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Sobre Yucatán en su literatura

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Sobre Yucatán en su literatura

Virginia Carrillo y Rafael Gómez Chi
Virginia Carrillo y Rafael Gómez Chi

Comentarios expuestos durante la presentación del libro «Yucatán en su literatura, apuntes y perspectivas» -compilación de Rosely Quijano, Celia Rosado y Margaret Shrimpton-, realizada el 5 de julio de 2013.

Por Virginia Carrillo Rodríguez.

Escribir sobre la escritura de otros y con ello configurar una visión panorámica, crítica, donde los horizontes siempre serán evidencia de aquello que queda fuera de tal esfuerzo por mirar, resulta ejercicio básico para construir nociones fundamentadas –en el caso que nos ocupa–, alrededor del siempre resbaladizo concepto de literatura yucateca, si como tal puede identificarse.

Las coordenadas temporales y temáticas que tan acertadamente establece Yucatán en su literatura, apuntes y perspectivas ofrecen un primer modo de aproximarse a la organización diacrónica que permite caracterizar la producción literaria en este territorio.

Espacio y tiempo, la búsqueda de un discurso en el siglo XIX y el reconocimiento de actantes en el XX, más los cohortes temporales que cada ensayo contiene, como el de Tomás Ramos que distingue acertadamente tres etapas en la literatura indígena maya, establecen a modo de mapa lo que hay en torno al concepto que motiva la publicación.

Asimismo, este libro es muestra de lo que a nivel académico, lo que desde el estudio científico de este repertorio de producciones literarias, puede echar luz a la lectura de cualquier persona interesada en adentrarse al contexto sociocultural y por supuesto literario que las originó. No hay mejor camino que la literatura para el entendimiento de lo que en esencia es Yucatán en su historia, ideologías, contradicciones, singularidades, opacidad y luminosidades.

El primer ensayo Un viaje por los puertos y pueblos de la literatura de Margaret Shrimpton, arranca con una noción contundente: “es yucateca la literatura escrita en lengua maya como también la escrita en español yucateco”. Sencillez e inclusión que pone orden a una de las grandes disputas –verbalizada pocas veces, velada casi siempre– que se ha derivado de la relación dominante de los blancos sobre los mayas y que ha originado que lo yucateco esté definido importantemente por la violencia simbólica hacia lo indígena; aquella que, como señala Claudette Mercedes Cutz, contrapone la imagen del indio muerto glorioso con la figura del indio vivo en su sufrimiento y vasallaje. Shrimpton ubica en las divisiones  étnicas y sociales del siglo XIX la creencia de que la élite criolla en el poder corresponde a lo yucateco y lo maya es lo indio, lo que ha estado fuera de la identidad regional. En este sentido “el manejo de la imagen del indígena seguirá siendo clave para entender el modelo de Yucatán/yucateco en los textos narrativos del siglo XX.”

En su comparación de diversas publicaciones literarias es importante el valor que le reconoce a Canek de Abreu Gómez y a la escritura de Joaquín Bestard, toda vez que marcan una ruptura con el tratamiento que a lo maya se le había dado en toda literatura anterior. Es en Canek donde por primera vez se le otorga autoridad narrativa a un nativo maya y es en el mítico pueblo de Beyhualé que Bestard erige “un poderoso cronotopo” que rompiendo la linealidad del tiempo “une memoria histórica con vida presente”.

Otra coordenada que distingue Shrimpton es el carácter imaginario insular que tiene el territorio de Yucatán, para lo cual acota: “sí, lo imaginario está enraizado en el deseo”. La investigadora demuestra cómo se ha elaborado literatura en torno a la idea de que es “Yucatán el país que no se parece a otro” y cómo su representación tejida más sobre tal deseo y sostenida frágilmente sobre ciertas prácticas culturales y materialidades de la región, se actualiza en el tiempo y se llena de grandes contradicciones y no pocas rupturas como lo que distingue en la obra de Carolina Luna donde se reconfigura la ciudad de Mérida como paisaje hostil y la vulnerabilidad de la mujer en tal entorno.

En este trabajo se exhibe a Yucatán en la narratividad de sus diversas islas: Mérida, la costa y el espacio rural, donde busca mantener su identidad a fuerza de parecerse sólo a sí mismo, estableciendo con lo foráneo, como explica la autora, una relación de péndulo que oscila entre la nación y su canon y la región Caribe.

