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Nuevo mundo en el viejo mundo: Londres, la coalición y el cambio

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Nuevo mundo en el viejo mundo: Londres, la coalición y el cambio

londres

Por Carlos M. Hornelas Pineda.

Finalmente la duda se ha despejado y los electores mediante su decisión han configurado el futuro próximo del Reino Unido con el partido Conservador liderando las posiciones con un 36.1%; el Laborista, que otrora tuviera la mayor preferencia con un 29%, y el  liberal demócrata con un 23%, dejando a un 11.9% para otras opciones.

Con estos resultados, se erige como primer ministro el conservador David Cameron y como el viceprimer ministro, el liberal-demócrata Nick Clegg. Lo cual haría pensar a cualquiera que la posibilidad de gobernar tersamente durante el próximo período sería una ilusión, dado que ambos representan los extremos en el abanico político inglés.

Sin embargo, tras cinco días –si sólo cinco días- de pláticas y cabildeo, ambos han anunciado que el próximo será un gobierno de coalición después de casi 6 décadas, es decir, desde los tiempos de Churchill. De esta manera las negociaciones han logrado repartir las 23 carteras que tiene el Estado mediante acuerdos formales y definitivos a través del reconocimiento de los talentos y méritos de unos y otros de manera civilizada.

Ayer eran rivales, hoy, por anteponer los intereses de su país, son colegas. No todo ha sido miel sobre hojuelas para ninguno de los dos, quienes arrastran críticas de los partidarios más tradicionales de cada una de las fuerzas políticas, además de tener un punto de vista diametralmente divergente en temas críticos y medulares que no han encontrado un suelo común todavía.

A la conferencia de prensa para el anuncio del nuevo gabinete, se presentaron ambos para recibir de manera simultánea el fuego de los medios. Un periodista preguntó a Cameron, el conservador, si ahora se arrepentía de haber dicho alguna vez que el mejor chiste de su repertorio era Clegg, su otrora contrincante. «¿De verdad dijiste eso de mí?», preguntó Clegg dirigiéndose a Cameron. «Sí», admitió. «Me voy», bromeó Clegg. «No… ¡Vuelve!», le imploró Cameron entre risas. Este episodio es revelador de la civilidad posterior a la contienda: la verdadera lección es que la política no es la guerra y lo conseguido no es para abatir al contrario si no para vencer con el otro: para con-vencer.

Después de todo, se trata de un cambio de administración, no de la invención de un Estado; se trata de una oportunidad de servir, no de ocupar un territorio; se trata de conseguir a las personas más aptas en los puestos correctos no de  tomar venganza y someter a los otrora oponentes. Se trata de la construcción política civilizada de una idea de nación basada en la tolerancia y el reconocimiento del otro: no se trata de abatir al vecino, arremeter contra el distinto o provocar el encono entre los ciudadanos.

Sin sermones ni actitudes aleccionadoras la reforma política inglesa otorga otras oportunidades de aprendizaje. Una vez advertido el escaso margen entre las fuerzas políticas, los ingleses anuncian una posible reforma que no excluya a aquellos que por el momento no están representados. Así, en un futuro cercano será posible que la Cámara de los Lores sea total o mayoritariamente elegida mediante un sistema proporcional. Es decir, el Reino Unido se mueve hacia la consideración de un equilibrio de representación vía dicho sistema. Lo cual es curioso porque en México el debate por deshacernos de los plurinominales parecía no tener un contra-argumento sólido en otro sistema político.

Asimismo, se echa por la borda el lastre de considerar que la opción “más práctica” de la política es el bipartidismo. La idea de pensar que el deber de un partido sea hacerse del poder absoluto en cada legislatura a toda costa para poder operar cómodamente y desactivar la “parálisis legislativa” sólo conduce a una falsa idea de la democracia: la que se basa en el encono y la exclusión antes que el diálogo y el acuerdo. La divisa parecería clara: ante la posibilidad del consenso y la interdicción, en nuestro contexto se prefiere el dictado y la obediencia.

Hay que recordar que existen sectores que cuestionan a Cameron, el actual Primer Ministro, en su legitimidad para el cargo, tomando como argumentos sus propios orígenes: su madre es holandesa, su padre es de ascendencia rusa y su esposa es española. No obstante el está dirigiendo esa nación.  Algo parecido al referente que muchos buscan en la democracia americana, que por cierto es el lugar donde se encuentra el estado de Arizona.

Por último, es oportuno también mencionar que la coalición aboga por introducir una tasa a la banca en su conjunto, para que algo del beneficio que recibe, retorne al Estado. Ahora que las elecciones están próximas habrá que pensar si los políticos que tenemos son verdaderos estadistas a la altura de las circunstancias o sólo son una posición cómoda, desde la cual lo peor que pueden perder no es la joya de la Corona si no la oportunidad de seguir escalando. Ninguno de los punteros tiene nada que perder porque no tienen nada que arriesgar: es difícil pensar que para algunos candidatos la derrota consiste en regresar a ocupar la curul del puesto por el cual fueron electos en procesos pasados, es decir que caigan en blandito a hacer el trabajo que dejaron a medias para hacer campaña.

En fin, como diría Fouché: «es la política, no la guerra».

 

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