Diapositiva anterior
Diapositiva siguiente

Los independentistas… la revolución imparable

Diapositiva anterior
Diapositiva siguiente

Los independentistas… la revolución imparable

En el pasado mes de la Independencia, propicio para recordar a los héroes que nos dieron patria y a las heroínas que nos dieron matria, se abría el proceso electoral en el país, coincidiendo con elecciones estatales en nueve entidades federativas, incluyendo Yucatán. 

 

Diversas personas de los colectivos de los que he formado parte desde hace mucho tiempo, quienes tienen en común el ideal de generar condiciones para una  sociedad  justa, donde los derechos  y las oportunidades se reconozcan por igual, me impulsaron a participar en el proceso bajo la figura de una candidatura independiente, todavía novedosa por lo reciente de la legislación que la previene.  

 Un breve repaso de la ley y las experiencias de otras latitudes hacía ver el intento de obtener el registro, como un amigo me dijo, al nivel de una hazaña casi sobrehumana; pero con el grupo que se conformó para emprender este camino electoral coincidimos en que la meta fundamental no era el registro, ni el puesto de elección, es decir la mera aritmética, sino justamente el abrir brecha, así como reportar si mucho de lo previsto legalmente  resultara un juego burlón de los partidos para simular una apertura política, o confirmar la impresión diagnóstica de esquizoide en la vertebración de este proceso; además de convertir el intento en un punto de inflexión y reflexión en el escenario político-electoral.  

 

Este contemporáneo viacrucis democrático implicó, entre otras facetas: 

-la imposición legal de constituir una Asociación Civil e inscribirla en el registro público y en el SAT, con gastos al alcance de pocos y en función de absurdos requisitos, como lo es en sí mismo el de la constitución de una persona moral sin justificación lógica o legal (hasta en las sociedades mercantiles existe la posibilidad de crear sociedades unipersonales, sin intervención de fedatarios e inscribirlas a costos mínimos) y con objetivos específicos electorales, asociados definidos y existencia efímera, exclusivamente en torno a este proceso, con extinción señalada al término del mismo; 

-abrir una cuenta bancaria de cheques, también para el solo servicio de esta etapa, lo cual implicó vencer la resistencia de los bancos, por lo poco reditulosable de su temporalidad, así como por lineamientos limitativos de apertura a un cierto catálogo de personas morales; 

– las y los aspirantes a candidaturas independientes no recibimos ni un peso de presupuesto público y aun cuando actuamos con nuestro propio dinero y el de los donativos de amigos y familiares, debemos someternos a limitaciones que lucen absurdas, como:  

  +no podemos auto-aportarnos más del 10%  del tope de campaña establecido. En mi caso  $16.000= de $163.000=, 

  +montos recibidos de otras personas no pueden sobrepasar 90 Umas, lo cual equivale a $6.400=  y todo depósito, aun el más mínimo, debe sustentarse en abigarrado formato, con copia de la credencial de elector por ambos lados y el RFC del valiente simpatizante.  Si éste no lo tuviera, deberá darse de alta fiscalmente o no aportar, 

  +apertura de dos cuentas bancarias para recepción de depósitos  (para ingresos por autofinanciamiento y para aportaciones de simpatizantes); +los simpatizantes no pueden hacer un donativo en especie de algo que ellos produzcan (si un amigo fabrica gorras, no puede donarme gorras, debe ir a comprar otra cosa); -aun cuando el espacio de trabajo de esta etapa, conocido como »casa de campaña», sea prestado o propiedad de uno mismo, hay que celebrar un contrato de comodato, señalando un precio estimado, mismo que debe ser avalado por el testimonio de dos vecinos del rumbo, a descontarse del tope de campaña.  Igual obligación rige para los vehículos en uso; -si un voluntario colabora más de cuatro días seguidos, hay que darle de alta con otra categoría y estimar un salario; 

-las numerosas y complejas tareas de contabilidad exigidas demandan conocimiento profesional del manejo del sistema y, por ende, un contador dedicado a ello; -esas mismas tareas requieren equipo de cómputo con características específicas de Hardware y de Software, así como equipo adicional para la inclusión de comprobantes, lo cual conlleva costos nada despreciables; 