En El desafío del teatro regional yucateco: ¿decadencia o evolución? Beatriz Espinosa Granados aborda otro discusión compleja que en los últimos años ha ganado intensidad: el valor del teatro regional yucateco. Partiendo de sus orígenes y antecedentes caracteriza su desarrollo y centra la atención en los elementos que lo han puesto en crisis y que pocas veces desde la posición de los hacedores de teatro local puede verse: “el estancamiento de la mirada regional y la construcción de estereotipos que crean burla y rechazo en vez de reconocimiento y orgullo.” Esto último, desde mi perspectiva, va estableciendo en el teatro regional una suerte de canonización del estigma, es decir que no se concibe su existencia tanto entre quienes lo crean y ejecutan, como entre sus diversos públicos, sin la presencia constante de personajes inferiorizados y que son objeto del chiste despreciativo, como el homosexual, el pobre analfabeta, el maya o la mujer en su condición de antítesis del poder masculino.

Aunque la creación de personajes tipo que en sí mismos encierran estereotipos ha distinguido al teatro regional, en su reproducción del español yucateco salpicado de vocablos mayas y giros verbales singulares en el uso de la lengua de esta localidad, sumado a la representación de los fenómenos sociales, es que este teatro encuentra su propia identidad que parece débil frente a las transformaciones y la globalización que el tiempo ha traído.

El mayor riesgo de decadencia se halla en la vulgarización de sus personajes, quedando muchas veces confinado al show cómico regional propio de restaurantes bar o cantinas donde el lenguaje se erige, como en el caso del personaje Melo Collí, con “insultos como base de su sátira”.

La autora reconoce en todo ello una esperanza para su continuación: “cuando los egoísmos y las trincheras se rompan podremos reconocer el gran abanico de posibilidades que nos brinda nuestra sociedad yucateca en el teatro”. Por mi parte y basada en lo que he conocido a partir de mi trabajo en el campo de la cultura, puedo decir que una veta muy rica de replanteamiento y revalorización del teatro regional yucateco se halla en la Escuela Superior de Artes de Yucatán donde la formación académica y profesional que recibe su alumnado abre otro marco referencial para su rescate y actualización.

Volver al siglo XIX para entender los procesos que han dado lugar a la configuración de una literatura local es lo que nos ofrece Celia Rosado Avilés en Periodismo literario para niños en el Yucatán del siglo XIX, ya que revisa con mirada experta los elementos, producciones y plumas que lo componen. Basado en “la invención de la infancia” y en el proyecto educativo que tuvo lugar en el siglo XIX es que el análisis de Rosado Avilés reconoce sus desarrollo y compara las publicaciones, discursos e ideología, que estuvieron detrás de este gran proyecto que hizo de la niñez un lector emergente y pieza fundamental de la implantación de la ciudadanía para la transición de nuestra nación hacia una vida independiente. La máxima de Rousseau “instruir deleitando es desarrollar el espíritu sin debilitar el cuerpo” fue la motivación de estas publicaciones que, con diversos contratos de lectura y configuraciones de su lector ideal y de su lector indirecto, determinaron el modo de ser niño –de ambos sexos, nos dice la autora– en el siglo diecinueve.

Es interesante cómo identifica a los escritores que produjeron estas publicaciones en relación con otros periódicos como los dirigidos a otro destinatario emergente: las mujeres. Entre ellos señala a la Siempreviva y a la Biblioteca de Señoritas. La configuración de estos lectores en Yucatán se da a partir de la fusión de las perspectivas venidas de afuera y representada por ejemplo por el cubano Ildefonso Estrada y Zenea y las locales representada por José García Montero, un destacado literato que materializó a lo largo de mucho tiempo la sentencia de instruir deleitando.

Rosado Avilés explica que el niño lector modelado por El periquito sería “valiente, honrado y patriota” en contraste con El mensajero de la infancia que “configuró como lector modelo a un niño que buscaba instrucción y se comprometía a ser dócil y obediente”. Asimismo, señala que el cultivo de la caridad estaba fuertemente ligado a la educación en Yucatán y también, hace una distinción de género en el discurso de uno de estos periódicos: “la niñez debía ser formada con estricto apego a los valores genéricos asignados, que separaba claramente el deber ser masculino y femenino. En el caso de las niñas, la caridad y los sentimientos maternales fueron fuertemente fomentados y el trabajo, dentro del espacio doméstico, se presentó como salvaguarda de la virtud.”

La revisión de Don Bullebulle que hace Ana Patricia Carrillo Padilla en Los personajes de otro personaje: aproximación de dos bulliciosos yucatecos, es por demás esclarecedora y entretenida toda vez que colabora de forma amena –afortunada consecuencia de la energía e ingenio que aun hoy en día puede sentirse en esta publicación– al reconocimiento y comprensión de esta publicación decimonónica a partir de dos de sus redactores: José Antonio Cisneros y Fabián Carrillo Suaste. El carácter insular que se le ha atribuido a Yucatán –como ya antes había señalado Margaret Shrimpton–, vuelve a distinguirse como elemento de peso en la caracterización de esta publicación. Su singularidad también radica en el uso de la sátira con fines políticos donde dos grupos que se alternan el poder están en pugna. La iniciativa de Santiago Méndez para independizar Yucatán, la postura ante la Guerra de Castas y la resistencia a los mandatos de la iglesia católica, enmarcaron la publicación. La autora distingue en los códigos comunicativos de Don Bullebulle la sátira como tropo elitista toda vez que tanto en su expresión “como en su decodificación se dirige a delimitar un público, al abarcar un ataque definido y, por lo tanto, restrictivo.” De este modo “el receptor lector sabe o debe saber a qué o a quién va dirigida la sátira.”

