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Eduardo Galeano, cronista de las Américas

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Eduardo Galeano, cronista de las Américas

El niño uruguayo que quiso ser de “todo” estuvo este 6 de abril en Mérida

Por Virginia Carrillo.

Con un teatro lleno, el emblemático Felipe Carrillo Puerto, y también con gente dentro del Peón Contreras atenta a su conferencia proyectada en pantallas, fue recibido el uruguayo que de niño quiso ser de “todo” –como futbolista por ejemplo- pero que al no conseguirlo se dedicó a escribir “por no saber hacer nada”: Eduardo Galeano. El autor de Mundo patas arriba, afirmó esto entre risas y aplausos del público que, emocionado, seguía sus palabras y su lectura en voz alta del más reciente de sus libros: Espejos.galeano2

Y fue precisamente a la memoria del prócer yucateco Felipe Carrillo Puerto a quien Galeano dedicó la conferencia, deteniéndose a leer un fragmento del texto que sobre el gobernador socialista asesinado en 1924, publicara en Memorias del fuego III. El siglo del viento:

“Felipe Carrillo Puerto, también invulnerable al cañón con que Obregón dispara pesos, enfrenta al pelotón de fusilamiento una húmeda madrugada de enero:

-¿Quiere un confesor?

-No soy católico.

-¿Y un notario?

-No tengo nada que dejar.

(…) En tierras yucatecas, Carrillo Puerto decía sus discursos en lengua maya. En lengua maya explicaba que Marx era hermano de Jacinto Canek y de Cecilio Chi y que el socialismo, heredero de la tradición comunitaria, daba dimensión futura al glorioso pasado de los indios.”

Por otra parte, en Espejos, Galeano nos contó a los presentes, que ambiciosamente quiso abarcar la historia entera de la humanidad, todos los hechos que han marcado a los pueblos del mundo. Galeano ante todo es un cronista, un cronista de lo humano, que con acierto pone con fina ironía y aguda inteligencia el dedo en la llaga. Consigna que ha seguido fiel en todos sus textos como el antes citado Memorias del fuego. Dijo que el siglo XX nació para la humanidad lleno de esperanza y que al despedirse nos dejó ensangrentados.

Eduardo Galeano también habló desde el feminismo. Sí, poniendo el espejo de la crítica sobre el hecho de que, al hablar de la opresión histórica de las mujeres, se les señale como “minoría”.

-¿Cómo hablar de minoría cuando las mujeres son la mitad de la humanidad? –cuestionaba el periodista.

Y luego se remontó a los primeros años del siglo XX cuando a las mujeres se les prohibía cantar en las iglesias porque sus voces ensuciaban la pureza de la atmósfera eclesiástica. Asimismo, señaló la costumbre de enterrar los ombligos de las niñas recién nacidas en los pisos de las cocinas para que de mayores no olvidaran cuál era su lugar. Y esas mujeres relegadas a lo doméstico, siguieron –raptadas o por propia voluntad- a los hombres de la Revolución Mexicana llevando pegado al pecho a los hijos y cargando sobre sus espaldas ollas y cazuelas, es decir “con la cocina a cuestas”.

Galeano conoció a Juan Rulfo. El autor de Pedro Páramo le dijo:

-¿Ves este lápiz? En un extremo tiene la puntilla y en el otro la goma de borrar. Con la primera escribes, con la segunda, borrando escribes más.

Clara referencia a lo que el escritor –también uruguayo- Juan Carlos Onetti afirmaba: las palabras, para ser dichas o escritas han de ser superiores al silencio. Y de esto, Rulfo, el escritor de la frase breve que revela desde lo profundo, mucho sabía.

Alguna vez, siendo todavía muy joven, Galeano tuvo la oportunidad de platicar durante largas horas en Madrid con Juan Domingo Perón. Entonces se le ocurrió preguntarle al ex presidente de la Argentina, por qué no se dirigía a su pueblo, que tanto lo añoraba, por lo menos en alguna carta. El general le respondió, en franco dominio de la mayéutica, con otra pregunta:

-¿Usted sabe en qué radica el prestigio de Dios?

Y Galeano hizo una larga disertación en la que recorrió la historia de la humanidad, remontándose al hombre prehistórico y su necesidad de afrontar la incertidumbre de la existencia y el sentimiento de soledad.

No joven –respondió Perón –el prestigio de Dios radica en que se deja ver poco.

Entre esas y muchas otras anécdotas, aderezando la lectura de Espejos que el mismo autor interrumpía con digresiones y alusiones a la historia y cultura de los pueblos de América, transcurrió la hora y veinte minutos de la presentación en Mérida del cronista nacido el 3 de septiembre de 1940.

“No puedo entender, cuando voy a los Estados Unidos, cómo es que los latinoamericanos dicen que al estar ahí, han llegado a América… ¿Pues de qué lugar vienen? les pregunto”, compartió risueño Eduardo Galeano.

Las palabras como flores surgían de la voz del escritor que revestido de profeta vino a Yucatán a señalar que la utopía es un sitio que siempre estará varios pasos adelante, ahí en el horizonte, y que su esencia radica en obligarnos constantemente a no dejar de caminar para alcanzarla

 

abril-09-029
El uruguayo autografía los libros que llevaban sus seguidores quienes formaron larga fila que llegaba hasta las afueras del teatro.
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