César Vallejo llamó Tierra indolente: donde cavar un adiós.
Cámaras fotográficas e instantáneas, flores y páginas de publicaciones manchadas con sangre, son parte de las escenas de protesta contra la violencia hacia el gremio periodístico, lo mismo en el partido de fútbol entre River y Tigres en el estadio Monumental de Buenos Aires, donde periodistas de ese país piden hacer justicia, París, Madrid y muchos otros siguen pendientes de la ola violenta que crece en México, imagen que nos exporta de forma negativa ante todo el mundo.
Rubén Espinosa era un periodista incómodo en Veracruz -entidad donde más periodistas han muerto, han sido once-, así que tuvo que huir al DF, allí en medio de circunstancias aún por esclarecer fue abatido a tiros -incluyendo el de gracia, según el parte policiaco-, con Rubén mueren cuatro mujeres.
Artículo 19 recomienda a los periodistas que cuando se sientan amenazados lo tomen en serio y cambien de residencia, eso hizo Rubén, se fue de Jalapa, Veracruz, y se refugió en el DF -la ciudad más segura del país, según los capitalinos-, allí encontró la muerte.
México ya es el país más peligroso para informar y los enemigos se multiplican, no sólo se trata de los malos de película; narcos, extorsionadores, malandros y otras yerbas de olor, ahora también hay que cuidarse de los gobernadores y sus bienquerientes, a ellos -los políticos- no les gustan las fotos, las caricaturas, las notas que descubran malos manejos y muchas otras cosas que les echen luz en la cara.
Casos como el de Rubén Espinosa debería detonar la máxima protesta desde la tribuna legislativa y citar a comparecer a gente como Javier Duarte, gobernador veracruzano, y no sólo por el caso de Rubén, este personaje tiene muchos otros pendientes, se ha convertido en una de las entidades más violentas del país, donde desaparecer a gente es de lo más normal; sin embargo, las bancadas del PRI y del Verde en el Congreso federal, impiden que acuda a comparecer el gobernador de Veracruz y gente de esa entidad, en cambio dan voto de confianza a la Procuraduría capitalina para que esclarezca el asunto. Está visto, para los políticos de este país no pasa nada, mientras no les pase a ellos.
Por José Luis Preciado