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WikiLeaks: El pasado nos condena

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WikiLeaks: El pasado nos condena

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Por Carlos M. Hornelas Pineda.

En junio de 1973, Daniel Ellsberg era considerado el hombre más peligroso de América. Habiéndose desempeñado como analista del Departamento de la Defensa, habría filtrado más de 7,000 fotocopias de documentos originales en su custodia al periodista Neil Sheehan, del New York Times para su conocimiento público.

Dichos documentos, entregados a cuenta-gotas al periodista, imponían la colosal tarea de sistematización a fin de ser comprendidos en toda su dimensión, para lo cual Ellsberg acudió a la ayuda de dos personajes emblemáticos: Howard Zinn, historiador disidente y Noam Chomsky, politólogo del Massachusetts Institute of Technology, célebre internacionalmente en aquel entonces por sus trabajos como lingüista.

Estos documentos conocidos a la postre como “Los papeles del pentágono” revelaban la connivencia de los últimos cinco presidentes americanos en torno a la Guerra de Vietnam, dejando al descubierto la política de opacidad y ocultamiento al pueblo americano que había sido arrastrado a la guerra a través del engaño sistemático con un costo humano aproximado de 58,000 mil americanos por un millón de vietnamitas.

Como consecuencia, el gobierno de Nixon pedía la condena de cadena perpetua para Ellsberg, quien finalmente fue juzgado bajo el cargo de espionaje. Henry Kissinger lo consideró un traidor y le endilgó el mote del “hombre más peligroso de América”. No obstante, a pesar de la cacería humana desatada por Nixon, Ellsberg se entregó a la justicia para continuar con su proceso. En un giro inesperado del destino, el juez dictaminador sobreseyó el caso al encontrar que el proceso estaba lleno de irregularidades y Ellsberg salió libre.

La reacción de la administración Nixon fue crear una agencia contra las filtraciones de información a los medios que los periodistas de aquel tiempo, con sorna, llamaron la “Unidad de Fontaneros”. Así, Nixon pretendía desenmascarar o parar a los filtradores antes de que la información delicada llegara a otras manos. Como parte de sus prácticas habituales los fontaneros intervenían comunicaciones para interceptar a los “enemigos de la nación”, a los desestabilizadores, traidores a la causa y en general a los disidentes del sistema.

Hasta antes de su muerte acaecida este año, Ellsberg trabajaba en una organización para el fomento de la libertad de conciencia entre funcionarios públicos. Recientemente, en un foro en el que por una extraña coincidencia apareció con Julian Assange, al ser cuestionado acerca de ¿qué haría si dicha situación se repitiera en nuestros días?, contestó “habría conseguido un escáner y lo habría puesto todo en internet”.

El público americano no se había repuesto del todo tras el escándalo de los papeles del pentágono, cuando Carl Bernstein y Bob Woodward, ambos reporteros del Washington Post iniciaron una serie de reportajes basados en el contenido tanto de grabaciones en cintas magnéticas como de declaraciones de un informante calificado conocido bajo el seudónimo de “Garganta Profunda”, quien saldría del anonimato décadas más tarde para dar a conocer su identidad. Se trataba de Mark Felt, quien otrora se desempeñaba como director adjunto del FBI (Buró Federal de Investigaciones).

Los artículos de los periodistas del Post desenmarañaron los hilos de una situación que tenía su origen en la Casa Blanca. El incidente inició con la llamada de Frank Willis, un guardia de turno del complejo del Comité Demócrata Nacional para denunciar a la policía local el allanamiento de cinco hombres que posteriormente se conocería estaban interviniendo las comunicaciones del edificio. Como dato humorístico, en la película Forrest Gump, el personaje principal no puede dormir y avisa al encargado de seguridad sobre la actividad del edificio contiguo (en Watergate) con tal de que apaguen la luz que entra en su habitación.

A través de esta revelación, las investigaciones iniciadas por el  Senado descubrieron que esto era sólo la punta de un iceberg compuesto de intervención de comunicaciones, escuchas ilegales, sabotaje, espionaje político y por supuesto incursiones  ilegales del gobierno en turno a sus opositores, entre ellos, la intromisión  en la calle Watergate, de ahí el nombre del escándalo. En algunos casos el alcance de estas actividades incluyeron auditorías falsas de impuestos para sacar de circulación a informantes clave o a funcionarios relacionados.

Finalmente, tras el escándalo y la evidencia irrefutable de que una vez más el gobierno en la persona de Nixon había mentido deliberadamente al pueblo americano, siguió la única renuncia de un presidente de ese país. No obstante sus actos, la justicia jamás pudo alcanzarle.

WikiLeaks y el 2010

Durante 2010 hemos visto la mayor cantidad de información filtrada a cinco medios globales desde los papeles del pentágono. Peter King, congresista republicano ha llamado a Wikileaks organización terrorista extranjera; Sara Palin, la ex gobernadora de Alaska, dijo que a «Assange deberían cazarlo como a Osama bin Laden». Tom Flanagan, asesor del Primer Ministro canadiense, ante las cámaras de televisión comentó que deberían contratar un mercenario o enviar un vehículo no tripulado para asesinarlo. Bob Beckel, comentarista de la cadena de televisión Fox Business, recién aseguró ante las cámaras que deberían pegarle un tiro por fuera de la ley.

El 1 de diciembre de 2010, el presidente demócrata Barack Obama, nombró a Rusell Travers como Zar antifiltraciones, es decir,  director adjunto de distribución de información del Centro Nacional contra el Terrorismo: la nueva unidad de fontaneros digitales en el período de Obama. Assange ha sido retenido en el Reino Unido por delitos sexuales cometidos en Suecia y presumiblemente su proceso dista mucho del criterio en el cual prime su inocencia hasta comprobar lo contrario. En contraste, Estados Unidos busca la extradición bajo cargos de espionaje y terrorismo aplicando una ley de… ¡1917!

La información que Assange ha circulado, según se ha dicho reiteradamente, no fue obtenida merced a sus talentos como hacker, sino a través de la filtración de un informante clave, ahora identificado como Bradley Manning, un analista de inteligencia del ejército estadounidense, de 22 años, destacado en Irak. A diferencia de Ellsberg, aquí el CD desplazó a las fotocopias.  El joven soldado entraba diario a las oficinas de informática con un disco falso de la excéntrica cantante Lady Gaga, sin levantar sospechas, para luego añadirle uno a uno los miles de documentos que entregó a Wikileaks: ¿Pokerface?

Albert Camus decía que el que no conoce la historia está condenado a repetirla. La información filtrada y el proceso de Assange nos ha dejado claro como nunca que Washington no tiene amigos: sólo tiene intereses.

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