Por Carmen Garay.
En el escenario político, particularmente en procesos electorales, los fiascos están a la orden del día. Apenas tomamos un respiro de las elecciones federales del año pasado, cuando ya estamos inmersos en el escenario de la primera elección de 2010, significativa como tendencia para el resto de los comicios en el país y como meta estratégica –emocional, incluso- para las dos principales maquinarias partidistas del país.
El propósito de llegar a una contienda histórica en Mérida –al parecer dictado cupular de sus respectivos institutos políticos- con dos mujeres como candidatas, en el caso específico de Angélica Araujo y Beatriz Zavala, es un lamentable despropósito del empoderamiento de la mujer, que tanto esfuerzo y tiempo ha llevado. Que más mujeres ocupen espacios políticos y de gobierno, por supuesto y sin lugar a dudas, pero ¿se trata también de seguir la tradición de botar los votos para seguir comenzando proyectos? O, visto desde los slogans de precampaña, “permíteme servirte –ahora sí– mejor” porque “…cómo te quiero –último bastión de oposición.”
Las dos precandidatas, ganadoras de sendas contiendas electorales con amplios márgenes de votos, dejaron su representación popular sin empacho alguno. Parece que quedó en el olvido el “compromiso” de concluir su responsabilidad como Diputada Federal, pero todavía son muchas las pancartas y mantas con la imagen de Angélica Araujo, candidata al III Distrito.
En cuanto al designio popular en 2006 para que Beatriz Zavala representase a todo el estado de Yucatán en el Senado – derrotó entonces a la propia Ivonne Ortega, quien a su vez, llegado el tiempo también botó la senaduría de primera minoría-, el despropósito también se hace evidente porque queda a medias su trabajo, que ya en otro momento hizo a un lado para ocupar apenas por unos meses la Secretaría de Desarrollo Social.
En ambos casos, si se llegaran a concretar sus candidaturas, los habitantes de Mérida podemos albergar mayores esperanzas de que ahora sí terminen lo que inician porque, recordemos, la alcaldía será por dos años. O, tal vez, de último momento el PRI y el PAN decidan reivindicar sus idearios y sus prácticas históricas: con otro dedazo sorpresivo en el PRI, y un proceso interno desgastante e incómodo, pero proceso y viso democrático al fin, en el caso del PAN.
Muchos ciudadanos nos mantenemos como clientela ávida de conciertos, camisetas, fiestas o, igualmente lamentable, vouyeristas pasivos del despropósito de precampañas costosas y que suelen rebasar los topes impuestos. Pero es aquí mismo, desde las precampañas, cuando la ciudadanía puede y debe tener una participación activa si observamos y denunciamos; la ley señala: “Los precandidatos que rebasen el tope de gastos de precampaña establecido por el Consejo General serán sancionados con la cancelación de su registro o, en su caso, con la pérdida de la candidatura que hayan obtenido.”
Lo cierto es que, ante tan peculiar oferta y maña de los partidos políticos, la iniciativa de reforma que propuso Felipe Calderón para “ciudadanizar” la política hace tilín pero, siempre hay un pero, también es escabroso el terreno de la participación ciudadana mientras en ese gran conglomerado que llamamos sociedad civil, existan desde capos hasta delincuentes de cuello blanco, pasando por organizaciones fundamentalistas igualmente ciudadanos. Urge análisis profundo, diálogo y debate respetuosos, pero sobre todo, verdadero sentido patriótico de quienes legislan, de quienes gobiernan y de quienes vivimos en un Estado representativo y laico, para que no se nos desmorone en plenas conmemoraciones. Hasta aquí los despropósitos, aunque van en aumento del mismo modo que siguen al alza los propósitos buenos.