La promesa de los políticos franceses de hacer posible bañarse en el emblemático río es una estrategia para ahuyentar las críticas sobre el alto costo de la operación de limpieza. La alcaldesa tiene un punto sobre el tema.
En un soleado miércoles parisino, la alcaldesa de la ciudad desciende por una escalera, paso a paso y con cautela, en las aguas azul-café del Sena. Al cabo de unos segundos, una vez que el traje de neopreno de Anne Hidalgo está completamente sumergido, se pone unos pequeñas anteojos oscuros y sumerge la cara bajo el agua, demostrando a los fotógrafos y a las cámaras de televisión que la siguen en barco que cree que esta agua está limpia.
Los juegos más ecológicos de la historia
Se trata de un momento histórico para París, que muchos creían que no iba a ocurrir. Desde hace un siglo está prohibido bañarse en el Sena, y desde hace tiempo los legisladores franceses aspiran a que el río esté lo bastante limpio para hacerse una linda foto política.
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Esta operación de limpieza se ha convertido en la pieza central de lo que París llama «los Juegos más ecológicos de la historia», y se espera que el legado de este esfuerzo perdure. Después de que Hidalgo se seque, el Sena acogerá varias pruebas olímpicas de natación; tras los Juegos se abrirán tres zonas públicas de baño.
Pero la operación de limpieza de 1,400 millones de euros (unos 1,500 millones de dólares) no tiene que ver realmente con la natación. La posibilidad de bañarse en el Sena es simplemente un espectáculo secundario, una compensación a los parisinos por el uso de ingentes fondos públicos para llevar a cabo un proyecto tan ambicioso de restauración del río más romántico del mundo. El objetivo real es proteger una fuente de agua potable y ayudar a que la vida vuelva al río, para que los peces, como el famoso siluro parisino, puedan seguir prosperando.
Con la promesa de nadar se pretende evitar el tipo de críticas que oponen los proyectos medioambientales a las necesidades de la gente corriente. Ya hay cuentas en internet que se han comprometido a cagar en el Sena en masa bajo el hashtag #JeChieDansLaSeine (me cago en el Sena), o #IPooInTheSeine (mismo significado), para protestar por la cantidad de dinero que se gasta en el proyecto, mientras la gente de a pie lucha contra el alto costo de la vida. No hay pruebas de que nadie lo haya hecho realmente, y quienquiera que creara el sitio web original no respondió a la solicitud de comentarios de WIRED.
El romántico río Sena
«Tener este objetivo totémico de bañarse en el río es algo que ayuda mucho políticamente… porque es muy caro», señala Caroline Whalley, experta en contaminación del agua de la Agencia Europea de Medio Ambiente, «es una forma de conseguir apoyo público, porque pueden ver el beneficio. Hay algo en ello para ellos».
El Sena empezó a morir a principios del siglo XX. Durante 50 años se vertieron al río aguas residuales sin depurar, lo que llevó a la ciudad a poner fin a las idílicas escenas de familias retozando en el agua y a declarar ilegal bañarse en él (en su mayoría) a partir de 1923. En los años siguientes, el Sena se convirtió en un sombrío símbolo de la industrialización.
«No hubo vida en el Sena durante esos 50 años», asegura Jean-Marie Mouchel, profesor de la Universidad de Sorbona, quien estudia el río desde los años 80. «Las aguas residuales minaron las aguas del Sena. Las aguas residuales restaban oxígeno al agua y creaban obstáculos para el tráfico fluvial. Había tantos sedimentos y depósitos procedentes de las alcantarillas que [crearon] montañas de depósitos en el fondo [del río] que los barcos ni siquiera podían pasar», explica Mouchel.
