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Personajes del mar

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Personajes del mar

Chilinsky Nacho, un pescador fuera de serie

Hemos leído y escuchado historias de pescadores, algunas increíbles, conmovedoras en su lucha al ir en busca de un cardumen con las peores inclemencias y los mejores desenlaces. Chilinsky Nacho nos regaló sentados a la mesa, parte de su vida entre risas, arroz y pescado frito, en un momento que sus ojos azules y vívidos se transportaron a su niñez.

Había abundancia

“Tenía 12 años y mucho mareo cuando empecé. Recuerdo a mis patrones, esos sí eran patrones de verdad, me enseñaron tanto, pescábamos huachinango, negrillo, abadejo, mojarra blanca. Mi primer pescado ¡te juro que pensé que tenía trabado mi cordel! ahí estaba tratando de jalarlo con fuerza, era un mero de 8 kilos y creí que me llevaría al fondo. Estaba en mi puerto de Telchac y había tres barcos pesqueros, yo debía empezar en tercera clase, no había platos ¡ni nada! de la olla comíamos con la mano. Ya en segunda clase tenía un plato, pero no IMG_8717había literas ni colchones… pasó el tiempo y finalmente llegué a primera clase con plato y colchón. Salíamos hasta 20 días en altamar para juntar seis toneladas de pescado y ganar treinta pesos en todo el viaje, lo que hoy serían como 3 mil pesos. Cuando regresábamos entregábamos todo a la compañía pesquera que lo congelaba para llevarlo hasta la Ciudad de México, no había entonces exportación a Japón u otros países, no había demanda. Cuando Estados Unidos empezó a comprar pescado, se construyó un barco muy grande que se llamaba El Esquimo, a su regreso dividía de 20 a 30 toneladas por cada compañía; Progreso para entonces ya era una zona pesquera y se construyeron más y más barcos bien grandes para pescar huachinango, abarcando desde Progreso hasta Chinchorro”.

Historias de pescador

“Desde luego que los sustos no faltaban. En una ocasión cayó un compañero al mar y no sabía nadar, en vez de flotar se hundía, el patrón siempre nos decía: Si no sabes nadar no te subas.
Recuerdo cuando se formó una tromba marina, los pescadores acostumbramos poner cuchillos en la proa en forma de cruz para que pase rápido, pero esa era tan fuerte que se llevó los alijos (barcos pequeños para pescar y descargar al barco mayor) y los hundió.
Otras veces estaba el miedo que nos causaban los cardúmenes de mantarrayas, aún era zona virgen, se asomaban enormes y se enganchaban al cordel arrastrando al fondo a quién no podía cortarlo; soltarse resultaba casi imposible, los pescadores sabían que debían llevar su cuchillo, a veces sólo se encontraba el remo del alijo flotando.
Yo me salvé varias veces del tiburón ballena ¡son enormes! nos encontrábamos con ellos de frente, había muchísimos en El Cuyo, en todo el Golfo de México de hecho”.

Cuando salí de Cuba, dejé mi vida dejé
mi amor…

IMG_8714“Tuve mi primer barquito de motor porque me lo regalaron unos cubanos que recalaron en Telchac Puerto, estaban pescando, al darse cuenta que estaban en México, decidieron aprovechar para salir de su país.
Una noche estaba pescando con mi capitán Pancho Rosado, cuando recaló un barco como con 300 cubanos que encallaron en el arrecife por mal tiempo, había muchos muertos, niños, hombres, mujeres, el arrecife los destrozó con las olas enormes que los azotaban, no les permitió salir el mar, bajamos para ver si podíamos salvar alguno, pero casi nadie lo logró, era un cementerio, muy triste.
Otra ocasión estábamos en Progreso pescando, cumplimos los quince días y ya debíamos regresar al puerto, durante la tarde nevamos el pescado (ponerle hielo picado), comimos y al salir como a las 11 de la noche, el cocinero que preparaba las cosas para el desayuno abrió el congelador y se llevó la sorpresa ¡Había un hombre semi congelado en él! Corrió para avisar al patrón y resultó un joven güero, un cubano blanco que nos vio pescando, se dio cuenta que éramos mexicanos, así que esperó la noche para huir lanzándose en una tabla desde su barco, una nodriza, para subirse al nuestro y esconderse mientras terminábamos de alistarnos, nos suplicaba que no lo entregáramos. Por supuesto no lo bajamos, lo cobijamos, le dimos aspirinas y café para calentarlo. Lo bajamos a los dos meses, cuando ya no lo estaban buscando, nos ayudaba a pescar, tenía comida y no le faltaba nada, después de ese tiempo lo vestimos y salió del barco. Hoy sé que vive allá por Dzilam de Bravo, se casó con una muchacha del puerto y pidió asilo mexicano. En esa época, hace 50 años, estaba muy dura la situación en Cuba, por ello decían: Patria o muerte…”.

Con 72 años y una actitud de treintañero, este agradable personaje se despide rápidamente porque ya lo esperaban para salir a reparar algunas cosas, nos comentaron que vende cocos y vive como muchos quisiéramos, porque a palabras de él y como dice la canción: “En el mar, la vida es más sabrosa…”. Pueden encontrarlo en el restaurante El Pescador, sobre la costa de Cozumel, al sur de la isla.

Por Isabel Juárez

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