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Tercera caída

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Por Carmen Garay.

De los nuevos enroques en el gobierno de Felipe Calderón, uno nos parece más significativo, más sensible. Si hacemos uso de memoria, podemos afirmar que el cuarto relevo en la Secretaría de Gobernación durante este sexenio, no se fraguó el 4 de julio, con la inusitada victoria de las alianzas entre el PAN y PRD, ni luego de la renuncia de Gómez Mont al PAN a inicios de 2010. La turbulencia en la oficina de Bucareli se gestó  desde las campañas negativas que caracterizaron el discurso del PAN en 2006.

La política interior de México, por si queda duda, ha dado tumbos desde la toma de protesta al Presidente electo, que fue un pequeño avance de la difícil tarea que representaría conciliar, después de descalificaciones, desafueros e intervencionismo presidencial, a las distintas fuerzas políticas y entidades del Estado Mexicano.

Los cambios, los llamados enroques, se dan en todos los niveles y en cualquier momento de los periodos de gobierno. Se trata de esa facultad, plena y sumamente cuestionable en ocasiones, que tienen los mandatarios para decidir agendas y responsables confiables, no tanto para las tareas que correspondan, sino para los propios gobernantes que personalizan la lealtad del servidor público, por encima de la que les merece el bien común y la patria.

Pero no se trata de otro cambio, sino del cambio en la Secretaría de Gobernación, cuya misión es, ni más ni menos que “contribuir  a la gobernabilidad democrática y el desarrollo político de México a través de una buena relación  del Gobierno Federal con los Poderes de la Unión y los demás niveles de gobierno para garantizar la seguridad nacional, la convivencia armónica y el bienestar de los mexicanos en un Estado de Derecho.”

De ninguno de los hombres de Calderón que han pasado por la Segob, puede decirse que tal precepto se haya cumplido. Ya no sólo se duda de los méritos y capacidades de cada uno,  puestos a prueba de fuego en contextos de violencia, catástrofes y crispación política, sino de quien los selecciona y no ha logrado encontrar más allá de su círculo de cuates, al hombre o la mujer que pueda articular tantos cabos sueltos, pero ¿habrá quien pueda hacerlo? Más nos conviene a todos que Blake Mora pueda.

 

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