Diapositiva anterior
Diapositiva siguiente

Los intelectuales del NO

Diapositiva anterior
Diapositiva siguiente

Los intelectuales del NO

zedillo

Por Carlos M Hornelas Pineda.

El martes 23 de febrero se publicó un desplegado en el Diario Reforma en el cual una lista de abajofirmantes, entre los que se cuentan intelectuales, ex funcionarios, empresarios y hasta comunicadores, denuncian que es “inaceptable el bloqueo persistente al cambio por parte de las fuerzas políticas”, el cual “tiene detenido a México”. El texto no tiene desperdicio para el análisis, tanto por su contenido como por quienes “firman” el documento.

El bloqueo del cual hablan se clarifica en el párrafo siguiente cuando literalmente escriben: “Quizá el problema con las reformas propuestas–reelección de diputados y senadores, segunda vuelta en la elección presidencial, iniciativa preferente para leyes secundarias, referéndum para cambios constitucionales y candidaturas independientes es que, por primera vez, los beneficiarios son los ciudadanos, no los partidos”. Entonces queda claro: es un posicionamiento para pasar como válida, verdadera, viable, posible, deseable y única coherente la reforma que en 10 puntos presentara como iniciativa el presidente Calderón en diciembre de 2009. No sabemos si es una adhesión espontánea a la causa del ejecutivo, o bien una evidencia de que la letra de dicha iniciativa no es del puño de Calderón sino, tal vez, de este grupo sui generis.

Pero si como ellos mencionan no se trata de decirle que no a todo, la pregunta sería ¿se trata en consecuencia de decir que a todo? ¿Quién puede discernir qué es lo deseable y posible, y qué cosas no? Una pista la sugieren en el texto. Insisten, como lo han hecho desde el año pasado en que “la generación [actual] de políticos de todos los partidos han hecho improductiva nuestra democracia”. Nuevamente colocan en un extremo a los políticos malos y del otro a los ciudadanos buenos (de los cuales ellos forman parte). Como si los ciudadanos no tuvieran intereses o como si los políticos no fueran ciudadanos.

¿Y qué significará aquello de que nuestra democracia es improductiva?; ¿cómo puede medirse la democracia: por las iniciativas aprobadas, independientemente de su contenido? Cuando se utilizan adjetivos como éste parece que la lógica legislativa tiene que adaptarse al apresurado ritmo de quienes desean los cambios lo más pronto posible, ¿dónde queda el tiempo del debate, de la reflexión y del acuerdo entre las fuerzas políticas? En las sociedades en las que se antepone el orden y los tiempos estrictos es en las castrenses, en la cotidianidad de las dictaduras que no admiten disenso y para las cuales el control del tiempo y la velocidad es una prerrogativa.

Decepciona ver nombres de quienes se suponen tienen los talentos, conocimientos o experiencia para realizar un posicionamiento fruto de un análisis concienzudo sin tomar a la ligera lo que puede representar para algunas personas ver estampada la firma en tan singular documento.

La ingenuidad del manifiesto y la superficialidad de sus motivos reducen la posibilidad de cambio a una mera cuestión de voluntad de los actores políticos. Antes que dibujar la complejidad de la problemática, propone creer en el futuro y tener la disposición de cambiar. Condiciones ambas que adolecen de la frugalidad, tozudez y hasta necedad adolescente de cualquier universitario, no de un funcionario, escritor, comunicador o intelectual de la supuesta talla que se endilga al publicar su opinión en manifiesto a plana completa. Esperaríamos que tantas plumas conjuntaran de mejor manera sus potencialidades en algún esfuerzo más serio y acorde con la estatura que ostentan.

Los abajofirmantes buscan nuestra aprobación y adhesión a su causa, pero aquello de lo que se quejan y rechazan es aquello de lo que han formado parte durante 13 años o más. Seguramente quienes de entre ellos han sido funcionarios, ahora han actuado como “ciudadanos, con lo que quieran significar con ello. Los intelectuales han hecho oír sus razones en cuanto foro han tenido, asimismo, seguramente han participado en los que convocan los políticos que ahora rechazan, o los comunicadores se han destacado por su incólume objetividad ante los hechos. O quizás simplemente son desmemoriados y acaban de mudar su residencia a este país.

Tal parece que como conclusión debemos aceptar sin concesiones que “ellos si saben cómo hacerlo” y conste que uno de los abajofirmantes es el mismísimo Ernesto Zedillo, quien tuvo como lema de su campaña presidencial precisamente esta frase. Curiosamente el desplegado inicia con la frase: “Trece años llevan detenidas las reformas de fondo que el país necesita”.  Si Pitágoras no miente y se hace la resta correspondiente, se obtendrá el año 1997, en el cual Zedillo era titular de la presidencia, por citar a alguno de los hoy inconformes. Entonces uno se pregunta ¿hasta él está de acuerdo en que en su gestión se detuvieron las reformas necesarias y firma el desplegado? Porque de ser así sólo queda una de dos opciones: o se es muy cínico o muy cándido. Y no estamos en diciembre.

Lo único que queda claro es su afán por obtener alguna notoriedad en este período de cara al período electoral de este año. Si critican la inercia, habrá que decirles que moverse por moverse tampoco lleva a ningún lado.

 

Facebook
Twitter
LinkedIn