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Pátzcuaro, un remanso de paz

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Pátzcuaro, un remanso de paz

Por Guadalupe Meza

Desde que tomas la desviación de la autopista hacia Pátzcuaro, las montañas y los túneles parecen transportarte a otro sitio; el clima cambia de un momento a otro, las nubes se vuelven oscuras y el ambiente se refresca: en Pátzcuaro siempre llueve.

Cerca de las vías del tren, entrando al pueblo, vale la pena bajar la ventanilla del auto y oler la madera mojada y las chimeneas encendidas; es una suerte de otoño perene, de verano fresco. En Pátzcuaro todo es blanco y rojo; el moho corre por sus tejados, lo mismo que por las calles y, de repente, desde el Santuario de la Virgen de la Salud se vislumbra el lago y en su centro, Janitzio y el Morelos.

Este Pueblo Mágico se encuentra a una hora de Morelia, capital de Michoacán y junto con otros pueblos, bordea el Lago de Pátzcuaro, bastión principal de los purépechas en la época prehispánica. Su encanto no solo radica en la riqueza de su arquitectura y paisajes, sino también en su gastronomía, sus artesanías y la cercanía que comparte con otros sitios de interés igualmente hechizantes: Tzintzuntzan, Santa Clara del Cobre, Zirahuén, entre otros.

Llegar a Pátzcuaro es sencillo, lo complicado es que uno quiera salir por voluntad propia de ese pedacito de paz en la tierra. Mi consejo es hospedarse en uno de los hoteles del centro para disfrutar de caminatas largas y tranquilas; hay para todos los presupuestos: San Rafael (económico), Los Escudos (medio), El Naranjo (alto) o bien, en la Posada Basílica, que se encuentra frente al templo de Nuestra Señora de la Salud; este último hotel se encuentra aún en la zona céntrica, pero lejos de su regular bullicio y además posee una vista increíble del lago, sobre todo desde su restaurante panorámico.

Una vez establecido en el hospedaje, lo siguiente es darse un tiempo para caminar sobre el empedrado sempiternamente húmedo. No importa la época del año en la que decidas realizar tu visita, lleva siempre impermeable y zapatos cómodos para caminar y -muy probablemente- pisar algunos charcos.  Lo primero es darse una vuelta por los portales de la plaza Vasco de Quiroga y si es por la tarde, aprovecha para tomarte un cafecito o un chocolatito caliente en La Surtidora o El Naranjo.

Si es por la mañana, enfila tus pasos hacia la Casa de los Once Patios, un antiguo convento y hospital que hoy funciona como casa de artesanos. Recorre sus pasillos, piérdete en el laberinto de sus habitaciones y conoce el arte que se fabrica en la región, te va a fascinar; si quieres continuar con la caminata, sigue los letreros que te llevarán a unas escaleras que desembocan en el corredor turístico. No te preocupes por la comida, la bebida ni los souvenirs, encontrarás de todo en tu recorrido. Al final de unas escaleras que parecen interminables, tendrás una vista espectacular del pueblo y el lago.

A tu regreso no bajes directo hasta la plaza Vasco de Quiroga, aprovecha para perderte entre las callejuelas, ya que encontrarás sitios que parecen sacados de una postal, como la iglesia de la Compañía que se encuentra por la calle Lerín. Si todavía es temprano, divisarás los puestos que se ponen frente a la Basílica de Nuestra Señora de la Salud, no te pierdas las corundas (tamal en forma triangular relleno de pollo, carne o queso, bañado en salsa, crema y queso) y el atole de guayaba o tamarindo que ahí se sirve; y aprovechando que estás por ahí, pasa por un chocolate de Doña Joaquinita, sorpréndete con sus anécdotas acerca de Juan Gabriel, porque este era el chocolate favorito del Divo de Juárez, quien hasta le compuso un poema. 

