A lo largo de todo el Partido el esférico se mantuvo bajo dominio tricolor y sin mayores dificultades abrió el marcador al minuto 16 con un gol de Oribe Peralta, quien dio paso para una goleada que se esperaba de antemano.

Digno y rudimentario el equipo cubano que, diezmado, se enfrentó a México. El entrenador y cuatro o cinco jugadores no pudieron llegar a Estados Unidos por asuntos de visados y, para rematar, su centro delantero titular desertó nada más pisar suelo gringo.

Lo asombroso fue la manera de celebrar la esperada goleada por Miguel Herrera y los comentaristas de Televisa. Daba la impresión de que el Tri estaba triturando a Alemania. De pena ajena.

No fue un partido de futbol. Fue una cascarita entre el ex gigante de la Concacaf y una selección que apenas está saliendo a la luz. País rabiosamente beisbolero y rumbero, Cuba decidió abrirse al mundo del futbol y, ¡oh! sorpresa, los cubanos le están tomando el gusto al deporte de las patadas.

Pero están más verdes que el nopal. Voluntad tienen para regalar pero técnicamente están en pañales. Es cosa de tiempo y de recursos: el primer factor se da por descontado pero el segundo está más que complicado.

Por eso, y hasta por educación, el Piojo se hubiera visto mejor celebrando los goles con sobriedad, pero tampoco es cosa de pedir peras al olmo. Se entiende que la afición presente en las gradas disfrutara de lo lindo la goleada, no más faltaba. Pero los excesos de Herrera fueron de muy mal gusto.

Fuente: La Jornada