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China

2019

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China la nueva identidad

Por José Luis Preciado

Ellos viven en el 2050

La conexión de China con el resto del mundo se complica un poco, lo más recomendable es comprar un chip, colocarlo en un teléfono nuevo y navegar con número local, pero si no quieres perder contacto con tu Facebook, Whatsapp, Instagram, etcétera, debes bajar la aplicación local llamada VPN, que es un conejo que corre detrás de una zanahoria, si tienes suerte y la alcanza ya estás conectado, sin embargo, es común que el conejo tire la señal cada vez que le da hambre. VPN es la respuesta China, para conectarte con el resto del mundo bloqueado por Trump. Los más de mil millones de chinos se comunican a través de la potente red Wechat, el sustituto del Whatsapp. El bloqueo gringo a Huawei no les causa mayor problema.

El extranjero se adapta muy pronto a su nueva realidad vigilada por el Estado, y salvo que seas un espía del occidente, el resto se resuelve con cierta maroma y gracia, incluyendo la relación de tres a uno que guarda el yen sobre el peso mexicano, con cien dólares al cambio la máquina que despacha los billetes te da unos 420 yuanes, equivalente a una semana de salario de un obrero, personal de limpieza o mozo.

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Riquezas públicas, pobrezas silenciosas

Esa es la otra cara de China: los contrastes. Aquí son pocos los invitados a la danza de los millones, en este país la riqueza es de estruendo, escandalosa, se presume, mientras que la pobreza tiende a ser silenciosa, acallada, invisible, el gobierno ha hecho mutis a este reclamo, aleja a sus pobres a la periferia, a las zonas populares y rurales, los confina y esconde, a cambio muestra a sus esbeltos jóvenes en actitud de reto tecnológico permanente.

Me pregunto si los chinos comunes y corrientes, los ajenos al poder y dinero, incluso los más jóvenes fanáticos de la tecnología ¿se saben poderosos ante el mundo? Es muy engañoso decir que sí; al mirarlos a la cara, a bote pronto se podría pensar en arrogancia, pero creo que más bien es asombro ante los grandes pasos que este país ha dado en apenas unos veinte o treinta años. Los chinos más que arrogantes o fatuos están sorprendidos de su propio éxito, todavía hacen genuflexiones exageradas ante los extraños y se miran entre sí, como diciendo: “muy pronto, ellos (el mundo) se inclinará ante nuestro poder” … de nuevo creo que exagero, más bien son modestos y seductores, al menos los de aquí, los que ya se fueron y andan disparando flashes en lugares de recreo, o los que ya se asentaron comercialmente en otras partes del mundo, esos quizás han resuelto su enigma.

Trump eligió mal al nuevo enemigo de Estados Unidos

China es un enigma, un dragón al acecho, se sabe un gigante que no quiere ser visto con miedo, sino con respeto, un gigante al que Donald Trump lo declara enemigo; craso error dicen aquí en China. Pero la respuesta a esta guerra no la preparan en cuarteles y sitios de entrenamiento militar -bueno quizás allí también-, el sitio más visible, el gran asalto lo preparan en los campus universitarios con el desarrollo tecnológico, la apuesta más importante es la educación, por ello se pusieron las pilas moviendo la economía de mercados, a los chinos les sobran clientes internos, pero su búsqueda mayor es afuera, el resto del mundo que es de donde esperan el capital y las frescas inversiones, “vengan todos, aquí se puede invertir con toda seguridad”.

Ya occidentalizaron su cultura y sus grandes marcas de consumo. Su único pendiente, agilizar el habla del inglés en los centros de consumo, bares, restaurantes, teterías, incluso en aeropuertos donde la tecnología deshumaniza la imagen de un país invadido de pantallas led, ruidos tecnológicos y adolescentes pegados al celular.

Todo es enormidad, rascacielos que arañan el cielo, puentes que cruzan mares, trenes de alta velocidad que lo comunican con Europa, vías de tránsito atestadas por vehículos silenciosos -ya todo es eléctrico, prácticamente no hay gasolineras-, debes tener ojos al frente y en la espalda, surgen de todos lados, invaden la acera, circulan incluso en sentido contrario, motos, autos, mototaxis, patines del diablo, bicicletas y peatones que se miran como hormigas repartidas sobre el paisaje urbano en una extraña y riesgosa convivencia, que solo ellos definen, mientras los ojos desconcertados del visitante que se pregunta a cada paso: ¿Cómo le hacen para no tener accidentes? ¿Dónde está la policía? Y así nos vamos caminando por grandes avenidas poco amables con el peatón, sin embargo, poco a poco el extraño se adapta al entorno y comienza a actuar exactamente igual que los locales. Uno es devorado y convertido en masa al primer minuto de llegar a este país.

Mientras, en México, dormimos la siesta tecnológica, esa que nos arregla la vida sin apenas meter las manos, los chinos hacen su tarea conquistadora; seducen, muestran, avanzan sin capitular apenas un centímetro, su mensaje es claro: dominar el comercio mundial con su producción y avances tecnológicos. Lo han logrado.