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Crónicas de la Mérida contemporánea. Entrevista a Katia Rejón

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Crónicas de la Mérida contemporánea. Entrevista a Katia Rejón

Por Melissa Ishbel

El quehacer de los cronistas es trascendental; a través de sus relatos, nos ayudan a entender el momento histórico de un pueblo, una ciudad o región. Su principal motor es la curiosidad, atesoran los documentos, las fotos y, sobre todo, las anécdotas de la gente; son hábiles contadores de historias y plasman en sus crónicas las emociones del inevitable paso del tiempo. Este oficio, tan longevo como la humanidad misma, hoy ha cobrado más importancia que nunca, pues los constantes cambios a los que nos hemos enfrentado en el primer cuarto del siglo XXI, global y localmente, requiere narradores por medio de los cuales podamos comprender un poco más nuestro entorno y a nosotros mismos.

Tomando el fresco de la tarde

Katia Rejón Márquez es, antes que nada, una observadora de la vida. Empezó con el ejercicio de la escritura a los once años a través de la exploración, poniendo atención a lo que ocurría en su mundo de la infancia, hábito que se convirtió en su pasión y la llevó a dedicar su vida al periodismo. Recientemente, escribió una serie de columnas tituladas “Historias para tomar el fresco”, un valioso compilado de relatos publicados en La Jornada Maya cuyo título evoca esa tradición vespertina de antaño, que recopiló platicando con gente de las colonias más emblemáticas de la capital yucateca y que, a su vez, es una crónica de la Mérida contemporánea. Para conocer más a fondo, platiqué con ella y, al sabor de unas frescas cervezas, me compartió cómo nació el proyecto:

Iba por el periférico escuchando “La hora de Luis Miguel”, había un atardecer precioso y al pasar por uno de los puentes, pude ver toda la ciudad hacia el horizonte y caí en cuenta que es una ciudad gigante, un lugar que amo profundamente y yo no paso de Francisco de Montejo, Chuburná y la 42 Sur, aún hay muchas partes a las que nunca he ido y otras que apenas medio conozco… allí empezó a gestarse la idea, pues así como hay historias de los barrios del centro y proyectos que hablan de la memoria de la ciudad, yo quería contar las historias actuales de varios puntos importantes, porque Mérida en estos momentos está cambiando y a mí me interesa mucho registrarlos.

Seguidamente, la cronista reflexionó sobre los tipos de meridanos que existen: Mérida es una ciudad muy fragmentada por su misma sociedad, están los del norte y los del sur… no obstante, esto último ha ido cambiado, como ocurre con Francisco de Montejo, que al principio era una colonia de personas provenientes de la CDMX y también se convirtió en un lugar donde los matrimonios de los años noventa encontraron su primer patrimonio, como ocurrió con mis papás. Mucha de la historia reciente se ha construido gracias a estas migraciones internas y además por cómo se ha complejizado la sociedad meridana.

¿Cómo fue el proceso para hacer estas columnas?

Primero hice una lista de las colonias que me parecían más interesantes y con más historia, como la García Ginerés, Itzimná o Pensiones; empezaba recolectando datos curiosos, recurriendo a personas conocidas que vivieran en esos lugares, y ya después fueron procesos variados e inciertos: iba a las colonias a tocar la puerta de la gente, preguntaba por las personas que más tiempo tuvieran viviendo ahí… a veces, la investigación empezaba con una dirección, pero terminaba tomando un rumbo distinto. Por ejemplo, cuando escribí sobre la Mulsay, yo planeaba abordar el tema de la Hacienda de Mulsay y terminó siendo una investigación sobre cómo los jóvenes practicantes de skate y futbol fueron incidiendo, a través de su amor por el deporte, en la evolución de los espacios públicos; como ocurrió en el parque, donde plasmaron un increíble grafiti homenajeando a un joven del barrio que lamentablemente había sido asesinado. Para mí era muy importante ir hasta el lugar, porque en internet, hemerotecas o libros a veces no encuentras estas anécdotas tan valiosas; entonces, lo que hice fue dejar fluir, acudir, ver qué me encontraba, y eso resultó muy enriquecedor.

¿Hay alguna colonia que fuera más entrañable para ti?

“Historias para tomar el fresco” no era nada más el nombre, realmente yo iba y hacia las entrevistas en la tarde, afuera de las casas, en unas sillas tomando el fresco, y se convertían en una charla muy genuina. En Yucalpetén, entrevisté a un grupo de señoras que viven en la primera calle de la colonia, llegaron muy jóvenes, recién casadas, y ahora son señoras con nietos; nos juntamos en una mesita y era todo menos una entrevista: risas, bromas subidas de tono, chismes, y en algún punto se abrieron emocionalmente, hablaron de la estima que se tienen, del apoyo que se han dado en momentos difíciles, un sentido de vecindad que ya no ves en ningún lugar y que está por terminarse.

¿Qué sería eso que nos haría falta para volver a tener anécdotas así?

