Diapositiva anterior
Diapositiva siguiente

Se acercaron las ánimas

Diapositiva anterior
Diapositiva siguiente

Se acercaron las ánimas

 

vaqueria-de-animas

Por Virginia Carrillo.

Como cada año desde la época colonial, la tradición del Hanal Pixán en Yucatán vuelve a cobrar vida en el tránsito de octubre a noviembre. El sincretismo que la caracteriza, cargado de significados que le dan sentido a su celebración, es un entretejido de creencias mayas prehispánicas y ritos cristianos.

Con una perspectiva que todo lo ve en blanco o negro, algunos medios de comunicación en el afán de llamar la atención sobre la preservación de nuestra cultura, y preocupándose por la inclusión de prácticas extranjeras como el Halloween, han contrapuesto lo “nuestro” frente a lo “ajeno”. El argumento es que si bien, el Halloween tiene su origen también en el calendario cristiano, sus raíces temporales y territoriales carecen de la profundidad simbólica que sí contiene el Hanal Pixán, sobre todo por su sentido religioso más que festivo, folclórico o comercial.

La cultura no es estática, vive en la medida en que es dinamizada por sus practicantes y por lo mismo, la constante incorporación de nuevos elementos es parte de la esencia misma que la nutre y le permite perdurabilidad. Por ello, lejos de contraponer Hanal Pixán vs. Halloween, como si se tratara de una dicotomía excluyente –de modo que una para existir necesite eliminar a la otra-, vale más mirar que una tradición o costumbre pervive mientras se ejecute en el hogar, en la comunidad, es decir en el lugar de procedencia donde las nuevas generaciones la van a conocer como parte de su identidad y le otorgarán sentido aunque sea añadiéndole objetos culturales “nuevos o ajenos”.

Es así como la creencia en que las ánimas regresan a comer con los vivos consumiendo el aroma de los alimentos a falta de cuerpo –algo que no es parte de la fe católica dominante en nuestra sociedad-, se amalgama sin problema con rezos de rosarios y celebraciones de misas. Expresión viva de nuestra cultura mestiza, donde lo español y lo indígena han dado lugar a la identidad hispanoamericana.

Las acciones de los gobiernos en pos de institucionalizar el Hanal Pixán -loables por el propósito de conservación que las impulsan-, si bien, permiten mostrar la tradición incluso con alcances de promoción turística, no son el elemento que garantizará su permanencia. Ese sitio es el hogar, el Hanal Pixán es una celebración íntima, seria, de respeto por los familiares fallecidos que tiene significado en la medida en que se cree auténticamente en su realización. Y también ha de ser en los nuevos tiempos ocasión para revalorar el sustrato cultural indígena que la sostiene y con lo cual se tiene una deuda histórica por todos los siglos de dominación, explotación y discriminación que ha sufrido la población maya y que a pesar de ello ha podido conservar muchas creencias y su hermosa lengua.

En vez de  resistirnos a las manifestaciones artísticas, folclóricas o mercadológicas que se le incorporan a los días de muertos como por ejemplo el desfile de mestizos pintados de calaveras, los disfraces de brujas y calabazas, los concursos de altares alternativos, las calaveritas de azúcar o el pan de muerto del centro del país, mejor debemos insistir en ejecutar cada año el rito de poner los altares en el seno del hogar, preparando los pibes, el xec, el tanchucuá, dándole sentido aún en la posmodernidad en la que habitamos.

Facebook
Twitter
LinkedIn