Diapositiva anterior
Diapositiva siguiente

Cyberbulling para funcionarios

Diapositiva anterior
Diapositiva siguiente

Cyberbulling para funcionarios

agustin-carstens-secretario-de-hacienda

Por Carmen Garay.

Cada vez es más frecuente en los medios,  información acerca de  la violencia entre escolares, el mentado e indeseable bullying del cual debo admitir que fui víctima y victimaria en algún momento de mi vida. Pero los medios se van sofisticando y, según especialistas, también es posible bullying, violencia, utilizando redes sociales en Internet.

Los rasgos de estas agresiones cibernéticas, insisto, dicen los especialistas son:

1.    Burlas y calificativos denigrantes sobre la persona, sus rasgos físicos, su condición socioeconómica y, en fin, lo que constituye su integridad física, mental y emocional.

2.    Imágenes o videos  que ridiculizan a las víctimas –sí, los especialistas hablan de víctimas-, acompañadas, nuevamente, de insultos y burlas.

En ningún lado se menciona que la víctima deba ser una  “perita en dulce”, ni con rasgos de santidad. Eso sí, se clasifica en víctima pasiva –que sólo le llueven las agresiones, los insultos y calla-, y víctima activa –que incita la violencia con el consabido “a ver, no que muy machos” y “al cabo que ni me importa, ya verán desgraciados violentos”, etc. etc.

Y luego de revisar con detenimiento algunos mensajes del face a propósito del cuerpo, la cara, las caderas, las aficiones y hasta el nivel intelectual de nuestros gobernantes, estamos plagados de bullying. Considero que la crítica periodística centrada en el desempeño de los actores políticos escapa de esta clasificación, hasta que se incorporan calificativos como enano, farandulera, y un largo etcétera. (empleo etc., porque me parece de muy mal gusto parafrasear insultos para repudiarlos).

Los periodistas  y los analistas –algunos piensan que son sinónimos pero no lo son-, requerimos un talento mayor para fustigar gobernantes, diputados y funcionarios mediocres, incumplidos, deshonestos, superficiales.  Aludir al “peso político de Carstens” como candidato al FMI, por ejemplo, conlleva una dosis de sarcasmo lejos de la vulgaridad de llamarlo como hemos leído y escuchado tantas veces, en virtud de su evidente obesidad.

En cada dicho, por delante una evidencia y detrás de ello, la intención sana de contribuir a  una clara percepción política y nunca, una vendetta partidista o personal que raya en las ancestrales pugnas tribales.

Pa’rematar: las declaraciones del secretario federal de Hacienda, lo exhiben como un “corderito”.

 

 

 

Facebook
Twitter
LinkedIn