Por Carmen Garay.

Este espacio como sabucán tiene de todo: desde escritos emocionales y personales, hasta artículos de opinión política. Depende de mi estado de ánimo, de cómo me pinta el día o de cuán agitado se encuentre el entorno de la opinión pública. Hoy, creo escandaloso y aleccionador lo acontecido en Baja California y en Chiapas, en ambos casos bajo la premisa de que tarde o temprano se hace justicia, pero cuál es el contexto.
Estamos en el «último jalón» antes del inicio formal del proceso electoral de 2012, aunque de facto comenzó desde hace años, cuando Peña Nieto se volvió una estrella más del canal de las Estrellas. Las patadas bajo la mesa están a la orden del día… y «el gobierno del Presidente» ya dio un golpe mediático muy fuerte al detener a Carlos Hank Rhon.
Hank no es cualquier político pobre, es un heredero, un gracioso delfín, del mismo modo que en el PRI ha habido Del Mazos, Salinas y Madrazos, literalmente. Por sus venas corre sangre tricolor y, atentar contra un prolijo priísta ex-alcalde, es atentar contra cualquier acercamiento o alianza legislativa presente o futura.
Mientras la opinión pública se abalanza con recordatorios a Ernesto Cordero, por su incontinencia verbal, los legisladores priístas de la Permanente han dicho que por el momento no habrá reforma política -seguramente ni laboral, ni de otro tipo. Y ‘ora menos. De igual manera las alianzas PAN-PRD se diluyen; la detención del exgobernador aliancista (PAN,PRD, Panal, PT) de Chiapas, Pablo Salazar, le pone cerrojo definitivo a una candidatura conjunta PAN-PRD en las elecciones venideras.
El caso es que toda la partidocracia siente pasos, recoge sus canicas y se repliega contra la pared, mientras quien se beneficia de este maremágnum es Felipe Calderón, pues se desvía la atención de su Gabinete Caligari, que parece salón de clases sin maestro y resalta la importancia de ir remojando las barbas y las uñas largas de gobernantes que olvidan que tarde o temprano serán tristes mortales.