Page 26 - Revista Yucatán Julio 2022
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 PAISAJE URBANO
En un sentido profundo, más allá de las conductas adaptativas o las respuestas con las que actuamos ante una alerta, la experiencia no se agota en la impresión sensorial que deman- da la inmediatez del actuar. No, a la experiencia sensorial sigue el com- plejo proceso de la percepción, y la aún mas compleja tarea de interpre- tar dichas apreciaciones.
De este transcurso impalpable de sentir, percibir e interpretar, nacen las sonrisas, las satisfacciones, el gozo y el bienestar, todo a partir de nuestra cotidiana costumbre de viandar, ver- bo que hoy se encuentra en desuso en nuestro lenguaje porque la agita- ción de la vida, las preocupaciones y las prisas nos han robado el legitimo derecho de hacer pausas, nos obligan más a correr que a caminar, y si se censura el inadmisible atrevimiento de divagar, se nos condena más ese sensible deleite.
Pero resulta que no tenemos por qué atenernos a la dictadura de la efi- ciencia y la eficacia, al deshumaniza- do just in time.
¿Quién no ha caminado por algu- na de nuestras calles sin recoger un tamarindo, sin cosechar una guayaba o un mango de esos que desdeña- ron los pájaros y para nuestro delei- te cayó en la escarpa? ¿Quién no ha sonreído al amanecer de los loros, al atardecer de los piches, o al arrullo de las coquitas y las palomas que lue- go van piadosas a adornar el atrio de nuestra catedral?
Esa es Mérida, esa es nuestra ciu- dad, de eso quiero hablarles en este espacio al que generosamente me invitó José Luis Preciado a participar.
Les convoco a apropiarnos de los árboles, de las flores, de las frutas, de los gatos sigilosos y de los perros pa- seantes; de las dulces miradas, de los abrazos, de los ancianos que afirman su estar en la amigable firmeza de un bastón, de las abuelas entrando a misa, de las jóvenes mamás, los tri- ciclos y los niños y niñas del parque.
Les invito a construir la mirada y a hacer nuestra esa suma de todo lo que conforma nuestro “Paisaje urba- no”.
 Por Felipe Ahumada
Caminar por las calles sue- le ser un acto cotidiano, no importa si es en lar- gos trayectos o en breves
marchas con distintos fines; conscien- temente o sin tenerlo en cuenta, casi todos los días estamos inmersos en el espacio citadino.
Puede ser discutible, pero me atre- vo a afirmar que solamente es signifi- cativo para nosotros mismos aquello que percibimos: tanto las señales a
las que atendemos automáticamente por nuestra conveniencia, tales como la avalancha de vehículos cuando queremos cruzar las avenidas, el se- máforo peatonal o la distancia que re- corremos; como aquellas presencias menos evidentes que también están a nuestro paso: los colores, los olo- res, las imágenes, las formas, la luz, la sombra... en suma, todo aquello que está al alcance de nuestros sentidos y forma parte de nuestras vivencias citadinas.
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