– tiempo escaso y plazos perentorios para informar a las autoridades de actividades planeadas y su logística, al igual que de ingresos y egresos, y de todo cambio: 3 días como máximo y con excesivo uso de formatos;  draconianas medidas de supervisión y vigilancia fiscal, visitas de revisión inconstitucionales y otros requerimientos que Kafka suscribiría gustoso; -si bien la autoridad electoral local otorgó un plazo mayor que el previsto originalmente en la ley para recabar el apoyo ciudadano –más de cinco mil firmas, que incluyeran el uno por ciento de, cuando menos, la mitad de las secciones del Distrito electoral, la llamada fórmula de «dispersión»- , ello debía lograrse a través casi de la intuición del electorado, porque el aspirante no puede realizar lo que la ley escuetamente llama, sin definir, actos anticipados de campaña, ni propuestas (entonces, cómo «enamorar» apoyos?); en contraste, baste ver y oir la profusión de mensajes supuestamente dirigidos a la militancia de los partidos que, sin límite ni inteligencia visible, inundan los medios de difusión, pagados por los impuestos de la ciudadanía toda; -hablando de tiempos, cabe observar que el plazo de 60 días establecido resulta en realidad sensiblemente menor, ya que comprende el «maratón Guadalupe-Reyes» que distrae ¡26 días! (gente que sale de vacaciones o que trabaja horas extra o que realiza actividades altruistas o que festeja y brinda con acelerada frecuencia)…quedan apenas 34 días; -queda abierto el interrogante sobre la fundamentación técnica del legislador local para definir el porcentaje de firmas requerido, ya que el establecido para formar un partido político es mucho menor.  También su limitación geográfica es cuestionable; -la obligatoriedad de usar dispositivos electrónicos para recabar las firmas-apoyos hace discriminatorio y elitista al proceso, ya que implica celular o tableta con características técnicas que tienen un precio nada popular; 

 

En fin, y a modo de metáfora, este proceso ha sido como competir con la resortera de nuestras buenas intenciones independientistasfrente a las armas nucleares de los partidos o de algunos auto-llamados «independientes», como los tres punteros presidenciables y otros estatales, que han vivido y viven del presupuesto público y que ni son líderes reconocidos por su congruencia pública, ni por su claridad ni fidelidad ideológica, ni por contribuir a sanear la vida política en México.   Por muchas fuentes se va conociendo que quienes se acercan a obtener el registro de alguna candidatura, con honorables excepciones, lo hacen de manera poco clara y harto cuestionable. 

 

La maquinaria que comienza con la ley y se consolida con las peculiares interpretaciones del árbitro electoral parece haber logrado el objetivo de marginar de la discusión de fondo, la opinión de quienes, sin el respaldo económico y estructural de las figuras políticas tradicionales, nos presentamos a lo que resultó una batalla ilusoria y tan desigual.   

 

Ante esta situación, junto con mis colaboradores, hemos decidido cerrar la participación en este proceso electoral.  

Pero ni de lejos siento estar frente a un escenario de derrota. La contienda no era por estar, sino por ser, por el concepto vigoroso de Honrar la Política que el mismo grupo compañero decidió como emblema de esta travesía.  

Gracias a cada uno y, especialmente, a mi estimadísima suplente Regina Carrillo.  El talento, el apoyo y las aportaciones de quienes contribuyeron a abrir esta brecha, han sido indispensables y muy valiosas. 

Gracias a articulistas, comentaristas y periodistas, próximos y lejanos, y a sus agudas miradas en permanente y bienvenido examen ideológico y  trayectoria.

Gracias a tanta gente conocida, no conocida y recién conocida, ciudadanía de a pie, juventud y madurez; a activistas de diversos campos, a artistas, creadores e intérpretes, a académicos y científicos, por su aliento y respaldo de múltiples maneras.

 

De manera destacada quiero señalar y agradecer mucho las muestras de apertura e interés por parte de los medios de comunicación; recogieron con inteligente y respetuosa comprensión los mensajes de reclamo y de necesidad de cambio;  son excelentes aliados en la formación de una nueva ética política y social.  

 

Esta experiencia ha sido profundamente enriquecedora y ha dejado enseñanzas muy significativas: por una parte, ha mostrado que la construcción de ciudadanía pasa, necesariamente, por fomentar el análisis, la crítica y la inserción activa de individuos, grupos y colectivos;  también, que la gran mayoría de la población tiene claro que el modelo actual de hacer política está pervertido y agotado,  y ha revelado que hay hambre de vencer simulaciones, inercias, apatías y temores, y mucha mucha hambre -reitero- de encontrar formas limpias y efectivas de hacer política y de participar en la vida pública. 

 

En resumen, la oportunidad de hacer diferencia, de iniciar un camino para Honrar la Política fue una meta lograda en la perspectiva real de estar al inicio de un movimiento. Y, como en todos los casos en que se involucran los derechos civiles y su plena realización, al principio las batallas se presentan cuesta arriba, pero cuando se triunfa, como inevitablemente sucede, siempre se reconoce a los que estuvieron del lado correcto, que es el de la justicia, la solidaridad, la honestidad, la congruencia y la dignidad. Quizá con más, pero nunca con menos.  «Necesitamos políticas y políticos que no tengan temor de emprender la reconstrucción ética y crítica del quehacer político, tal como la sociedad lo está demandando. Que asuman Honrar la Política« 

 

Por: Olga Moguel Pereyra 

Facebook
Twitter
LinkedIn