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Bacalar y Mahahual, paraísos al alcance

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Bacalar y Mahahual, paraísos al alcance

Por Gabriela Pérez

Llevaba meses planeando mis vacaciones, tenía muchos lugares en mente, hasta que por fin me decidí.Debo confesar -y sin que parezca publicidad- que me interesó desde hace meses por una publicación del año pasado de nuestra Revista Yucatán el reportaje sobre Bacalar y Mahahual.

Hice la reservación a través de una página web, y listo. Tenía poco presupuesto, por lo que seria un viaje austero. Como no hay fecha que no se cumpla, preparé la maleta, subí al carro y con la bendición de mi madre, tomé carretera. Después de un tiempo que sentí eterno, arribé al precioso municipio de Bacalar y su Laguna de los Siete Colores, quedé maravillada, además mi casa de campaña estaba frente a ella, sin duda disfrutar sus aguas dulces es uno de los mejores placeres, la vista increíble, las palapas, las hamacas dentro del agua, así como el columpio. Al siguiente día muchos visitantes se fueron, era lunes y la laguna era prácticamente para mí, así que tuve una maravillosa, descansada y entrañable rutina.

A tan sólo 30 minutos de Bacalar está la frontera con Belice, así que no pude dejar de visitar la famosa “zona libre”. Aunque no era la primera vez que iba, sin duda nunca había hecho compras tan rápido… ya me estaba esperando otro paraíso: Mahahual. En la carretera -por cierto, un poco descuidada- un señor ofrecía tamales y bueno, tenía que probarlos, me di la enchilada de mi vida, pero estaban de diez. Sentí eterno el camino, llegué a la habitación que había solicitado, estaba dentro de una casa sencilla con cocina compartida; don Pedrito, el encargado del lugar, nos recibió alegre, me recomendó una fonda donde se come sabroso y económico; primero me fui directo a la playa y no lo podía creer, el agua más cristalina que mis ojos habían mirado nunca, una fotografía increíble. Después de bañarme un buen rato, caminé sobre el malecón lleno de vida, al caer la tarde fui al lugar recomendado, un delicioso pescado empanizado fue la elección. Al día siguiente la rutina prácticamente fue la misma, sólo que en esta ocasión decidí darme un pequeño lujo y comer en el malecón los camarones más frescos que he probado, unas cervecitas, después esperar a que haga digestión y de nuevo, “al agua pato”, ¡qué delicia! quisiera estar ahí mientras escribo esto desde las cuatro paredes de mi recámara, ni modo tuve que regresar a mi vida normal, sin duda me he sentido tentada, dejar todo e irme a vivir ahí, no sé, quizá haciendo cuentos para viajeros… pero todavía no me decido.

¿Lo recomiendo? Sin duda. Gasté aproximadamente cuatro mil pesos, con transporte, hospedaje, comida y bebida, por cinco increíbles días y cuatro mágicas noches.

No me puedo quejar, la vida es buena, pero en esos paradisíacos lugares… es mejor.

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