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La cara más cruda de la crisis

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La cara más cruda de la crisis

ninos-trabajando

Por José Luis Preciado.

Como hongos se han multiplicado las cocinas económicas; a la vuelta de mi casa –que es su casa- se instalaron dos, anunciando la oferta de apertura y un nuevo menú, a unos 20 metros de esa misma calle abrió otra cocina más. Este es el signo más crudo del desempleo, miles de personas han quedado fuera de su fuente laboral, muchas empresas han tenido que cerrar sus puertas, recortar el horario a los trabajadores o de plano aprovechan el viaje para “tirar lastre por la borda” despidiendo a los empleados que les parecen incómodos o rebeldes. Nunca en los tiempos recientes – de las otras crisis nadie se acuerda- se había visto tal desesperación laboral, perder el empleo equivale a suicidio, tenemos muchos, quizás demasiados compromisos económicos como para darnos el lujo de quedarnos sin chamba.

Empleados han tenido que aceptar situaciones que antes ni en sueños eran permitidas, duplicar funciones, realizar horas extras sin remuneración, acatar el recorte a sus horarios y en consecuencia a sus sueldos y en casos más generosos, aceptar la congelación del salario –es decir, sin aumento- durante los próximos dos años.

El otro extremo de la vida: los mexicanos de excepción

Existe una gran incongruencia y suena a disparate conocer los sueldos de los diputados, senadores, ministros de la Suprema Corte y otros funcionarios que rebasan los 340 mil pesos mensuales además de prestaciones. Los alcaldes que ganan los sueldos más altos son, en primer lugar, el de Toluca con 134 mil pesos mensuales, y en segundo lugar, César Bojórquez de Mérida quien percibe 90 mil pesos con sus respectivas prestaciones, entre otros hombres de lujo en el país.  

Un funcionario debe ser visto con respeto, no con envidia

La honrada medianía que exigió la gobernadora Ivonne Ortega a sus funcionarios en el pasado informe, sonó como una llamada a misa a la que nadie acude. Un grupo de estos servidores públicos ha cambiado su austeridad por los excesos. Los vemos moverse en vehículos de lujo, cenar en los mejores restaurantes de la ciudad, vestir ropa exclusiva y costosa y en general mostrar una cara distinta al origen humilde. La gente los mira con recelo, sabe quiénes son y de dónde vienen, el dinero y su nuevo nivel no sólo no se esconde, al contrario, se presume. El contraste puede acarrear problemas, la riqueza insultante versus la pobreza total puede colisionar en el punto donde se cruzan el hambre y la desesperación. La calle está dando muestras de que los límites se están trastocando por el desempleo.

El ejército de desposeídos ha tomado las calles como escenario de sus carencias, y así encontramos a limpiaparabrisas, vendedores ambulantes que han ocupado los quicios comerciales y plazas del centro, apertura de numerosos sitios de empeño, filas interminables para pedir útiles escolares y las cifras que registra la educación pública estatal, anticipan que crecerá hasta en un 30% el número de alumnos que se inscriban o vuelvan a las escuelas públicas, porque las instituciones privadas han quedado fuera del presupuesto de las familias. 

Para hacer frente a esta situación no hacen falta armas, patrullas o policías, aquí lo único que salva es la creación de fuentes de empleo u oportunidades. Saber escuchar es también sentir en carne propia el dolor del otro. Se mueve un fuerte rumor que se convierte en grito que proviene de este ejército de desposeídos. El hambre es mala consejera, atiza los odios y radicaliza las diferencias sociales.

 

 

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