La gastronomía de la zona es variada y prometedora. Para cenar puedes aventurarte con los sabores de Michoacán e ir a la plaza de Gertrudis Bocanegra por un atole de grano; este platillo es una especie de sopa de elote desgranado en un caldo de hierbas, ideal para hacer digestión después de un día comiendo corundas. El mercadito se encuentra también en la misma plaza, donde es posible probar las famosas enchiladas de la región. Otra gran opción, es comprar unos uchepos (tamal de elote tierno ahumado) o un pan dulce de la Panadería Rivera.

Si te encuentras en Pátzcuaro, es casi obligatorio visitar el embarcadero y, por supuesto, ir a Janitzio. Mi recomendación es tomar el tour más completo que te lleva a Yunuen, una pequeña isla en medio del lago en la que se respira una tranquilidad total, donde también existe la posibilidad de hospedarse en unas cabañas con casi todos los servicios incluidos.

Durante el recorrido a Janitzio podrás toparte con los pescadores, quienes hacen una verdadera coreografía para los turistas y, en ocasiones, en el puerto de la isla hay niños pequeños bailando la danza de los viejos. ¿Qué hay por ver en Janitzio? Definitivamente el panteón, sobre todo si vas en una fecha cercana al Día de Muertos o el mismo 2 de noviembre. Si te animas y tu condición física te lo permite, sube hasta el Monumento a Morelos, la impresionante vista vale cada escalón.

En cuanto a la comida, desde el puerto de Pátzcuaro encontrarás charales, lo mismo que en Janitzio, pero los mejores definitivamente están en el restaurante “El hijo del lago”. La cocina de este lugar ha sido múltiples veces premiada por la Unesco y el Consejo de Cocineras Tradicionales. Prueba sus charales, su agua de chía y el pescado blanco que preparan, ¡lo vas a disfrutar!

Aunque, si lo tuyo es el turismo gastronómico y quieres probar cosas únicas, lo mejor es que te des una vuelta por Tzintzuntzan, está a solo 20 minutos de Pátzcuaro y ahí es donde se encuentran la mayoría de las cocineras tradicionales: un simple taco de tinga de pollo se podría convertir en la comida más deliciosa que has probado.

Cabe destacar que Tzintzuntzan es un encanto, el atrio de su templo principal está rodeado de olivos con más de 500 años de antigüedad y, por supuesto, no te puedes perder de visitar las Yácatas. Tzintzuntzan fue el hogar del Caltzontzin, gobernante purépecha y las Yácatas es una zona arqueológica con una vista privilegiada del lago.

Pátzcuaro tiene la tranquilidad, el clima y los paisajes que ningún otro sitio en el mundo puede ofrecerte. Una de esas joyas imperdibles para conocer en México y disfrutar de a poco, porque lo más seguro, es que quieras volver.

¿Cómo llegar?

Depende de dónde, pero lo más sencillo es tomar la autopista México-Morelia, a la altura de Cuitzeo encontrarás la desviación.

Los aeropuertos cercanos son: el de CDMX, el del Bajío, el de Morelia y el de Guadalajara.

Hay transporte que sale desde Morelia, por lo que es posible tomar un camión a Morelia y de ahí buscar uno más pequeño que haga viajes a Pátzcuaro.

¿Dónde dormir?

*Posada San Rafael

Portal Aldama 15 Plaza Vasco de Quiroga,

Centro.

*Hotel Casa del Naranjo

Portal de Vasco de Quiroga 29, Centro.

*Hotel Posada La Basílica

Arciga 6, Centro.

*Hotel Mansión de los Sueños

C. Ibarra 15, Centro.

¿Dónde comer?

*Hishïr Huájpa (El Hijo Del Lago)

Caltzontzin 5, Morelos.

*Casa del Naranjo

Dr. Coss 2, Centro.

*La Surtidora

Calle, Portal de Hidalgo 71, Centro.

*Corundas frente a la Basílica.

*Mercadito de la Plaza Gertrudis Bocanegra.

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