El papel que Carrillo Puerto jugó para el fomento a la cultura, hablando además desde el lugar del pueblo maya ha sido revisado en Luis Rosado Vega y Felipe Carrillo Puerto: El poeta y el líder de Rodrigo Ordóñez Sosa. El hecho extraordinario de que en su toma de protesta el gobernador socialista dictara su discurso en lengua maya, es punto de partida para el reconocimiento en este ensayo de cómo en Yucatán en aquellos años tomaron forma los principios de la Revolución Mexicana y cómo en Luis Rosado Vega se encuentra al mentor que formó a las principales voces que en el siglo XX originaron y le dieron sentido a un fenómeno que algunos llaman yucatequidad.

Divididas han estado a lo largo del tiempo las opiniones en torno a la producción poética de Rosario Sansores Pren. De ello y de otros rasgos de la obra de esta yucateca se ocupan Rosely Quijano León y Sandra Ramírez Pruneda en Las sombras de Rosario Sansores Pren. En medio de las idealizaciones del maya en la recreación de leyendas y textos que fueron objeto del interés de la escritura literaria en los primeros años del siglo XX, aparece la singular voz de Chrisanteme quien a pesar de haber sido criticada negativamente por los custodios del canon de la literatura yucateca, en su escritura da presencia al universo femenino que tan invisible resultaba en el panorama de aquellos años. El amor, la pasión y la sensualidad de las mujeres, son reconocidos por las investigadoras en los versos de Rosario Sansores, quienes hacen notar que sus publicaciones se distribuyeron en varios países. Como consecuencia de esa distribución, sucedió que Ecuador se apropiara de los versos de Cuando tú te hayas ido ampliamente conocidos en esa nación en el pasillo Sombras, donde se ha llegado a considerar el segundo himno. Sin embargo, como ha señalado el investigador musical Roberto Mac-Swiney Salgado, pocos ecuatorianos saben que la autora de la letra es mexicana y menos aún, yucateca.

Quijano y Ramírez reparan en la calificación de “versos pecadores” que hace Carlos Duarte Moreno sobre el trabajo de Rosario Sansores en la semblanza que escribió para la Historia de la Literatura en Yucatán, publicación de su primo José Esquivel Pren. La escritura de las mujeres, como puede verse en dicha semblanza y en otras que contiene esa amplia colección aparecida en 1975, es juzgada desde una mentalidad patriarcal con criterios derivados de la moral religiosa.

Pertinente comparación es Recuperación histórica y reescritura en Canek y La tierra del faisán y del venado de Claudette Mercedes Cutz Cortez, donde de nuevo se centra la reflexión en la configuración del “carácter yucateco” de estos textos. Cutz Cortez distingue el aspecto histórico como punto de partida de ambos, sin embargo puntualiza que, mientras en Mediz Bolio plantea una imagen idílica y onírica de lo maya, en Abreu Gómez hay elementos que permiten la recuperación histórica. Ella mira que Canek significa “la validación de la cultura popular que aún hoy día va resemantizando sus relatos”. También reconoce el habla popular que contiene y que revela la tragedia histórica del pueblo maya: “Tan cruda como sutil, su prosa conmueve. Y así, nos lleva de la mano por la particular tragedia de Jacinto Canek, y quizá sea la tragedia toda del pueblo maya”. De este modo “Canek se contrapone a las otras realidades discursivas con las cuales convivió en su momento”. Desde mi punto de vista, Abreu Gómez propone en Canek una entidad que busca configurar un lugar de reconciliación que incluye a todos los que formamos y somos lo yucateco.

Figura central de las letras contemporáneas en Yucatán es Joaquín Bestard Vázquez. En Memorial de Beyhualé, Rafael Gómez Chi se adentra a este universo cargado de significados que es la escritura de Bestard. Enorme en su amplitud semántica, ofrece al lector en múltiples niveles de abordaje una representación de lo yucateco que parte de la realidad histórica y se explica en lo fantástico. Beyhualé es aquí y ahora, es capital y costa, es tiempo en regresión y vertiginoso vislumbre del futuro.

