La lluvia le dio el toque aún más dramático a la noche y en un partido que derrotó, para la tristeza de algunos mexicanos, a Tigres 3-0. River Plate, después de 19 años, volvió a levantar una copa libertadores.
En un estadio monumental, con un aproximado de 62,000 espectadores, la voz de los hinchas sobresalía cuando cantaban bajo la lluvia, celebrando tan esperado trofeo, en un camión lleno de energía, celebraron junto con los aficionados la esperada copa.
La primera parte del partido estuvo marcada por lo aburrido, sin ritmo y lleno de imprecisiones. Y también, por momentos, por las amonestaciones.
El uruguayo Darío Ubriaco, juez central del partido, fue ampliamente criticado por los analistas, tanto los mexicanos como los argentinos.
El gol de cabeza, del recién llegado a River, Lucas Alario, abrió el marcador y le dio un giro radical al juego. Los mexicanos se vieron obligados a salir a buscar el arco contrario y eso suele tener un precio.
La goleada comenzó a fraguarse en el minuto 74: penal sobre el uruguayo Carlos Sánchez y segundo tanto para los argentinos.
Cuatro minutos más tarde, al 78, con Tigres desdibujado, Ramiro Funes Mori aprovechó un centro de Leonardo Pisculichi y anotó el tercero.
La tribuna roja celebraba bajo la lluvia, los suplentes aplaudían ya sólo esperando el último pitazo, mientras que la banca de Tigre mostraba su frustración.
