Por Ana Laura Preciado
Después de un largo tiempo de encierro, hemos comenzado a salir y por fin estamos respirando el aire fresco, conviviendo con la naturaleza, con nuestro entorno y disfrutando de aquellas pequeñas cosas cotidianas que dábamos por hecho. Sin embargo, todavía existe mucho temor; el estar “afuera” se tornó en algo desconocido y genera un sentimiento de pavor. También, existen otras personas que argumentan lo desalentador que resulta el viajar con las medidas sanitarias actuales, descartando automáticamente la idea de siquiera salir a dar un paseo por su barrio.
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Esta nueva realidad me estremecía y así como describí en el párrafo anterior, yo continuaba eligiendo la “seguridad” de mi hogar. Pero, para alguien cuyo principal entretenimiento era la aventura y salir a ‘pueblear’ cada fin de semana, la pandemia descartó mi único hobby y la verdad era que, sin mis excursiones por el estado, no poseía ningún tipo de pasatiempo.
Por supuesto, intenté ocupar mis días y mi mente en trabajar, pero las horas parecían cada vez más un eterno letargo. Aislada y sin ninguna nueva actividad relevante más que trabajar, al poco tiempo la desgana y el estrés hicieron acto de presencia; sabía que esto tenía que cambiar, pero, ¿qué podía hacer si aún no me sentía segura para salir a pasear?
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Aquella reflexión influyó a cambiar mi estrategia, por lo que emprendí la quisquillosa búsqueda de una nueva actividad que más allá de integrarla a mi rutina, me proporcionara paz y distracción (al menos por un rato).
Atravesé varios pasatiempos: costurar, dibujar, cocinar, tie-dye (teñido de ropa de manera anudada) y a pesar de que solo uno de ellos logró captar mi atención y sigue siendo parte de mi vida “fuera de casa”, fue la cerámica lo que finalmente me brindó una sensación de armonía y felicidad.
En una iluminada y estética terraza ubicada en la colonia Alemán, una antigua compañera de trabajo abrió un pequeño estudio de cerámica para experimentar y disfrutar del barro. Hallar este espacio de libertad de expresión a través de la pasta cerámica fue el hobby terapéutico que buscaba sin esperarlo.
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Es el sitio perfecto para explorar mi capacidad creativa sin la preocupación de enfrentar aglomeraciones, pues es un área abierta y ventilada; y de paso, echar una buena plática acerca de la vida y los años pasados, con aquella vieja colega que no veía desde hacía mucho tiempo.
Y lejos de tener la habilidad para las manualidades o el diseño, les garantizo que amasar y modelar la arcilla es para todos: niños y adultos, expertos e inexpertos, virtuosos o no virtuosos. La cerámica es un pasatiempo que libera mi estrés, despeja mi mente y me incitó a salir de mi zona de confort para probar algo nuevo; un aspecto positivo que la pandemia trajo consigo.
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“Será Será” es el nombre del estudio encabezado por Lucy junto con su co-anfitriona y mejor amiga peludita Almendra. Un encantador taller que se volvió mi rincón favorito, así como también mi más grande confidente: platicar de la vida, desahogar una que otra pena, así como transformar toda esa energía y estado de ánimo en pequeños objetos productos de mi imaginación (y algunos otros inspirados en imágenes de Pinterest) hechos de barro colorado o blanco.
La cerámica apareció como una vía de liberación a aquel terrible aislamiento…esos pequeños placeres que se vuelven grandes distracciones.
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Será Será
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