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El valor desde la óptica de Samuel Fuller en Calen Bayonetas

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El valor desde la óptica de Samuel Fuller en Calen Bayonetas

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Por Alejandro Pulido Cayón.

La guerra es, en esencia, el mejor escenario para explorar la variada miseria humana así como la exaltación del espíritu. En el campo de batalla convergen pasión, chauvinismo, brutalidad, fraternidad, odio; toda emoción humana encuentra cabida. Tal es el caso de “Calen bayonetas”,  extraordinaria obra de Samuel Fuller, en la que, una vez más, se demuestra que una gran producción se sostiene en la inteligencia del guión.

Rodada en 1951, justo cuando se desarrollaba la guerra entre Estados Unidos y Corea, la cinta plantea un momento de retirada, en el que una división de 15 mil hombres debe ocupar un terreno más bajo, para lo cual, y por estrategia, los altos mandos designan a un pelotón de 48 soldados el resguardo de un paso entre las cordilleras.

Entre las peculiaridades de la cinta, se cuenta una de las primeras apariciones en la pantalla grande de James Dean; debido a lo breve de su aparición, en la que interpreta a un soldado más, no se le otorga crédito, pero ahí está quien en adelante sería recordado por “Gigante”, “Al este del Edén” y “Rebelde sin causa” (tres únicas películas que le dieron la inmortalidad).

“Calen bayonetas”, protagonizada por Richard Basehart, Gene Evans, Michael O’Shea, Craig Hill y Richard Hylton, reflexiona sobre el sentido y naturaleza del valor. Con recursos propios de la época, lo que no significa limitados, presenta al pelotón dispuesto a cubrir la retaguardia de la división, para lo cual deben hacerse pasar por un regimiento entero e impedir que el ejército coreano le cierre el paso al grueso de la tropa.

De acuerdo con los lineamientos militares, los sargentos Rock (Evans), Lonergan (O’Shea) y Gibbs (Hill), comandan los tres escuadrones de los que se compone el pelotón, y el siguiente al mando, en caso de morir los tres, sería el cabo Denno (Basehart), quien tiene un serio conflicto a la hora de empuñar un arma, pues se ha demostrado incapaz de matar al enemigo.

A ello, se suma el sentimiento de inutilidad del protagonista. Según relata, en anteriores ocasiones tuvo que asumir el mando de sus hombres, pero en todos esos casos careció de la lógica necesaria para dar órdenes, lo que llevó a que murieran sus compañeros. Ese temor al yerro, es lo que, paradójicamente, le otorga el valor para salir adelante en la encomienda, e incluso arriesgar su vida en un campo minado a fin de salvar a uno de sus superiores, y con ello evitar hacerse cargo de la tropa.

Esa dualidad entre el temor al conflicto y la necesidad de superar las pruebas, es lo que sirve de engranaje al discurso sobre el valor, que en el momento definitorio, cuando las opciones de supervivencia se acotan al mínimo, emerge como una luz de inteligencia precisamente en aquél que tanto huyó de la responsabilidad de sacar adelante la encomienda.

Debido a que es ya una película rodada hace más de 58 años, quizá carezca de la fortaleza visual a la que está acostumbrado el público del siglo XXI; sin embargo, los acertados diálogos, así como el ambiente de tensión que se crea entre los distintos caracteres, hacen de este filme una obra cumbre.

En efecto, la escenografía es parca y centrada en pocos sets. Existe un pequeño paso entre cordilleras, una cueva, un extenso campo minado y mucha nieve. La acción transcurre en esos espacios, donde también se dan los breves combates con mortero y a tiro limpio.

Los pasajes dedicados a la lucha armada son los menos. La verdadera batalla es la que se da en la mente de Denno, que ve paso a paso cómo irremediablemente habrá de hacerse del mando para concluir la misión, lo que requiere de un extraordinario acto de valor.

Enfrentado a su inevitable destino, cuando muere el sargento Rock, el cabo debe asumir la conducción del resto del pelotón, enfrentándose en primera instancia a un connato de rebelión entre los restantes hombres, que quieren abandonar la posición y emprender la retirada antes de que se haya dado tiempo suficiente para que el grueso de la división esté en lugar seguro.

Es justo en esa escena cuando la grandeza del personaje se muestra, al imponerse como hombre de probado valor, aunque todavía incapaz de matar de un tiro al enemigo. Con una resolución que podría llamarse de final feliz, “Calen bayonetas” merece verse más de una vez, porque su sabia construcción subsiste más allá de una época o conflicto armado: habla sobre el ser humano.

 

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