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Moderación de extremos en Espacio 2010

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Moderación de extremos en Espacio 2010

espacio-2010-inaugura

Por Carlos M. Hornelas Pineda.

Mérida, Yucatán, 26 de marzo de 2010 -Las filas de estudiantes en la mañana eran largas y copiosas. En la explanada del Centro de Convenciones Siglo XXI, se sentía el entusiasmo juvenil por acudir a un evento que a todas voces se ha hecho saber, les pertenece. Ni el bochorno matutino; ni el cielo nublado; ni la lentitud con la que avanzaba la fila, hacían mella en quienes desde muy temprano se habían formado para participar en esta actividad.

Destacaban hoy, en particular, las playeras negras de los estudiantes de la Universidad de Veracruz;  la sonrisa de los estudiantes anfitriones del evento, que en un último soplo de aliento ponían su mejor cara dejando de lado sus acusadas ojeras de cansancio después de una semana.

En fin, todo transcurría con tranquilidad y hasta cierta parsimonia. Dos razones fundamentales destacaban la atención de los jóvenes en el último día de espacio 2010: ver a Carlos Loret de Mola como profeta en su tierra y posteriormente a Carlos Marín como moderador de una mesa de análisis. Carlos vs Carlos. Las opiniones se dividen.

El último día de Espacio Televisa 2010 en Mérida se dedicó a la llamada quinta premisa del nuevo orden, a la cual se tituló pomposamente “Del proyecto al programa de nación: la moderación de los extremos en aras del interés superior. Una lección que merece toda la nación”.  En la cual estaban convocados en una mesa de análisis César Nava Vázquez, presidente del PAN; Jesús Ortega Martínez, presidente del PRD y Beatriz Paredes, presidenta del PRI. No obstante, por el PAN acudió Gabriela Cuevas y por el PRI Sebastián Lerdo de Tejada.

Carlos Marín, moderador de la mesa, inició su intervención presentando a los ponentes para después eliminar del programa los videomensajes que habían enviado los ausentes a la mesa, por respeto – acotó- a los que estaban presentes. “Me piden que pasemos los videos, pero he decidido no hacerlo… Ni que fueran Napoleón Gómez Urrutia”. Y la audiencia, empática, aprobó su estilo.

Durante las ponencias de uno y otro, el público permaneció paciente en su lugar, hasta por momentos aburrido. La audiencia reaccionó tras la primera provocación de Marín. Ésta se dio cuando un estudiante universitario preguntara algo al panel y Carlos, le requiriera qué estudiaba. Cuando el muchacho respondió, Marín espetó “¡ah, las ciencias! … ¡vaya la falsa ciencia de la comunicación!”. Esto sacó al público de su letargo e inició un abucheo. “Fuera”, gritaron algunos. Un grupo de alumnos de Vanguardia, un selecto grupo de estudiantes universitarios de alto nivel de aprovechamiento de diversas universidades, fintó con abandonar la sala, pero los coordinadores lo impidieron.

Carlos acostumbra a sacar a sus entrevistados de su zona de confort como paso previo a los cuestionamientos más agudos durante sus entrevistas, a fin de manipular la atmósfera a su favor. No obstante, en esta ocasión su audiencia no tiene razón para soportarle, el auditorio de jóvenes reacciona multitudinariamente y escudados en el anonimato que jamás tendrá ninguno de sus entrevistados, reacciona como le da la gana, sin admitir o concederle razón.

Carlos olvida que a este evento acuden mayoritariamente estudiantes de comunicación y que su opinión les punza. Tal vez su estrategia sea utilizar este medio para atraer su atención. Sin embargo, “quien afirma, está obligado a probar” ha sentenciado antes en otras circunstancias y  en esta ocasión a ninguno de estos jóvenes le interesa la opinión que un reportero, como él se autocalifica, pueda expresar a propósito de la materia de conocimientos que reciben en sus respectivas casas de estudios. No es un foro académico ni mucho menos, pero él tampoco es un doctor de la Sorbona: es un reportero. Con el respeto que nos merece como comunicólogos.

 “Si yo me altero, esto se puede poner peor”, sentenció Carlos Marín a la audiencia a quienes recordó que en la intervención del Secretario Gómez Mont, que antecedió esta mesa, se quejaron del pobre nivel de los políticos así como de la prioridad que dan a sus diferencias antes que al diálogo. 

La sección de preguntas siguió su curso y fue el turno de Glen, estudiante de la Universidad Regiomontana, quien definió el tono del posterior intercambio. “Yo si trabajo para la sociedad. Soy un activista”. Y el público aplaudió. Lo vitoreó. Carlos Marín le pidió que aclarara lo que entendía por “activista”. Glen, acobijado por la audiencia complaciente cuestionó a los ponentes, haber sido responsables, en calidad de miembros del Congreso, del aumento a los impuestos, así como de lo elevado de su dieta. El público se le entregó. Envalentonado, vino el remate: “y también quiero preguntarles ¿por qué televisa no paga impuestos?”. La ovación estalló. Algunos aplaudieron acompasadamente. Otros se levantaron de su asiento. Unos más simplemente contuvieron la respiración y lanzaron la mirada inquisitiva hacia Carlos Marín, que aparecía en una de las megapantallas del auditorio.

Marín trató de retomar el control de la situación y llamar al orden, pero un estudiante empezó a canturrear “Quiere llorar, quiere llorar”. Dándose por aludido, invitó a quien lo había hecho a que se presentara ante él. Y subió al proscenio un estudiante. Se estrecharon las manos y le cuestionó por qué querría llorar. El estudiante, tras un rodeo, argumentó que ese foro estaba para manifestarse como jóvenes. Entonces el periodista le mostró con un ademán su asiento en el foro. El público seguía agitado. Pedía respuesta.

Marín, en tono moralino le sentenció a Glen: “la calumnia es un delito”. Glen quiso responder y el periodista le dijo expresamente que le negaba el derecho de réplica. Entonces pidió que Gastón Melo Medina subiera al proscenio para responder a nombre de Televisa. Gastón, quien durante la inauguración dijera que la participación de los jóvenes es la más sincera porque no tienen ningún interés pecuniario;  que les demandó la “obligación de ser inteligentes” y que sermoneó “la ética es la estética del interior”, invitó a Glen a que el próximo año, en la siguiente edición de Espacio, auspiciado por cuenta de Melo Medina, donde quiera que sea, se manifieste en una asamblea como ésta para compartir su testimonio con otros jóvenes.

Melo Medina aprendió rápido del secretario Gómez Mont que en la mesa que antecediera a este exabrupto aleccionara la diferencia: “Uno puede estar obligado a callar, mas no a mentir”. Como dijera el maestro Carlos Marín, “El periodismo se ocupa de lo que está mal, no de lo que está bien”. De la crítica nace la oportunidad del reconocimiento de los propios errores y de la capacidad de no repetirlos. ¿Qué le pedimos a la juventud?

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