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Enamórate de Cancún

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Enamórate de Cancún

Buscar aquello que sí se puede

Por Gabriela Pérez

acuarioUsualmente Cancún recibe vestido de fiesta a los que llegan, nunca termina la celebración. Esta vez no era la excepción, en Cancún soplaba una brisa encantadora, llena de murmullos a idiomas del mundo, como una Babel en esa incansable construcción, que se vuelve a destruir con cada despedida.

Una cerveza en la mano, -sin hacernos del rogar-, sumergirnos en ese ambiente caribeño con un calor peninsular sabroso de febrero, la vida se ve a colores agua marina y azul turquesa, luego esos atardeceres; rumbo al hotel las calles poco a poco se iban alumbrando, la noche comenzaba a apoderarse, los imponentes hoteles se alzaban orgullosos de su arquitectura y los verdes espacios teñían el lugar de vida y emoción. La maravillosa playa me recibió imponente, mágica, las luces de la ciudad se reflejaban en ella, la suave arena y los susurros de las olas hacían que me volviera a enamorar de Cancún, tenía un tiempo considerable ya sin visitarle y en esta ocasión venía con ganas de recargar como nunca las pilas; la noche pasó volando, entre risas, tragos y la playa.

Area_de_IpadsMuy temprano al día siguiente Plaza la Isla fue la primera parada, ahí entre sus puentes y sus lagos artificiales fui directamente al Acuario Interactivo de Cancún, un joven me ofreció una guía personalizada sin costo y ahí entré al mágico mundo marino; en el recibidor, una pecera enorme donde puedes “bucear” de manera divertida y segura; después “me sumergí” de lleno al acuario, el primero en presentarse fue el pez león, famoso por ser un depredador voraz, y así fuimos conociendo la intimidad de los peces, ahí, como en la película de Pixar “Buscando a Dori”, pudimos observar una gran cantidad de coloridos peces, llenos de armonía, encanto, algunos majestuosos e imponentes, otros pequeños peces de bajo perfil que tienen miedo a ser devorados por sus congéneres más grandes, desde peces payaso, hasta el llamado pez perico que fue creado como un experimento en un laboratorio. Al final de la sección de los peces, en la parte superior, están uno de los grandes dueños del mar: los tiburones, que reposaban sobre nosotros.
16298814_1297322507015632_7344159745359286018_nDespués pasé a otra área donde pude tocar unas rayas que se acercaban cuando le ofrecían de comer, habían unas pequeñas y otras muy grandes, también pude tocar una estrella y un pepino de mar, ambas te dejan la misma sensación que eriza la piel. Los chicos que laboran ahí explican sobre la importancia de estos animales y como su depredación afecta la naturaleza. Desde un puente pude observar por un lado a los delfines que juguetean y se divierten en una gran piscina que se encuentra en el acuario (cabe aclarar que ellos nacieron en cautiverio, por lo que no extrañan la vida salvaje) y por otro lado la bella laguna de Nichupté donde se pueden ver algunas personas realizando deportes acuáticos.

El paseo llegó a su fin, pasamos de nuevo por la gran pecera, teníamos la opción de permanecer en el audiovisual, pero Cancún nos continuaba esperando y declinamos la invitación. Los días pasaron volando, entre risas, brisas, playa, ambiente, buena comida y diversión; Cancún se me fue de las manos en un dos por tres, en el camastro ya en el último día de mi estadía exclamé… -¡háganme una casa aquí, necesito una vida de esto, playa, sol, cocteles… eso es vida!-

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