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Cálida bienvenida del pueblo de Yucatán al Nuncio

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Cálida bienvenida del pueblo de Yucatán al Nuncio

n el marco de la celebración eucarística realizada en el estadio “Carlos Iturralde Rivero” con motivo del XXV Aniversario de la Clausura del III Sínodo Diocesano, el pueblo católico de Yucatán dio ayer una masiva y cálida bienvenida al Nuncio Apostólico, Franco Coppola, quien por primera vez, a casi un año de haber llegado a nuestro país, visita Mérida.

dsc_5031Teniendo como testigos en el altar las imágenes del Santo Cristo Negro de Sisal y de la Santísima Virgen de Izamal, el distinguido visitante concelebró el solemne oficio religioso con el Arzobispo Gustavo Rodríguez Vega y el Emérito Emilio Carlos Berlie Belaunzarán, ante un nutrido auditorio integrado por 200 sacerdotes y diáconos, 320 religiosas y religiosos, y 110 seminaristas, junto con miles de fieles que vinieron de todos los rincones de arquidiócesis y recibieron de Coppola la bendición de envío con que se reinician los trabajos del Sínodo. (Hay que señalar que después de la misa se presentó un video con las conclusiones del Sínodo de hace 25 años, y las líneas pastorales que ahora seguirá la Arquidiócesis bajo la dirección del Arzobispo Gustavo Rodríguez Vega).
Franco Coppola, quien es de trato muy agradable y estuvo muy sonriente todo el tiempo, dijo al auditorio:
-Somos llamados a ser testigos, no de gritos desbordados, ni de doctrinas, somos llamados a ser testigos de las bonitas obras que el Señor hizo en las vidas de cada uno de nosotros. Hay que alabar al Señor por las grandes cosas que hace. Mis votos para ustedes son para que se hagan testimonios, testimonios de las grandes obras que hace para cada uno de ustedes, que sea la presencia misma del Señor.
Les pidió además: Que nadie pueda sentirse solo, abandonado, porque encuentre en el hermano, en la hermana, la ayuda que reconforta. La mejor cosa que podemos hacer al dar las gracias para alabar al Señor es hacer las mismas cosas que Él hizo.
Y, refiriéndose al Día de la Santa Cruz, señaló:
-Esta fiesta, la fiesta de la Santa Cruz, es de alegría, porque no somos un pueblo de dolidos que adora la cruz, no, la cruz nos muestra cuánto el Señor nos quiere. Nos quiere tanto para entregar a su hijo y para salvarnos.

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