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Cuando la pandemia muera

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Cuando la pandemia muera

Iré a mi trabajo

a pie y eludiendo

las sombras

Del dorso del Sol

iré franco y ufano.

Iré a la Mar sin barbijo

sin sana distancia

sin fobia

Para mirar su silueta curva

en azul finito

Descalzo dejaré

que las olas besen mis huellas

En blanca arena

sin perturbarles.

Iré en busca de mi madre

le abrazaré con la ternura

guardada en mi pecho

por meses de ingrata distancia.

Llevaremos a los templos

cenizas y plegarias

de los finados

Misa universal de Réquiem

que el tiempo vírico arrebató

y silenció a su paso.

Iré a la Plaza Grande 

un par de horas a mirar

el alborozo de las palomas

y los trotes de los niños

desbocados

Al fin del inefable encierro.

Al morir el nocivo

invisible recogeré

las viandas en charolas

para un buen convite

y en el instante regalaré

un talud de abrazos

amorosos sin recelos.

Por fin llegará el primer día

del camino largo del olvido

Entretanto el sueño frugal de vivir con el sabor afable de lo simple y bello que atesoran

con precisión los instantes

de júbilo.

En la algarabía del bendito convite de manjar y vino

Al amparo del hermano y amigo

cantaremos en tributo

el Réquiem al nocivo invisible.

Rafael Aguiar

7 de Febrero de 2021

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