Creo que se han perdido los espacios de convivencia vecinal. Por ejemplo, en Francisco de Montejo, donde crecí, antes salíamos a jugar en la calle y ahora es un lugar diseñado para autos, ¡incluso las tienditas de la esquina tienen estacionamiento!, hay un calor horrible, no hay árboles ni calles seguras para las infancias; ese tipo de cosas ya no suelen estar en el diseño urbano y además ahora hay mayor movilidad social, la gente ya no echa raíces a causa de varios factores: la gentrificación, las nuevas generaciones que ya no estamos heredando propiedades, etcétera. Considero que es muy difícil regresar a esas costumbres porque la ciudad y las personas no son las mismas, pero sí podemos aprender a construir nuevos espacios a través de nuevas formas de convivencia, le apuesto más a ello.

¿Alguna vez sentiste que de repente algunas piezas cuadraban para ti?

Me pasó con dos columnas que fueron las más especiales. Por un lado, la 42 Sur, porque mi papá es de allá y tiene una familia grandísima; recuerdo que de niña detestaba ir porque me parecía un lugar gris y me engentaba, pero veía que mi papá nunca se quería ir, ya que ahí estaba la gente que él amaba; cuando hice ese texto lo entrevisté a él, a su amigo de la infancia, a la mamá de éste: Doña Angelita Uribe (q.e.p.d.) –que además fue la maestra jaranera creadora del baile de la botella en la cabeza-; y todo eso me ayudó a entender que los espacios son parte de la historia de alguien, que tienen que ver con su nostalgia, con su identidad, por ello, ese texto inicia con “Volvemos a los sitios que hicieron felices a las personas que amamos, aunque a nosotros no”. Lo mismo con el de Chuburná, donde vivo, pues entendí ciertas dinámicas de mi barrio platicando con una ejidataria que había estado allí toda su vida y, además, comprendí por qué hay tantas zonas residenciales privadas en un lugar que antes era un pueblo maya, siendo una especie de declaración, al poner barreras que fungen como pequeños muros que impiden el paso de los locales hacia las calles de los nuevos habitantes.

¿Cuál es tu sentir y qué te llevas de este trabajo?

Las “Historias para tomar el fresco” me ayudaron mucho como persona y como periodista, porque platiqué con mucha gente diferente a mí, les preguntaba sobre su vida, sus recuerdos, su infancia, su familia, entonces eran charlas muy personales que me llevaron a entender nuestras diferencias y cómo, a pesar de ellas, siempre vamos a encontrar algo que nos una. Ha sido el trabajo que más me ha permitido conectar con la gente, una manera mucho más cercana de entablar una comunicación verdadera, para dar espacio a la voz de aquéllas personas que si no viven alguna situación específica, no son entrevistadas, porque no son famosas ni están en algún puesto de poder, pero también tienen historias importantes para contarnos, y tanto es así, que estas columnas han sido uno de mis proyectos con más lectores, pues la gente se identifica con ellas.

Amor por el periodismo

Katia, de 29 años, es oriunda de Ciudad del Carmen y meridana por adopción, pues desde los 12 años reside en nuestro estado; de padre yucateco y madre guanajuatense, medita sobre la perspectiva que el periodismo ha dejado en ella:

Yo creo que soy la persona que soy por la gente que he entrevistado y por la información que he obtenido. Los periodistas conocemos historias, problemáticas, soluciones y temas de los cuales, si no nos dedicáramos a esto, a lo mejor no tendríamos ni idea, y procesar tantas cosas tiene un impacto en tu vida sí o sí; hay una diferencia enorme entre no saber algo y saber. Además, los periodistas no solamente tenemos que producir información, también tenemos que consumirla, eso es lo que me ha hecho la persona que soy, apunta.

En 2013, funda la revista digital “Memorias de Nómada”, donde se abordan diversos temas como cultura, derechos humanos, urbanismo, opinión, y recientemente, obtuvieron un fondo de la Internacional Women’s Media Foundation. Sobre la objetividad en su carrera, Katia subraya con determinación:

Creo que el periodismo objetivo no existe, pues todas las personas venimos de algún lado, tenemos nuestras propias experiencias, escribimos desde afectos diferentes, desde dudas concretas, con posturas, debilidades y privilegios particulares; es decir, siempre habrá un sesgo natural porque somos humanos. Lo que muchas veces se conoce como periodismo objetivo, en realidad responde a mantener el estatus quo, pero no existe una verdadera neutralidad porque todo es una construcción social… para mí es mucho más honesto decir “yo soy esta persona, desde aquí escribo, esta es mi postura ante la vida y lo estoy haciendo desde una opinión informada”.

Actualmente, Katia se encuentra trabajando en un proyecto llamado “Tierra de sol”, que seguirá la misma metodología de “Historias para tomar el fresco” pero hacia el interior del estado, en las que además abordará el cambio climático y cómo ha afectado la vida de las comunidades.

Así, el oficio de la crónica continúa su rumbo junto con la modernidad, recordándonos, como escribe Katia en una de estas columnas, que “lo extraordinario y lo ordinario no siempre se ven tan diferentes; un elemento singular, en ciertas circunstancias, puede repetirse todos los días y seguir siendo maravilloso”.

Conoce el trabajo de Katia aquí

Fotografías: Cortesía Katia R.

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