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La Mérida vanidosa de Castro Pacheco

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La Mérida vanidosa de Castro Pacheco

090813altar-fernando-castro-pachecoPor José Luis Preciado

Mérida, un juguete de los ricos

Fernando Castro Pacheco falleció de un cáncer contra el que luchó a brazo partido; perdió la batalla el pasado 8 de agosto. «El más grande pintor yucateco de todos los tiempos y el más yucateco de todos los pintores», escribió don José Mediz Bolio en 1952 al referirse al entonces joven pintor.

Felipe Ahumada Vasconcelos y un servidor lo fuimos a entrevistar en marzo a su residencia de la calle 60, allí por el barrio de Santa Ana, llevamos una batería de preguntas sobre su vida de pintor, muralista, grabador, escultor, pero él no quería hablar de pintura, ni de arte, pidió hablar de su ciudad, de Mérida, la que lo vio nacer un 26 de enero de 1918, de lo mal portados que éramos sus habitantes con ella, de lo mal que la hemos dejado al convertirla en una mala copia de cualquier otra ciudad, de cualquier otra parte del mundo.

El maestro decía:

«Si un grupo de yucatecos con poder económico fuera llevado a Florencia, en 24 horas acabarían con ese joyel de la humanidad, llegarían a la hermosa ciudad y dirían, pero bueno, ¿este edificio de la Edad Media para qué sirve?, hay que botarlo y construir otro de acero, vidrio y cemento, esa es la razón por la que en el centro histórico de  Mérida hay tanta casa vacía, no las habitamos porque para sentirnos más cultos nos vamos a vivir a fraccionamientos de lujo, donde podemos sentirnos socialmente aceptados y claro, las casonas heredadas allí se quedan vacías y listas para ser derruidas y en su lugar hacemos algo mejor, que produzca  rentas. Ante esto yo me pregunto ¿dónde está el amor del yucateco a su ciudad? ¿Dónde está su conciencia?

A Castro Pacheco le dolía mucho su ciudad, la veía muy extraviada, cargada de oropel y de poses ajenas a su identidad, una ciudad en manos de los constructores, Mérida, un juguete de los ricos.

A su Estado le dejó una de las mayores herencias: los murales del Salón de la Historia del Palacio de Gobierno -pintados en la década de los setenta-; allí se encuentra  una de las herencias más notables del maestro Castro Pacheco, entre muchas otras que se encuentran en Querétaro y en colecciones privadas.

Sin embargo, buena parte de la obra de Castro Pacheco aún no se conoce, su casa-taller de Mérida está repleta de creaciones, pintura, grabado, escultura y muchas otras obras de un hombre que nació tocado para el arte. Tres días antes de su muerte y a sus 95 años, todavía estaba con el pincel en la mano, creando. El cronista de Mérida, Gonzalo Navarrete dijo: «las musas bendijeron la hamaca donde nació Castro Pacheco».

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