenas inicia.

Pienso que este momento es crucial no sólo para los ciudadanos estadounidenses, sino para más de una cuarta parte de la humanidad que tiene acceso a Internet. Estamos hablando de unas mil 700 millones de personas que aprovechan para bien o para mal los contenidos que circulan, se generan y transfieren vía Internet.

Si bien el senador Lamar Smith retiró la iniciativa SOPA antes del anunciado apagón de Internet (previsto para el 23 de enero pasado); las acciones represivas contra la piratería por parte del FBI fueron inmediatas: capturaron a los creadores y administradores del popular sitio de intercambio Megaupload, en lo que fue un operativo ejecutado en Nueva Zelanda, Alemania y Holanda. Y es que el tema de fondo involucra los derechos de autor y el lucro indebido, además de las libertades de conocimiento y expresión.

Alertados de que estaban en peligro derechos básicos, innumerables cibernautas se sumaron a la oposición contra la SOPA, sin mayores cuestionamientos o análisis. La calentura del senador Smith, hay que decirlo, estaba cilindreada por grandes estudios hollywoodenses y disqueras internacionales. Entre las muchas linduras de esa fallida propuesta, destacaba su carácter punitivo consistente en el cierre de sitios que tuvieran contenido protegido por el derecho de autor. Ello implicaba, en la práctica, sanciones a las más importantes empresas de la Web: Google, Facebook, Twiiter, MySpace, et al.

He aquí el otro aspecto medular: el pleito real se libra entre empresas con intereses económicos poderosísimos –y si dudan sobre el poder de la información, piensen en manos de quién está lo que se publica en las redes sociales.

Esta nueva asonada, supuestamente contra las libertades que garantiza Internet, tiene connotaciones diferentes a las que dieron paso al cierre de Napster hace ya casi una década. El argumento legislativo puede ser el mismo: combatir la piratería en línea; sin embargo, a estas alturas hay muchísimo más en juego porque el intercambio de conocimiento, información y datos, se da más allá de los protocolos P2P y FTPS. Con las herramientas informáticas disponibles en casi todos los sitios, el flujo y descargas de material es, literalmente, cosa de niños. Y está ese otro ingrediente, el de la información personal a resguardo de los colosos del ciber.

El colectivo de hacktivistas Anonymous dice luchar por el mantenimiento de las libertades en la Red. Sus acciones han sido muy lucrativas mediáticamente y, desde el plano simbólico, acertadas. Luego de la aprehensión de los creadores de Megaupload, “bajaron” los sitios del Departamento de Justicia estadounidense; el ala mexicana, por decirlo de alguna manera, también ha “tirado” sitios gubernamentales como protesta. Lo cierto es que Anonymous atacó los intereses de la trasnacional Sony publicando en Twitter los links de todo su catálogo musical. Y eso, en realidad, ¿a quién perjudica o beneficia? Me cuesta trabajo entrarle a la onda maniquea de esos son los malos y estos los buenos. Digo, en los 80 nos dábamos el quién vive copiando casetes.

Otra más de las cuestiones que se obviaron durante los aciagos días de la SOPA, es que entre los principales opositores también están grandes censuradores. Google mantiene bloqueos informativos en China y Cuba; Twitter no permite publicar críticas a los gobernantes en algunos países; para Facebook las leyes y reglas aplican a según la región del mundo que se trate. Además, cuentan con perfiles detallados al máximo de sus usuarios, y ello les otorga refinadísimos instrumentos mercadológicos que hacen de los usuarios carne de publicidad. O sea, qué onda. Libertad de conocimiento y expresión, ajá.

Estoy cierto que el ciberespacio es tan solo uno más de los escenarios bélicos del siglo XXI. Y apenas hemos visto asonadas dispersas. Ahora sí que el gandallismo -en sí mismo- ni es malo ni bueno, la cualidad moral de las acciones pasadas de lanza lo determina la causa abanderada. Por lo pronto: ¡Toma tu SOPA!

P.D. Omito hablar de la jalada autóctona llamada Ley Döring; si no pueden con las piratecas ambulantes y callejeras, cómo le van a entrar en honduras cibernéticas.

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