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La Ciudadela de San Benito, ícono de tres épocas históricas de Mérida

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La Ciudadela de San Benito, ícono de tres épocas históricas de Mérida

La construcción del edificio conocido como La Ciudadela de San Benito, ocupó uno de los cinco cerros del sitio denominado Ichcaanzihó, actual ciudad de Mérida. Al fundarla en 1542, Francisco de Montejo pensó fortificar la parte superior de ese cerro, que contenía vestigios de construcciones prehispánicas mayas, pero lo cedió a los frailes franciscanos que aprovecharon algunos de esos edificios y demolieron imagesotros, construyendo el convento de San Francisco, la iglesia del mismo nombre y la parroquia de San Cristóbal, constituyendo la segunda época de esa memorable elevación.

En enero de 1667 tomó posesión como gobernador y capitán general de Yucatán, Rodrigo Flores de Aldana, quien traía la orden real de construir una fortaleza para defender la ciudad de posibles sublevaciones indígenas o invasión de piratas. En cumplimiento de ello se iniciaron los trabajos ese año, levantándose una muralla de 12 m. de alto y 2.40 m. de espesor que rodeó toda la cumbre del cerro. En el costado poniente, adosados a la muralla, se construyeron el cuerpo de guardia, la casa del castellano, la sala de armas y el almacén de pólvora.

En marzo de 1672, llegó de España como gobernador interino Miguel Codorniú de Solá, trayendo artillería y armamento para La Ciudadela y su guarnición. En 1754 la capilla de San Cristóbal pasó a manos del clero secular, lo que dio origen a problemas con los franciscanos, por lo que se decidió construir en la plazoleta del suburbio la Iglesia de Guadalupe, concluida en 1796. El siguiente gobernador, Lucas de Gálvez, con miras a embellecer la capital, dotándola de un sitio de esparcimiento, determinó en 1791 rebajar la parte norte del cerro, con lo que se amplió el espacio y se construyó La Alameda o Paseo de las Bonitas o también Paseo de Gálvez. En los primeros meses de 1821, el último gobernador español, el mariscal de campo Juan María Echeve19c6058203c08e40932d53249696be26--merida-yucatanrri, dio cumplimiento a una orden de la Corte y procedió a desalojar a los franciscanos de su convento ubicado dentro de La Ciudadela lo que ocasionó destrozos de muchas obras de arte y pérdida de valiosos documentos, libros y manuscritos.

En 1843 el Ayuntamiento construye con parte de las ruinas de La Ciudadela y el convento, un edificio que por su almacenaje fue conocido como El Castillo; fue destinado para cárcel, pero en un principio se le utilizó como cuartel y almacén de guerra. La prisión se trasladó a este lugar después del triunfo de la República en 1868, y allí continuó hasta 1895 en que se abrió la Penitenciaría Juárez, al poniente de Mérida. Antes, en 1856 se había establecido en algunos edificios vacíos la Escuela Correccional de Artes y Oficios, pero duró muy poco tiemp o.

En mayo de 1869 el Ayuntamiento comenzó a demoler la parte sur del cerro, los bastiones de la Soledad y San Cristóbal, las murallas del sur y el antiguo cuartel. Con los gruesos muros de la Iglesia de la Soledad se hizo un añadido al Castillo, se construyó una planta alta, se colocaron almenas en todo el remate superior y se comunicó con la calle 67 por medio de una rampa que desde entonces se denominó la “bajada del castillo”. En 1873, ante la amenaza de continuar con su destrucción, Alice le Pongeón lamentaba el hecho, pues consideraba que el Castillo de San Benito constituía un monumento histórico digno de ser conservado.

En 1907, La Ciudadela fue cedida por el Ayuntamiento a la compañía de agua potable Antigua_Ciudadela_de_San_Benito_01para instalar sus bombas y tanques de almacenamiento. El Castillo siguió en manos del ejército, pues en 1915 funcionaba como enfermería militar y después fue estación de policía, sin embargo, éste último vestigio de las construcciones habidas en La Ciudadela fue finalmente demolido en 1966.

Tanto en la época prehispánica, como en la Colonia y más tarde en la República, La Ciudadela de San Benito formó parte del paisaje meridano, irguiéndose majestuoso como un atento vigilante de la evolución y el progreso de nuestra querida ciudad de Mérida, que fue transformándose paulatinamente en la urbe moderna  y progresista de la actualidad.

Por José S. Góngora López.

capitanlocutor@hotmail.com

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