Gómez Chi señala que en Bestard existe un nuevo modelo de maya yucateco, despojado de los matices románticos sobre lo indígena que caracterizó la tradición literaria entre el siglo XIX y el XX. El investigador no ve a los personajes derivados de la fantasía, sino surgidos directamente de la cultura de Yucatán, incluso reflejando “el cambio de actividades económicas de la población rural de Yucatán.” Sin embargo, los elementos fantásticos cobran en la obra de Bestard singularidad al residir en el entorno, en el espacio y en el tiempo. Lo entiendo como explicaba Cortázar porque “hay intersticios por los cuales, (…) pasaba, se colaba, un elemento, que no podía explicarse con leyes, que no podía explicarse con lógica, que no podía explicarse con la inteligencia razonante”.

Gómez Chi entiende, apoyado en Bajtín, el discurso social que encierra la obra de Bestard, su dialogismo latente que en el contenido refleja el horizonte ideológico del que forma parte. Dice “el hecho literario puede ser también un hecho sociológico, aunque el acto literario en sí no lo sea. Sus micro mundos narrativos colocan así la escritura de Bestard en el horizonte do lo yucateco pero también de lo universal, donde al modo de Faulkner o García Márquez se le da “voz a una cultura no dominante que se encuentra en desacuerdo con el mundo anterior que no la comprende o la menosprecia”.

El último de estos nueve ensayos es de Tomás Ramos Rodríguez, En defensa de las lenguas indígenas: destrucción, marginación y explotación desde el “canon” de Occidente, donde se aborda un tema de los más pertinentes para el desarrollo de la literatura yucateca en la actualidad: el lugar que ocupa la literatura en lengua maya. Distingue un repertorio de obras y tres etapas de su producción, la literatura maya antes de la Conquista; la del período colonial hasta el siglo XIX; y la tercera de la mitad del siglo XX hasta el XXI.

La discriminación y la violencia simbólica de la que ha sido víctima el pueblo maya y su cultura a través del proceso de dominación, son tomadas en cuenta por el autor. También repara en la distinción de lo que es considerado literatura desde el canon occidental, porque es constante mirar lo maya, lo producido por el otro, con los criterios de la cultura dominante. Esto en particular ha llamado mi atención en los últimos días por la nota difundida en un periódico que habla sobre las ideas expuestas por el epigrafista español Alfonso Lacadena en el Noveno Congreso Internacional de Mayistas realizado hace pocos días en Campeche, en el sentido de que los mayas prehispánicos utilizaban figuras literarias como la hipérbole, las sinonimias y la elipsis. Comentaba al respecto el Dr. Enrique Rodríguez Balam, antropólogo del CEPHCIS de la UNAM que resulta arriesgado juzgar la escritura maya de ese pasado cultural desde el canon occidental. Y es que desde lo dominante corremos el riesgo, como expone Tomás Ramos, de convertir la cultura maya en objeto de ornato para la contemplación de los turistas que visitan Yucatán. Poco a poco se amplía la folclorización de ciertas prácticas culturales en nuestra región que son financiadas desde lo público y lo privado para atraer visitantes y de ello no escapa la literatura. Tomás Ramos señala que “las culturas originarias no pueden ser medidas con la lupa occidental, ni mucho menos explicadas socioculturalmente con el alfabeto del español solamente, sino tiene que ser interpretada transculturalmente”. Porque muchas veces quien piensa que descubre se “inventa otra cultura fantasiosa a diferencia de la que realmente se encuentra ahí”. Hasta que no consigamos vernos realmente unos a otros en condiciones de igualdad, advirtiendo dónde se encienden las alarmas de la dominación, no habrá una justa identificación del ser yucateco, con su referencia fundamental en una literatura donde por igual coexistan la escritura en lengua española y la escritura en lengua maya.

Este esfuerzo por divulgar el trabajo académico de los investigadores literarios de la Universidad Autónoma de Yucatán, encabezado por Rosely Quijano, Celia Rosado y Margaret Shrimpton, nos permiten acercarnos a las interrogantes más necesarias para entender qué somos a partir de nuestra producción escrita y considerarla como base fundamental del cambio social. –VCR. Mérida, Yucatán, julio de 2013.

Referencias

Bautista, Virginia. Existen autores en la literatura maya. Recuperado en http://www.excelsior.com.mx/comunidad/2013/06/24/905721#.UclxPuTCEFI.facebook el 25 de junio de 2013.

Cortázar, Julio. El sentimiento de lo fantástico. Recuperado en http://www.ciudadseva.com/textos/teoria/opin/cortaz5.htm el 4 de julio de 2013.

Quijano, R.; Shrimpton, M.; Rosado, C. (2013). Yucatán en su literatura, apuntes y perspectivas. Mérida: Universidad Autónoma de Yucatán.

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