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Neva

Distante en más de un siglo al Domingo Sangriento ruso. Domingo de informe de gobierno y huelga sindical en la UADY. Un día domingo en el que la revolución que viene se anuncia desde el teatro.

Por: Alejandro Pulido Cayón

Escribo esto en domingo. Distante en más de un siglo al Domingo Sangriento ruso. Domingo de informe de gobierno y huelga sindical en la UADY. Domingo en un país herido de plomo. Domingo gris para despertarnos con frío en el trópico. Apenas este sábado concluyó una etapa en las presentaciones de Neva, que dirigida por Nelson Cepeda Borba nos remonta más de 100 años atrás sólo para hacernos ver que el día de hoy, con su violenta plenitud, es muy similar al de la matanza en San Petersburgo.
La obra escrita en 2007, de Guillermo Calderón, fue adaptada por el dramaturgo Salvador Lemis para hacerla representativa del contexto mexicano. Respeta en su mayor parte la esencia crítica hacia el arte escénico, aunque las luchas de clases y el ánimo represivo propio de las autocracias sufren una transformación con respecto al original. La puesta en escena, en tono de farsa, deja al espectador con ánimo reflexivo.
Ubicada en enero de 1905, justo en el Domingo Sangriento, Neva nos presenta a una Olga Knipper (Daniela Montalvo) atormentada por su incapacidad para interpretar El jardín de los cerezos, de su recién fallecido marido Anton Chéjov. En voz de Aleko (Luis Yamá), la actriz es informada que quizá el ensayo deba esperar debido a la matanza sucedida fuera del recinto teatral. Al sitio llega la inocente Masha (Glendy Cuevas), personaje lleno de simbolismos que, conforme avanza la trama, se desenvuelven hasta un estallido final.
Neva es una obra que habla del teatro desde el teatro mismo. Si bien los recursos utilizados por Cepeda Borba para el montaje no son innovadores, en este caso el director los emplea con atino y precisión. Así, el público puede observar en escena el calentamiento de los intérpretes, el momento en el que se les maquilla y viste, así como el instante íntimo que cada actriz y el actor viven justo antes de iniciar la presentación. Esta es de las pocas veces que se utiliza con acierto el tránsito de los personajes entre los espectadores.
Daniela Montalvo saca lo mejor de sí en escena, hace de Olga una mujer histérica, de grandes gesticulaciones, incluso diría que lleva al extremo su expresividad sin mayores problemas, se ha superado en papeles que le demandan apelar a su instinto. Por su parte, Luis Yamá hace un trabajo consistente, mantiene el carácter durante toda la representación del gran cínico que es Aleko. Si bien exuda juventud, Glendy Cuevas logra un buen desenvolvimiento para transmitir los matices de Masha, aunque su monólogo final podría adquirir mayor fuerza.
Las actuaciones son la piedra de toque en esta obra de pequeño formato, pues la totalidad del trabajo se hace en cámara negra, sin mayores artilugios que una silla y la nula utilización de la mecánica teatral. Son únicamente tres almas que se arrancan la piel, que por lo mismo logran calar con el discurso crítico sin llegar a ser panfletarios. Porque la realidad de aquel lejano domingo 9 de enero de 1905, muy bien puede ser lo que hoy se vive en México.
Un día domingo en el que la revolución que viene se anuncia desde el teatro. Y sí: el arte es revolucionario cuando ríe con los dientes pelados, con rostros estrambóticos y sin miedo. Sobre todo sin miedo.
Neva se presentó el pasado viernes y sábado en el marco del Merida Fest 2015, en el auditorio Silvio Zavala del Centro Cultural Olimpo. Hubo lleno total.

En Twitter: @alexpulidocayon

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