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Nosotros, los otros

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Nosotros, los otros

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Por Carmen Garay.          

Mérida, Yucatán, a 5 de mayo de 2010 -A tan sólo una semana de que concluyan las campañas electorales, en el imaginario colectivo de Yucatán impera un ambiente enrarecido, nocivo y preocupante. Con los datos de encuestas, ni más ni menos, ya se habla de un partido que arrasa, de otro que cae estrepitosamente, de uno que utilizará mapaches y otro que los cazará con dinosaurios. Y así, la escalada de injurias crece, al mismo ritmo que la inquietud de los ciudadanos que con o  sin partido alguno, tan sólo aspiramos a elecciones libres y en paz.

Pero se antoja difícil mantener la calma, cuando somos testigos de que familiares, amigos entrañables o simples conocidos plenamente abrazados a una militancia, hablan de los otros como “cínicos, mentirosos y tramposos”. En cambio, “nosotros, sí tenemos una propuesta limpia, honesta, respetuosa”. ¿Cómo explicarse entonces campañas que no hablan de las propuestas de nosotros,  sino de lo que pensamos de los otros? Al calificar a los otros, denostándolos, damos cuenta de la condición de nosotros mismos. Aplica en la vida cotidiana, y no es la excepción para quienes hacen política dentro de un partido, sea cual sea.

No sólo se trata de que quien acusa está obligado a probar ante instancias competentes y plenamente constituidas, sino de la gravedad de manifestar una y otra vez, dichos acerca de los otros que muevan al enojo y a la división de una sociedad como la yucateca, históricamente fuerte y unida en momentos cruciales, a pesar de proyectos políticos opuestos. Para qué sirve la historia si no aprendemos de ella, si no recordamos, por ejemplo, que en el seno mismo de un ideario liberal en Yucatán durante el siglo XIX se libraron acalorados debates y enfrentamientos entre Santiago Méndez y Miguel Barbachano. Precisamente, fue  entonces que Justo Sierra comprendió  la importancia que  tenía la formación  de la opinión pública a través de la  prensa y la educación, es decir, la imperiosa necesidad de construir un nosotros.

Los adversarios políticos no son enemigos. Los jóvenes que reparten propaganda, sea del color que sea, siguen siendo jóvenes que tienen, o deben tener su lugar común de encuentro en las aulas; que bailan juntos y disfrutan juntos. Cuando escuchamos durante las campañas que “ahora el principal objetivo son los jóvenes”, vale la pena reflexionar si efectivamente el modelo de participación que están siguiendo les permitirá mantenerse juntos, como jóvenes yucatecos; que no escuchemos más “los otros, en ese partido son de lo peor” o “todos son un asco, por eso no voto”. 

Sigue siendo vigente ese refrán que reza “Divide y vencerás”. La violencia que vemos por televisión en otras latitudes de país, va ocasionando heridas profundas que dejan sociedades divididas, presas del encono y capaces de atentar contra sí mismas. Aquí, en Yucatán, no podemos permitir más descalificaciones, más burlas ni más ofensas para los otros, porque son parte de nosotros mismos y porque de las palabras a los hechos violentos, hay un trecho muy corto. No más “mapaches”, ni “cazamapaches”, ni “dinosaurios”.

Las denominadas “campañas sucias”, la destrucción de propaganda, las provocaciones, no sólo atentan contra el principio de civilidad, sino que han probado reiteradamente su ineficacia para quien las utiliza: si gana, tiene un escenario adverso para llamar a la colaboración y al consenso. Si pierde, fortalece aún más la figura del adversario y su única probabilidad es que, a futuro, aprenda la lección y cambie de estrategia. Quien pertenece a un partido  o simpatiza con él, que dignifique la política; quien se asuma ciudadano aquí y ahora, que dignifique a Yucatán. Los otros, somos nosotros.

 

 

 

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