Por Carlos M. Hornelas Pineda.

El fin de semana pasado ha sido considerado el más sangriento en lo que va del sexenio.  Mañana el presidente Calderón se presentará en Ciudad Juárez en lo que recientemente constituye un rito de media semana, en su agenda, en esta ocasión con todo el consejo de seguridad del  Estado.

No hay muchos avances que reportar y las condiciones de Ciudad Juárez siguen siendo prácticamente las mismas con las cuales inició sus visitas semanales. Salvo que en el panorama se ha añadido una complicación. Los asesinatos de esta semana cuentan entre sus muertos  a funcionarios del Consulado americano radicado en la ciudad fronteriza.

A excepción de los crímenes habituales, a los cuales el gobierno calderonista califica de ser producto de guerras intestinas, habrá que ver qué está dispuesto a decir y a hacer con la presión del gobierno de Obama. No será tan fácil dar el carpetazo y evadir el problema ante Washington.

Las relaciones entre ambos países se han tensionado cada vez más. En el inicio de su mandato, el presidente demócrata Obama que durante su campaña presidencial dirigía mensajes en español y le hablaba al hispano radicado en su país, habría dejado sin nombrar a un embajador en el país con el que tiene la frontera más grande y con el cual mantiene una sociedad económica. Tras largos meses nombró a un experto en “estados fallidos”.  Aún cuando el primer mandatario con el que se haya reunido haya sido mexicano, su desdén por el tema latinoamericano en general ha sido una constante.

Desde entonces la reforma migratoria anunciada ha dormido el sueño de los justos y paradójicamente, los connacionales deportados superan con creces los números de su antecesor.  Asimismo, habrá que recordar que la construcción del muro fronterizo no se detuvo y sigue en marcha, como parte de las acciones de endurecimiento de la política de ingreso a los Estados Unidos, excusando seguridad nacional.

A esto se puede sumar además, el impedimento de ingreso formal de camiones transportistas mexicanos a las carreteras norteamericanas, a través de diversos medios proteccionistas. O el problema del  comercio ilegal de armas que alcanza dimensiones épicas. Cabe señalar que en muchas ciudades fronterizas la National Riffle Association (NRA), ha realizado muchas convenciones como actos públicos de despliegue de su influencia. En muchas de ellas el apoyo social de los llamados minute man, se ha fortalecido.

Si bien es cierto que se ha reconocido que Estados Unidos es parte integral del problema, la iniciativa Mérida y la supuesta colaboración bilateral en materia de seguridad no rinde frutos todavía. Pese a las visitas de Janet Reno a nuestro país, en el suyo se reconoció por estos días que hay un problema de corrupción galopante en las aduanas americanas así como en algunas agencias de investigación y combate al narcotráfico.

Seguramente Washington estará pensando cómo ampliar su influencia en los temas relativos a la investigación y captura de narcotraficantes en nuestro país y ahora ya tiene el pretexto en bandeja de plata. Puede ser que se requiera del gobierno de Calderón que la DEA, el FBI o cualquiera otra agencia de inteligencia despliegue efectivos encubiertos o contrapartes de sus homólogos en México. Resta ver si este gobierno lo consentirá abiertamente.

Por lo pronto nuestra canciller reporta el cierre de tiene dos consulados americanos más en nuestro país. Parece que las labores diplomáticas aquí tampoco se destacan, digamos que en este sexenio nunca se han visto. Para muestras recientes recordemos la pésima actuación con respecto a la influenza, la visa canadiense, la pésima atención a nuestros connacionales en Haití o en Chile.

Así estamos últimamente, parafraseando a Porfirio Díaz, conmemorando el centenario de la Revolución mexicana, quien, a bordo del Ipiranga espetara: “Pobre México: tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”.