Como prometió Jacques Chirac
No fue hasta la década de 1960 cuando la restauración del río empezó a atraer la atención política, primero con la creación de la agencia francesa del agua, y después con una promesa del entonces alcalde de París (más tarde Primer Ministro) Jacques Chirac: «Me bañaré en el Sena delante de testigos para demostrar que el Sena se ha convertido en un río limpio«, declaró en 1988, prometiendo completar la proeza a principios de los 90. Chirac, fallecido en 2019, nunca llegó a zambullirse públicamente. Pero su idea perduraría en la política francesa, y los Juegos Olímpicos crearon un nuevo plazo para completar la limpieza.
Macron ha repetido su promesa: «Lo haré», anunció a los periodistas en marzo, negándose a fijar una fecha. Tanto él como Hidalgo, sin embargo, fueron derrotados en el agua por la ministra de Deportes, Amélie Oudéa-Castéra, quien se zambulló en el Sena con un flop poco agraciado el sábado. Su oficina no respondió a las preguntas de WIRED sobre si se encontraba bien después de nadar.
No se puede “limpiar”
Sin la promesa de nadar en el Sena, lo que los parisinos obtienen por la operación de limpieza de 1,500 millones de dólares no es inmediatamente obvio. En realidad, no es posible limpiar el río. En su lugar, la operación se centra en evitar que entren nuevas aguas residuales sin tratar. La ciudad tomó medidas enérgicas contra las casas flotantes y los apartamentos de fontanería dudosa que vertían las aguas residuales directamente al Sena. A continuación, las autoridades empezaron a abordar el problema causado por las intensas tormentas de lluvia, que hacen que el agua fluya de la calle a los desagües de la ciudad, aumentando la cantidad de líquido en las alcantarillas. El exceso de lluvia obliga a la ciudad a elegir: O dejar que las aguas residuales se acumulen en los inodoros e inunden los cuartos de baño de toda la capital, o verter los residuos sin tratar en el río para crear espacio, sin importar las consecuencias.
Para evitarlo, París construyó un depósito gigante cerca de la estación de metro de Austerlitz, capaz de contener 20 piscinas olímpicas de agua sucia. «La idea es que sirva de amortiguador, de modo que cuando llueva mucho, en lugar de que la red de alcantarillado se desborde inmediatamente, tengamos una cuenca que se llene», explica Dan Angelescu, fundador y director general de Fluidion, una empresa que rastrea los niveles de E. coli en el Sena y que había trabajado con la ciudad en el proyecto de limpieza hasta el año pasado. La cuenca mejoró «drásticamente» la calidad del agua con pequeñas cantidades de lluvia, afirma Angelescu, pero un aguacero la semana pasada hizo que los niveles de E. coli superaran el nivel de 1,000 por 100 mililitros considerado seguro para los Juegos Olímpicos. «Todo tiene un límite», sostiene Angelescu cuando se le pregunta por la eficacia de la cuenca.
Una oportunidad única en la vida
Los recientes aguaceros han creado una persistente incertidumbre sobre si el Sena estará listo a tiempo para los Juegos y, en caso afirmativo, si los nadadores podrán descender al agua sin enfermar. Puede que Hidalgo ya haya dado el paso, pero los verdaderos conejillos de indias serán los atletas olímpicos inscritos para participar en las pruebas de aguas abiertas y triatlón programadas en el Sena, siempre y cuando los análisis del agua resulten seguros, claro está.
Entre ellos se encuentra Daniel Wiffen, plusmarquista mundial que competirá en el Sena en representación de Irlanda. París será la primera «gran carrera» en aguas abiertas de este joven de 23 años, y le preocupa la calidad del agua: «Es un gran problema», indica. Lo ideal sería hacer una prueba en el Sena para conocer mejor las corrientes, y ha estado preguntando a otros atletas si creen que vale la pena arriesgarse: «¿Te arriesgas dos días antes de la carrera a meterte en el Sena y ponerte enfermo el día antes?
Aun así, espera que la carrera siga adelante. La idea de nadar en el emblemático río parisino le animó a inscribirse: «Quiero nadar junto a la Torre Eiffel», expresó a WIRED. «Es una oportunidad única en la vida».
Artículo publicado originalmente en WIRED. Adaptado por Mauricio Serfatty Godoy.