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El perfil del servidor público

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El perfil del servidor público

horanempleados

Por Carmen Garay.

Mérida, Yucatán, a 30 de mayo de 2010. -En estos días que tanta controversia ha causado la designación del nuevo delegado del IMSS en Yucatán, las autoridades federales y estatales intercambiaron señalamientos de autoritarismo, intransigencia e insensibilidad, pero sólo uno de los argumentos planteados podría acabar ahora y para siempre con estos dimes y diretes políticos: el perfil del servidor público.

Las funciones y competencias que deben cumplirse en un puesto determinado, debieran ser criterio suficiente para fundamentar la designación de un funcionario, o para argumentar su brecha infranqueable. El asunto es qué tanto se conocen y respetan esas descripciones ya existentes para cada puesto de la Administración Pública Federal y quiénes realmente llegan, a cualquier nivel, sin la más remota idea de lo que se trata el servicio público.

Las secretarías, delegaciones, ayuntamientos, suelen ser verdaderos botes salvavidas para los cuates y las cuotas por pagar a los sectores de apoyo. El servicio profesional de carrera en el gobierno federal, seguirá siendo inútil y cuestionable si no se transparentan los procesos de designación de funcionarios, incluyendo los de confianza; en los gobiernos estatales y municipales, los periodos de entrega-recepción seguirán siendo de friega–decepción, si los años de servicio salen sobrando ante la irrupción de la nueva élite o, por el contrario, si se supone que la antigüedad es un título a perpetuidad de la silla.

Es impostergable que los puestos y quienes los ocupan, sean evaluados y asignados con honestidad, con profesionalismo. Esta última palabra se refiere  a la ineludible formación profesional y universitaria para quienes aspiren a devengar un sueldo como mandos medios y superiores. Ni qué decir de gobernantes o legisladores que también cobran gracias a nuestros impuestos, pero que dejaron la escuela para nunca volver.

Por lo demás, y sea cual sea el nivel del servidor público, es indispensable que piense y actúe como Antonio Cauich, un vigilante sexagenario que trabaja en el complejo gubernamental del Ex Hospital O’Horán. Me acerqué a hacerle una pregunta simple para ubicar un destino, y amablemente se aprestó a acompañarme. Traté de disuadirlo, pero respondió con vehemencia “oiga, así como me ve –sandalias, pantalón modesto y uniforme institucional-, yo sí soy servidor público.”

Sus palabras me cayeron por sorpresa y aclaró “mire, si un vigilante como yo  hace su trabajo con gusto, como debe, sin discriminar  a las personas, sin aprovecharme de lo que no es mío, cumpliendo con el horario y las guardias, también pueden hacerlo los que sí estudiaron.” En su lugar modesto, Antonio Cauich reconoce la importancia de su trabajo, lo cuida, se esmera y, al despedirnos, me agradece la charla con un “estoy para servirle”. Vaya lección.

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